Un paseo por Collioure, el seductor hechizo del sur de Francia

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Colliure tiene algo que te atrapa irremediablemente. Puede que sea el Mediterráneo, su precioso puerto, las encantadoras callejuelas de su barrio de pescadores o el manto verde de los viñedos que la rodean en una sucesión infinita de terrazas.

Pero, lo cierto, es que este pequeño pueblo del sur de Francia te atrapa como atrapó a tantos y tantos artistas a principios del siglo XX o a Antonio Machado, quien lo convirtió en el refugio de sus últimos días de vida. Cruzamos la frontera, custodiando al Mediterráneo más allá de la Costa Brava y visitamos Colliure, uno de los pueblos más bonitos del sur de Francia.

Una introducción a Collioure

Panorámica de Collioure – Foto: Christian Rojo

La organización territorial de Francia no es sencilla de entender y todavía se complica más cuando se mezcla con las enmarañadas fronteras de los territorios históricos. El caso de Collioure es un buen ejemplo. Ubicado geográficamente en la conocida como la Costa Bermeja, esta localidad forma parte del departamento de los Pirineos Orientales, que está integrada a su vez en la región de Occitania. Pero, además, Collioure era parte del Rosellón, una región histórica que aún mantiene un orgulloso sentimiento de identidad y que conserva muchos vínculos con la vecina Cataluña.

Y es que, una de las épocas de mayor esplendor tuvo lugar cuando la ciudad formaba parte del Reino de Mallorca y, posteriormente, del Reino de Aragón. Fueron estos últimos quienes dieron importancia estratégica a este enclave, iniciando la construcción del puerto y fortaleciendo el castillo. Collioure permaneció dentro de los dominios españoles tras la unificación con Castilla y no tardó en convertirse en un elemento de severa fricción entre España y Francia, que terminaría ocupándola, junto al resto del Rosellón, en 1659.

Puerto de Collioure – Foto: Christian Rojo

A comienzos del siglo XX se convirtió en un importante centro de actividad artística cuando algunos de los pintores más destacados de la escena francesa decidieron instalarse o pasar temporadas allí. Fue el caso de artistas como Henri Mattise, Georges Braque, André Derain o el mismísimo Picasso.

Todos ellos, inspirados por el influjo que desprende Collioure crearon obras que reflejaban la vida diaria de sus pescadores o la belleza de sus callejuelas medievales, el puerto o la bahía. Muchos de estas obras se pueden ver en diferentes reproducciones que se reparten por la ciudad en la conocida como la Senda del Fauvismo o en el bonito Museo de Arte Moderno.

También fue el lugar elegido por nuestro poeta Antonio Machado, quien se refugió en este pequeño pueblo tras exiliarse de España con el triunfo de las tropas franquistas en 1939. Su tumba, en el cementerio municipal, es uno de los lugares más visitados de Collioure y un constante espacio para el homenaje y el recuerdo de los miles de exiliados españoles, muchos de los cuales murieron o sufrieron en Argeles-Sur-Mer y otros campos de refugiados cercanos.

Qué ver en Collioure

El puerto que protege el casco histórico

Puerto de Collioure – Foto: Christian Rojo

La primera vez que visité Collioure fue en barco y solamente tuve la oportunidad de ver su puerto. Fue suficiente para enamorarme. En pocos lugares del Mediterráneo podemos visitar un puerto que haya conservado tan bien su esencia medieval. La Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles con su aspecto fortificado nos dará la bienvenida, escoltada por la encantadora capilla de Saint-Vicent y el faro de la ciudad, al que llegaremos por un pasaje en piedra.

Si nos dirigimos hasta este pequeño faro, disfrutaremos con la panorámica que nos ofrece el conjunto de casas renacentistas que bordean la playa y el puerto. Sus techos rojizos y sus coloridas fachadas con contraventanas de madera completan la que es, en mi opinión, una de las postales más bonitas del Mediterráneo.

Junto a la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, cuya torre nos recuerda su pasado como faro, se encuentra la pequeña playa de San Vicente que marca el inicio de un bonito paseo marítimo al cobijo de la antigua muralla y el Castillo Real. En su recorrido nos iremos encontrando con pintores o músicos callejeros, niños pescando, parejas disfrutando de un momento romántico y turistas absortos ante esta idílica estampa.

El barrio pesquero de Mouré

Barrio de Mouré – Foto: Christian Rojo

Atravesando alguna de las puertas que unen la playa de San de San Vicente con el casco histórico, accederemos al conocido como Barrio de Mouré. Podemos empezar nuestra visita en la Oficina de Turismo, ubicada en la Plaza de la República, para recoger un mapa y conocer la completa agenda de actividades que se programa, especialmente en los meses de verano.

Desde ahí, si subimos por la Rue du Boramar o la Rue de la Prud Homie nos iremos introduciendo en el laberinto de callejuelas que formaban las antiguas casas de los pescadores. Hoy la mayoría se han convertido en galerías de arte o pequeños hoteles con encanto, pero su arquitectura se ha conservado en gran medida.

Su pasado militar

Castillo Real de Collioure – Foto: Christian Rojo

La importancia histórica de Collioure se evidencia en la presencia de sus dos imponentes fortalezas o castillos. El que se levanta frente a la Playa de Port d’Avall es conocido como el Castillo Real. Los primeros documentos que hablan de él datan del año 673 y desde entonces sufrió sucesivas ampliaciones y reformas hasta convertirse en 1343 en residencia real del Reino de Mallorca.

Su estratégica posición defensiva lo convirtió en un lugar en constante peligro y sufrió severos ataques en la guerra entre España y Francia durante el siglo XVII para terminar bajo el dominio de nuestro país vecino. Hoy se puede realizar una visita de unas dos horas de duración que incluye una interesante exposición sobre la historia de los refugiados republicanos de la Guerra Civil.

Fuerte de San Telmo – Foto: Christian Rojo

Desde lo alto de las montañas adyacentes nos vigila el Fuerte de San Telmo, una imponente fortaleza del siglo XVI que se mantiene en un excelente estado de conservación. Estuvo en uso hasta inicios del siglo XX y durante la II Guerra Mundial fue ocupado por la marina alemana. Tras pasar por varias manos privadas, se convirtió en un museo militar y hoy está abierto al público. El acceso no es el más idóneo pero las vistas de toda la bahía y los alrededores merecen la pena.

La tumba de Antonio Machado

Tumba de Antonio Machado – Foto: Christian Rojo

“Cuando llegue el día del último viaje

Y esté a partir la nave que nunca ha de tornar

Me encontraréis a bordo ligero de equipaje

Casi desnudo, como los hijos de la mar»

Antonio Machado

Antonio Machado Ruiz es considerado uno de los poetas más importantes en la historia de nuestra literatura. Nacido en Sevilla en 1875, fue el más joven representante de la emblemática generación del 98 y, como tantos otros artistas, su vida se vio truncada con el estallido de la Guerra Civil. Gran parte del conflicto lo pasó huido en la localidad valenciana de Rocafort antes de marchar hasta Barcelona y terminar exiliándose el 22 de enero de 1939.

Pocos días después llegaría en tren a Collioure y se refugiaría en el Hotel Bougnol-Quintana. Acompañado de otros intelectuales exiliados, se mantuvieron a la espera de una ayuda que no llegó a tiempo porque fallecería apenas un mes después de su salida de España. Fue enterrado en el Cementerio de Collioure junto a su madre, quien no pudo soportar su pérdida y murió tan solo tres días después, el 25 de febrero.

Hoy su tumba se ha convertido no solo en uno de los monumentos más visitados de la ciudad sino en un auténtico símbolo de la lucha republicana y el recuerdo a los miles de exiliados españoles que tuvieron que abandonar su tierra por la dictadura. Flores, placas conmemorativas, banderas andaluzas y republicanas se acumulan en este lugar cargado de simbolismo.

La importancia de la gastronomía en Collioure

Tienda tradicional de anchoas – Foto: Christian Rojo

La gastronomía de la región de los Pirineos Orientales es, sin duda, uno de sus principales atractivos turísticos. Su estrecha relación histórica con España y Cataluña ha terminado configurando una gastronomía aventajada que recoge y reconstruye lo mejor de cada una de estas cocinas. Y en Collioure podemos encontrar algunos de los mejores ejemplos y lugares para comprobarlo.

Para comenzar, Collioure puede presumir de contar con materias primas de primer nivel. Imposible irse de allí sin probar sus famosas anchoas que, según nos explican, fueron en realidad uno de los motivos de los primeros asentamientos de población. Las podremos probar en los bares y restaurantes del puerto, comprar en las encantadoras tiendas especializadas de la ciudad o, incluso, podremos asistir a algunos talleres para descubrir cómo se sigue realizando su elaboración de forma artesanal.

Collioure se encuentra rodeada por un manto de viñedos que se aglutinan en una cascada de terrazas, algunas de las cuales terminan en el mar. Además de diseñar paisajes increíbles con los Pirineos de fondo, permiten producir algunos de los mejores vinos dulces del país como los de la DO Banyuls. Nada tienen que envidiar a los famosos vinos de Oporto.

A lo largo del puerto encontraremos buenos restaurantes donde probar la cocina local, pero recomendamos rodear la bahía y la Playa Port d’Avall para descubrir dos restaurantes más alejados del centro pero que nos permiten tener una panorámica realmente bonita de la ciudad.

Restaurante Le Neptune – Foto: Christian Rojo

Es el caso del Restaurante Le Neptune, ubicado dentro del Hotel Boramar. Cuenta con una carta sencilla pero muy bien trabajada y unas vistas increíbles, especialmente de noche. Si nos queremos dar un pequeño lujo, recomiendo subir un poco más y acercarnos al Restaurante La Balette en el Hotel Le Relais des Trois Mas, que ofrece posiblemente la mejor experiencia gastronómica de todo Collioure.

Reconocido con una estrella Michelin, su chef Laurent Lemal es un auténtico genio de la cocina y aquí nos plantea una carta basada en la gastronomía local y kilómetro cero con toques inspirados en la cocina noruega. El menú de 8 servicios, maridado con cuatro vinos diferentes, es un auténtico espectáculo y un viaje a través de sabores conocidos y algunas sorpresas. Su precio, según temporada, ronda los 90 euros por persona.

Christian Rojo

Aprendiz de viajero y fotógrafo. Me encanta viajar y tratar de encontrar siempre una mirada diferente en los lugares que visito.

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