Irene Jiménez (Murcia, 1977) parece llevar debajo del brazo una Polaroid. Sus relatos, como los que presenta en Lugares comunes (Páginas de espuma), tienen mucho de instantánea. En éste, su tercer libro de cuentos, afila aún más el instinto de observación.  

¿Por qué el relato?
Empecé a leer a Cortázar, a Carver… lecturas de la adolescencia. Supongo que es más fácil empezar a escribir relatos. Enseguida me sentí cómoda. Ahora bien, mis relatos han evolucionado, ahora son más largos.

¿De dónde partensus historias?
De la observación. Estoy tomando notas continuamente en una libreta. Son retazos que luego tardo mucho en utilizar.

Esas historias han sido catalogadas como fotografías de la realidad con unos personajes que pueden ser cualquier lector.
Sí, aunque no es buscado. Es la literatura que hago. No se me da bien imaginar mundos distintos o historias alejadas de la realidad. Me gusta lo que refleja mi vida, sensaciones que haya sentido.

Es literatura de momentos.
Es que nuestra vida son momentos. Es muy poco lineal y homogénea. Son momentos de la gente, robados y reformulados.

Escribiste diez relatos sobre Marguerite Yourcenar. ¿Pura mitomanía?
No soy nada mitómana. Fue un entretenimiento en una época que tenía tiempo para escribir. Después de un tiempo se los presenté a Ediciones del Cobre y les entusiasmó.

¿Ahora por quién sientes devoción?
Estoy muy interesada en el cuento canadiense: Margaret Atwood y Alice Munro. Pero soy heterogénea.

Estás con nuevos relatos, ¿puedes adelantar algo?
Son historias urbanas, como en Lugares comunes. Hay autores con capacidad para inventar, pero no es mi caso.

¿Va a probar la novela?
Aún no estoy en ello. No creo que el relato sea antesala. Es un género en sí mismo.