Noemí Casquet: "La culpa de todo no la tiene el porno"
Este domingo se estrena 'Zorras', una nueva serie original de la plataforma de pago de Atresmedia. Está basada en la trilogía homónima que firma esta periodista catalana especializada en investigación sobre sexualidad ancestral. Ella se define como una mujer empoderada que apuesta por probar todo lo que divulga y, quizás por eso, el término que da nombre a este proyecto le ha acompañado durante toda su vida. Casquet no teme a las críticas y afronta la educación sexual de una forma explícita y real. Deja la ficción para las novelas. Este mes de junio llegó a las librerías 'Éxtasis', su última obra erótica con la que se adentra en el tantra.
El 2 de julio de 2020 salió a la venta la primera novela de la periodista y escritora especializada en sexualidad, Noemí Casquet (Sabadell, 1992). Zorras fue el inicio de una trilogía publicada por el sello Ediciones B que se completaba con Malas y Libres. "Ahí estaba yo, atravesando una ruptura amorosa, en plena mudanza y pandemia, sin ser consciente de todo lo que me traería ese libro", recuerda su autora. Este domingo 16 de julio, Atresplayer estrena su adaptación audiovisual en colaboración con Morena Films. La serie, que narra las vivencias de tres amigas con ganas de divertirse, de liberarse, y probarlo todo, llega a la parrilla veraniega con Andrea Ros (‘Amar es para siempre’ y ‘¿A quién te llevarías a una isla desierta?’), Tai Fati (‘Un cuento perfecto’) y Mirela Balić (‘Cristo y Rey’) como protagonistas.
El objetivo de sus ocho episodios, con guiones de Estíbaliz Burgaleta y Flora González Villanueva que serán dirigidos por Ana Vázquez y Arit Moreno, es modernizar las historias chick-lit sin romantizarlas. Eso es exactamente lo que lleva haciendo su creadora desde hace 13 años en Instagram, TikTok y Twitter. Tiene millones de seguidores en estas plataformas, donde se ha convertido en una de las voces más influyentes de habla hispana sobre sexualidad por su labor como divulgadora. "Ojalá mi lápida diga: 'Noemí Casquet: el coño más usado del mundo'", dijo en una entrevista promocional para Fnac España y es que su trabajo se ha basado precisamente en la experimentación. Sus publicaciones buscan romper tabúes con la diversidad de cuerpos, identidades de género, orientaciones sexuales y relacionales.
Casquet nunca ha huido del sexo explícito ni de llamar a las cosas por su nombre. Si toca evangelizar sobre cómo comerse una polla o un coño, no habrá eufemismos absurdos. Ese fue el punto de partida de Santa Mandanga, una plataforma de educación sexual que cofundó con Roberto Garcés para ayudar a sus alumnos a ir más allá del escueto conocimiento del 30% de nuestra sexualidad que maneja la mayoría. Allí se adentra en cuestiones tan variopintas como la masturbación en pareja o en solitario, cómo realizar un examen de mama o todo lo relacionado con las disfunciones sexuales. No se trata solo de saber follar, sino de emprender un viaje de autoconocimiento. Esa es la base de su último lanzamiento editorial, Éxtasis, que se publicó el pasado 1 de junio. En esta entrevista, analizamos las claves de esta novela y de los últimos proyectos que afronta después de haber investigado durante cinco años sobre la sexualidad en antiguas civilizaciones.
Tienes ya siete libros en el mercado y has llegado a más de 200.000 lectores. ¿Crees que la literatura erótica se toma en serio?
Cuesta mucho que los medios de comunicación nos hagan un hueco. Sobre todo, a la literatura erótica romántica o a una ficción contemporánea más enfocada al público femenino. Parece que todos esos libros sean cosas de mujeres, mientras que el thriller y la historia se relacionan con los hombres. Ni tan siquiera hace falta que se toquen temas que apelen directamente a ellos, simplemente es el mundo que se han montado.
Yo llevo 13 años ejerciendo como periodista de investigación en la divulgación sobre la sexualidad y te puedo asegurar que en mi manera de hacer periodismo no es menos que cualquier otra. Se ha establecido una jerarquización de lo que importante y estos temas quedan fuera. Sin embargo, yo tengo un nivel de impacto y un poder social que muchos otros periodistas no alcanzan. Aún así, se me sigue tratando con condescendencia, casi en inferioridad, porque abordamos nuestra sexualidad como un asunto que a nivel social no da la sensación de que sea tan relevante, pero nos olvidamos de que el sexo nos ha dado la vida literalmente y si pensamos en eso, a lo mejor nos resulta un poco menos banal. El sexo puede revolucionar toda tu existencia, solo que esa información no la tenemos y ahí es donde estamos muchas.
Yo escribí una obra de no ficción en 2019 y a partir de ahí, me surgió la oportunidad de escribir ficción y me enfrasqué totalmente. Tampoco sé si diría que hago novelas eróticas, porque si alguien coge este libro pensando que es eso, se va a llevar una decepción muy grande. Siempre las presento como novelas de liberación, todas las obras que he escrito están enfocadas hacia una liberación conjunta de la sexualidad y la feminidad, para desprenderse de todos esos anclajes que hemos tenido en nuestra vida alrededor del sexo. Éxtasis va un poco por ahí.
Nacemos del sexo, pero está absolutamente desaparecido del currículo escolar. El aprendizaje sexual de muchos adolescentes viene de la pornografía. ¿Crees que las cuentas de divulgación en redes sociales pueden ayudar a reducir este déficit educativo?
Si yo perteneciera a la generación Zeta, esto me tocaría mucho el coño. Se le atribuye la culpa de todo a los jóvenes, siempre se está señalando a la pornografía y nos llevamos las manos a la cabeza por el acceso que tienen ahora desde los móviles, pero hace unos años, los chavales quedaban para hacerse pajas todos juntos y ver el porno que le habían robado a su padre. No hace tanto que encendíamos la televisión y veíamos en prime time como un hombre le pegaba una hostia que le giraba la cara a una mujer. Nuestra generación ha nacido y ha crecido con ese imaginario colectivo. Desde la adultez es muy fácil señalar a las nuevas generaciones, pero cuesta empatizar con ellos si no hacemos repaso de los estigmas con los que nos hemos criado y las bases de nuestra educación sexual. Si no estamos dispuestos a eso, no estaremos preparados para la revolución que se viene.
El porno está a la orden del día. Tienes un teléfono y es relativamente sencillo acceder a este contenido. Muchas veces los chavales se lo encuentran con ese tipo de estímulos sin tan si quiera buscarlos, simplemente porque les aparece un pop-up o quieren entrar en cualquier sitio para conseguir unas contraseñas para jugar al Minecraft, por ejemplo, y de repente, les sale un banner de una tía a la que se la están follando por todos los agujeros. El contacto se produce a edades cada vez más tempranas, pero la culpa de todo no la tienen ellos, ni siquiera el porno. Si hay culpas, las tenemos todas las personas responsables de que en esta sociedad se siga perpetuando la violencia sexual.
Todos los que formamos parte de este sistema somos corresponsables de lo que está sucediendo. No se trata de quitarles el iPad ni de negarles el acceso a Internet, debemos hacer un acompañamiento y eliminar el tabú de la sexualidad, hablar abiertamente con nuestros hijos y eso no sucederá hasta que nosotros mismos nos quitemos el tabú. Como adulto resulta más fácil decirles "no te toques, hombre" o "no hagas eso", que darles la información, pero es mejor que esperar a que les llegue por otros. Debemos responsabilizarnos de esa parte. Se ha creado una situación que es muy fácil criticar, pero lo que toca es mirar qué estamos haciendo nosotros en ese sentido.
¿Crees que todavía quedan tabúes sexuales?
Hacemos muy poco trabajo de autocrítica y de conciencia de todo lo que está sucediendo. Ponemos la televisión y se siguen romantizando una cultura de la violación. Hace poco que Netflix ha sacado una serie que se llama La Reina Carlota, que viene de los Bridgerton, y ha estado entre las más vistas. En su trama hay una serie de conductas donde se está blanqueando la mercantilización de las mujeres como moneda de cambio y las relaciones de pareja instaladas en la tortura psicológica. Con su difusión, estamos sosteniendo todo ese argumentario de personas que no están muy bien de la cabeza y ahí continuamos nosotras, sacrificándonos en un rol de cuidadoras que nos lleva condicionando toda la vida.
No podemos permitir la romantización de la falta de consentimiento. Todos hemos visto como en la cultura literaria y audiovisual se cuelan diálogos del tipo "'¡Te odio! / Dímelo otra vez / ¡Te odio!" y luego los dos protagonistas se ponen a follar. El mensaje que le estamos dando a las nuevas generaciones con ese tipo de productos es que hay que normalizarlo, pero al mismo tiempo nos escandalizamos cuando de repente Rosalía escribe una canción a la polla de su novio. Sin embargo, tenemos un montón de canciones de trap o reggaetón donde todo el rato nos están diciendo "te pongo a cuatro y te reviento" o "hago lo que quiero contigo porque tú eres muy puta" y ahí nadie se escandaliza.
Esto es el eco de lo que realmente está en las entrañas del sistema. Pensamos que ya está todo muy avanzado y que estamos eliminando muchos tabúes, pero todavía hay un montón de cosas a las que no les estamos prestando atención y que siguen estando ancladas en nuestra sociedad. Es llamativo también lo que ha pasado con las canciones de Shakira, como se han entrado a juzgar letras que los tíos llevan haciendo toda la vida. La manera en la que canalizamos de estas cuestiones es un termómetro que marca la necesidad que tenemos de educación sexual y en igualdad, porque es que nunca la hemos tenido.
Los best sellers son el primer punto de contacto de muchos lectores con la literatura erótica. La saga de Cincuenta Sombras de Grey es la novela británica más vendida de todos los tiempos y, aunque ya hace más de una década de su publicación, se sigue hablando de aquel género que las editoriales han catalogado como porno para mamás. ¿Por qué crees que aquello se convirtió en un fenómeno social?
Lo único que le podemos agradecer a E. L. James es que ha posicionado la novela erótica en el lugar que merece. Sabemos que es uno de los géneros más consumidos, junto con la literatura romántica, y en cambio son los que menos visibilidad tienen en los medios de comunicación. Nos seguimos moviendo en la oscuridad.
El resto de consecuencias que ha traído la saga no son tan positivas. Sus libros romantizan el abuso y la sumisión a unos niveles que ni tan siquiera se acercan al BDSM [por las siglas de bondage (inmovilización erótica de uno de los participantes en la relación sexual), dominación, sadismo y masoquismo]. Es un insulto a muchísimos niveles.
Yo estoy súper a favor de la novela erótica, siempre y cuando sean obras feministas, que no favorezcan la cultura de la violación y no romanticen las relaciones tóxicas. Encontrar esos libros es un poco más complicado, pero los hay.
¿Podríamos englobar Éxtasis en ese grupo?
Si alguien coge mi último libro pensando en que se va a poner cachonda en cada párrafo, le diría: "No lo cojas, no lo hagas". Si quieres leerlo, que sea pensando en que puede cambiar la conciencia del placer que tenías ahora mismo y lo que tú te pensabas que era el sexo va a cambiar drásticamente. Eso va a cambiar drásticamente después, va a revolucionar tu vida porque te va a generar una liberación. No eres consciente del poder que hay en tu placer. Hay pasajes muy tórridos, hay mucha tensión y a mí me gusta manejar mucho el deseo a lo largo de la historia, pero hay también una parte muy divulgativa. La novela habla sobre un aspecto muy invisibilizado de la sexualidad como son los estados alterados de conciencia, de los que casi no nos ha llegado información.
Esta obra transcurre en Bali, ¿por qué decidiste ambientarla allí?
Estuve durante dos meses la isla y me enamoré de la cultura. Bali tiene una también tiene una cara oscura que a Occidente muchas veces no nos llega, pero es uno de los epicentros dentro de los puntos de retiro de tantra. Yo intento que en todas mis novelas haya personas racializadas, aunque evidentemente lo haga con la distancia de vivencias que yo no he tenido porque soy blanca, pero trato de contribuir a acabar con la invisibilidad que han tenido durante siglos en la cultura. En esta ocasión, la protagonista es adoptada y nació en Indonesia. Esa es la principal razón de que la historia se centre allí.
Amisha tiene el don de ver el futuro cada vez que llega al orgasmo, ¿le envidias ese súper poder?
Cuando publiqué Zorras y Cuerpos y Almas, mucha gente me preguntaba si había vivenciado todas esas experiencias, pero sé que con Éxtasis nadie me preguntará, porque es algo que parece de ciencia ficción, pero te puedo asegurar que hay una parte de muchísima realidad. Yo no veo el futuro a través de los orgasmos, pero he visto el pasado y he alcanzado estados alterados de conciencia. He entrado en trance, he visto cosas muy psicodélicas y me ha permitido hacer viajes muy poderosos que me han cambiado la vida.
De repente hay un montón de gente que habla de los retiros de ayahuasca y de eso no puedo comentar nada porque no lo he experimentado, pero es una planta con una composición química que activa neurotransmisiones en nuestro cuerpo y por eso su uso está relacionado con la medicina tradicional utilizada por los chamanes del Amazonas, pero no tenemos que recurrir a sustancias psicotrópicas si no queremos. El sexo ya nos da ese poder, lo tenemos en nosotros. Eso es lo que estoy intentando reivindicar con mis investigaciones sobre la sexualidad ancestral.
Llevas un lustro estudiando las prácticas sexuales de civilizaciones antiguas y esa mirada al pasado te ha abierto nuevos caminos. ¿Tenemos mucho que aprender de nuestros ancestros?
Sin duda, el futuro del sexo está en nuestro pasado. Estamos intoxicados con un exceso de información, obsesionados con lo que va a pasar, y seguimos alimentando una tendencia al consumo compulsivo de cuerpos que nos está llevando hacia el desapego y a la falta de compromiso afectivo. El sexo se está convirtiendo cada vez más en algo exclusivamente carnal, casi de usar y tirar. Necesitamos parar por un momento y mirar atrás.
El punto G supuso una revolución en los años 80, muy similar a la que estamos viviendo ahora con el mindfulness. Sin embargo, esto se llevaba tratando desde hace miles de años y a lo largo de diferentes civilizaciones. En el siglo IV a.C. aparecen los primeros textos del tantra y ahí ya se introducen estas cuestiones. Más allá de las posturas sexuales, el Kamasutra de Vatsiaiana es un manual súper extenso sobre el arte amatorio en general. Solo tenemos que echar la vista atrás y revisar estos textos para encontrar muchas de las respuestas para revolucionar nuestra vida.
Ahora que se estrena Zorras en Atresmedia es inevitable fantasear con nuevas adaptaciones. ¿Éxtasis podría tener también una versión audiovisual?
Me encantaría, pero no veo tanto Éxtasis como una serie, sino como una película. Era fácil hacer una segunda parte de Zorras, aprovechando que ahora que sale en la serie y me hubiese forrado, pero no hubiese sido fiel a mí misma. Éxtasis ha sido un reto que responde a un llamamiento de todas esas personas que están teniendo dudas y buscan un compromiso espiritual a través de su sexualidad. Hemos llegado a tal punto con la inteligencia artificial y con la tecnología que las nuevas generaciones buscan lo humano en nuestros orígenes ancestrales. Todo eso es complicado de llevar a la pantalla. Lo fácil es repetir la fórmula que ya funciona, pero si queremos apostar por un audiovisual distinto no queda más remedio que transformarnos artísticamente.