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Cartel promocional de 'Los Farad'. Foto: Prime Video.
Cartel promocional de 'Los Farad'. Foto: Prime Video.
Pedro Casablanc, Miguel Herrán y Susana Abaitua en el rodaje de 'Los Farad'. Foto: Diego López Calvin / Prime Video.
Pedro Casablanc, Miguel Herrán y Susana Abaitua en el rodaje de 'Los Farad'. Foto: Diego López Calvin / Prime Video.

‘Los Farad’: bienvenidos a la Marbella criminal de los 80

Bajo el lema: “La familia es el arma más peligrosa”, Prime Video estrena este 12 de diciembre una serie que se adentra en el fascinante mundo de la jet set de la Costa del Sol para destapar los intereses económicos y políticos de la Guerra Fría.

Aurora Muñoz

La sabiduría popular de Los Chichos ya lo retrataba en la letra de una canción que se popularizó en 1979 dentro del álbum Amor y ruleta: «¿Qué tendrá Marbella / Qué tendrá la costa / Que todo el que llega / Allí se coloca, coloca, coloca?». El tema lo tiene todo para haber envejecido mal. Es sexista, replica los tópicos más rancios sobre los turistas nórdicos y hace apología del consumo de alcohol; pero lo cierto es que refleja a la perfección como Puerto Banús, se convirtió en la capital de la ostentación en los años 80. El estreno de El pionero, la serie documental de HBO sobre el empresario y político Jesús Gil y Gil nos devolvió a golpe de videoteca a aquellos locos de los veranos marbellíes de lujo urbanístico y desenfreno nocturno. Nadie da duros a pesetas y aquella era de esplendor malagueño que parecía levantada como un decorado de papel maché en televisión, desembocó en un escándalo de corrupción sin precedentes con Julián Muñoz y Juan Antonio Roca a la cabeza.

Podríamos decir que esa es otra película, pero lo cierto es que Mariano Barroso y Alejandro Hernández imaginaron Los Farad en Prime Video tomando como punto de partida aquella Marbella en la que se mezclaban sin rubor los cuerpos bronceados tostándose en las playas, oropeles horteras de las fiestas retratadas en las revistas del corazón y los crímenes que, en paralelo, llenaban las páginas de sucesos. En palabras de los creadores, «allí todo era posible». Eso incluye que se materialicen los deseos de prosperar de Oskar, un huérfano criado en el madrileño barrio de Aluche al que interpreta el ganador del Goya como actor revelación, Miguel Herrán.

La lucha de poder se traslada al comedor de casa

Ni siquiera cuando se frota una lámpara mágica en el cine de Disney sale gratis esto de que los sueños se hagan realidad y su personaje acabará inmerso en una trama criminal a cambio de montar un gimnasio. Lo hará de la mano de Sara (Susana Abaitua), la más ambiciosa de las hijas de Leo Farad, un traficante de armas interpretado por Pedro Casablanc. Ella sabe que lo tiene complicado para heredar el imperio que se ha construido bajo su apellido en una época machista en la que el poder corresponde a los tipos duros, pero Oskar será su mejor baza para tomar posiciones. «Una de las cosas que me motivó del personaje fue esa mujer en los años 80 en un mundo donde las mujeres no se sientan en la misma mesa a hablar que los hombres. Sara Farad debería ser la sucesora, porque tiene la cabeza fría y sabe perfectamente gestionar este negocio, pero no puede porque es mujer. De repente se acaba juntando con otra persona que también es muy ambiciosa y van más allá de la historia de amor. Son un equipo», anticipa la protagonista.

Esa es la casilla de salida para una historia que va más allá de la codicia y las ansias de poder, como puede suceder en títulos ya imperecederos como Los Soprano. Uno de los episodios de Los Farad establece una metáfora entre el desembarco de Oskar en la familia con el desarrollo de un abeto, que crece muy rápido, pero su tronco no madura adecuadamente en el proceso. El personaje de Herrán representa esa búsqueda desesperada de un ascensor social en un contexto en el que la delincuencia se dibuja como la única opción para hacer una escalada vertiginosa. Su tío Manuel, al que da vida Fernando Tejero, será una suerte de Walter White que, a diferencia de la deriva que toma el personaje de Breaking Bad, trata de ser su raíz en todo momento.

El espectador conoce bien los entresijos de las tramas de familias poderosas que se llevan el trabajo a casa y convierten los almuerzos domingueros en un consejo de administración, tal y como sucede en Succession o veremos en breve en Galgos. Sin embargo, esta ficción bebe de un relato periodístico. «Esta serie nació a partir de un libro que se titula El traficante, de David López Canales. Este periodista cuenta la historia real de una persona que existió, que existe, y que vivió todo el mundo del tráfico de armas en Marbella. A partir de ahí nosotros elaboramos”, explica Barroso, aunque no pierde ni un segundo en especificar que los miembros del clan que retratan estos ocho episodios son producto de su imaginación. «Nos inventamos una familia que vive en Marbella en el contexto de los años 80, Guerra Fría, porque nos interesaba utilizar ese conflicto de pretexto para hablar de problemáticas universales y, a partir de ahí, hacer una revisitación de cosas que pasaron hace 40 años, que hoy lo podemos ver con una distancia que permite juzgar de otra manera, pero que tiene unos paralelismos tremendos con el mundo de hoy», amplia el director.

El negocio que se esconde tras los señores de la guerra

La trama visibiliza una industria que sigue muy pujante. La importación y exportación mundial de armas se encuentra en su nivel más alto desde el final de la Guerra Fría, según asegura un informe del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz. España es uno de los países que más ha crecido en los últimos años dentro de este mercado, hasta situarse como el séptimo mayor exportador mundial. «El cine y las series han tratado más a menudo el narcotráfico, pero la gente no sabe nada sobre el mundo del tráfico de armas. Ambos se asocian con tramas delictivas, pero los mecanismos de funcionamiento son absolutamente diferentes. Un comerciante de armas puede no estar tan alejado de un vendedor de zapatos en cuanto a su forma de facturar. Esta gente son un lobby con acceso a los gobiernos, que les conceden permisos, y actúan como mediadores entre países. Ahí están las comisiones», relata el director. Alejandro Hernández, creador y guionista de la serie, especifica en una entrevista para Fórmula Tv como encontraron un anclaje entre esta realidad y el pasado reciente de nuestro país: «Aquí en España, en el norte, en País Vasco, había fábricas de armas que se vendían muy bien, en el Líbano. Había gente, con acceso a la Moncloa, que hacía estos negocios completamente legales. Y así sigue funcionando».

La serie trata de ir más allá de los negocios y transmitir el conflicto moral que implica este negocio en la esfera familiar. «Ellos tienen las mismas discusiones y problemas que se pueden dar en cualquiera de nuestros hogares solo que, en lugar de tener un trabajo normal, se dedican al tráfico de armas. No viven escondidos ni están perseguidos por nadie, pero se mueven en la ambigüedad. Los Farad reconocen que las armas que venden causan muertes, pero justifican lo que hacen porque a veces salvan revoluciones», plantean los creadores.

La Guerra Fría como telón de fondo

Ese margen para el debate ha levantado ampollas antes del estreno, ya que Amnistía Internacional lleva años luchando contra el comercio imprudente de armas y munición. La organización destaca que cada año se fabrican 12.000 millones de balas, una cantidad suficiente para matar dos veces a todos los habitantes del mundo. De hecho, se ha convertido en una tragedia cotidiana que afecta a personas de todo el mundo; incluso a aquellas que no viven en zonas de conflicto. Se calcula que más de 500 personas mueren cada día a causa de la violencia ejercida con armas de fuego, a pesar de que existe un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas que impone estrictas normas a las transferencias internacionales, pero aun así el comercio internacional de armas sigue en aumento y continúa alimentando abusos contra los derechos humanos. Esto se debe a que algunos de los mayores exportadores de armas, como China, Rusia y Estados Unidos, no han ratificado el tratado. Incluso hay países que lo han hecho, pero no cumplen el reglamento y transfieren armas y municiones a lugares donde existe el peligro de que se utilicen para cometer crímenes de guerra.

 

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Solo hay que recorrer las páginas nade la prensa local para encontrarse con casos policiales que demuestran que existe un inmenso mercado sumergido. Sin ir más lejos, hace tres años que la Operación Nongreta se saldó con la detención de un hombre que se hacía pasar por jubilado en Coín, otro vinculado a movimientos neonazis y un tercero que usaba numerosas identidades y pasaportes falsos para no ser descubierto. Eran los cabecillas de una banda asentada en Málaga que se dedicaba a surtir de armas de guerra a narcotraficantes. No obstante, los creadores advierten que su pretensión nunca fue la de hacer una denuncia social o política con la serie. «Si se ambientara en la actualidad, en la guerra de Ucrania, tendría que ser más realista y dramática. En cambio, trasladarnos a este otro momento histórico nos permite esa perspectiva», expone Barroso. A pesar de ello, no hay dilema que valga. En los capítulos subyace una crítica evidente a los intereses políticos de la Guerra Fría. Los guionistas aprovechan el desconocimiento del personaje de Miguel Herrán para introducir al espectador en el contexto del conflicto nicaragüense de los ochenta o la Operación Carlota, que supuso la participación cubana en la Guerra civil angoleña.

La Costa del Sol, un filón para las series

Este proyecto no es el único que coloca la Costa del Sol bajo los focos. Movistar Plus+ anunció en julio de 2021 que convertiría en serie de ficción la investigación de los periodistas Nacho Carretero y Arturo Lezcano publicada en El País. Ahora ya sabemos que se llamará Marbella y estará comandado por Dani de la Torre y Alberto Marini, creadores de La unidad. A diferencia de Los Farad, sus capítulos de esta producción de Buendía Estudios Canarias versarán sobre una red de bandas criminales que operan en la Costa del Sol en la actualidad. «Cuando descubrimos que Marbella es hoy la ONU del crimen organizado, con más de cien bandas internacionales activas, supimos que queríamos escribir sobre eso», contó Marini cuando aún no se había iniciado el rodaje. Ahora sabemos que las plataformas vienen cargadas de fiestas de lujo, asesinos a sueldo, todo tipo de explosivos y dinero sumergido. Ahora ya sabemos un poco más que Los Chichos de lo que esconde ese paraíso de sol y arena.