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Barack Zapatero Obama

Lo que podría llamarse la quiebra de broma o quiebra falsa, según se prefiera, en lo que sería una adaptación de la famosa expresión francesa drôle de guerre (guerra de broma o guerra falsa), referida al inicio de la Segunda Guerra Mundial, ha terminado. Pero la guerra de verdad, la de los recortes sociales, acaba de comenzar.

Aunque ello no prejuzga, lógicamente, el resultado de las presidenciales de noviembre de 2012, habida cuenta de la inexistencia de un potente candidato republicano en el horizonte, es lo cierto que el presidente Obama ha pasado por su propio momento Zapatero. Si en aquella conversación telefónica del 10 de mayo de 2010, fue el presidente norteamericano quien urgió a adoptar el plan de recortes que Zapatero se aprestaba a anunciar, ahora ha sido el propio Obama quien lo ha hecho, aunque para ello hiciera falta lo que hemos llamado la quiebra de broma. Es decir, el mensaje a la nación, repetido por los partidos, todos los medios de comunicación y las agencias de rating durante dos largos meses, de que EEUU se encaminaba hacia una nueva crisis el 2 de agosto de 2011, que de consumarse se llevaría otra vez por delante a una frágil economía europea y mundial, 4 años después de iniciada, en agosto de 2007, el pistoletazo de la Gran Recesión.

El paralelismo entre la evolución de España y EEUU, entre Zapatero y Obama, con las obvias diferencias existentes, no deja de ser interesante. En ambos países, el motor del crecimiento, la burbuja inmobiliaria alimentada con crédito bancario, explotó dejando al descubierto desequilibrios acumulados durante la expansión. Los dos países amasaron los déficits por cuenta corriente más grandes del mundo, del orden del 10% del PIB. Y he aquí que como resultado de esta crisis, el déficit público de ambas naciones subió como la espuma.

Obama heredó el colapso financiero y la recesión posterior de George W. Bush. Zapatero mantuvo la política económica de Aznar y contribuyó durante su primera legislatura a incrementar los desequilibrios. Con todo, su política presupuestaria logró tres superávits consecutivos (en 2005, 2006 y 2007) y mantuvo la deuda público que a finales de 2010 suponían el 60,1% del PIB, contra un 59,3% en el año 2000.

Y es aquí donde no menos asombrosamente existen paralelismos entre Zapatero y Obama. Mientras el déficit español se disparó por la crisis (caída de la recaudación fiscal y notable incremento de las prestaciones por desempleo), en EEUU ocurrió tres cuartos de lo mismo. El hecho es que ni Zapatero ni Obama han explicado esto.

¡No, señor presidente del Gobierno español, no se trata de que la ministra de Fomento Magdalena Álvarez le estuviera calentando la economía al entonces ministro Pedro Solbes! ¡No mister Obama, no se trata de que la economía norteamericana incurriera en un incontrolado gasto público! ¿Y por qué razón Zapatero y Obama han asumido con orgullo la falacia del déficit como la madre de todas las crisis? Porque ambos necesitan justificar una agenda de recortes sociales y salariales.

Obama ha pactado con los republicanos. Zapatero, que había prometido, tras los ataques de Hugo Chávez a Aznar, en noviembre de 2007, invitar al ex presidente a tomar café a La Moncloa, finalmente lo ha hecho hace pocas fechas.

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