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La caída del ciudadano Millet

El escándalo financiero del Palau, que podría ascender a 12 millones de euros, convulsiona a la sociedad civil barcelonesa

A.M. VIDAL / F. CASAS

La escena se repetía a diario. Un automóvil avanzaba por la Via Laietana, doblaba a la derecha y se paraba en la plaza de Lluís Millet. El ocupante del coche no movía un dedo. Esperaba a que el chófer descendiera del vehículo, lo rodeara y abriera la puerta. Sólo entonces bajaba y se dirigía al Palau, sede del Orfeó Català que fundó su tío abuelo en 1891. Esa fue la rutina de Fèlix Millet en las tres últimas décadas. Los vecinos contemplaban la escena y veían a un hombre trajeado, amparado por su histórico apellido y por su cargo, el de presidente del Orfeó, una de las entidades catalanas más universales. Pero aquella figura enjuta escondía a un delincuente confeso.

Una carta dirigida al juez, en la que Millet habla 'desde la penitencia más profunda', ha confirmado que en el entramado de entidades creadas entorno al Palau se dio un fraude fiscal masivo. Millet admitía haber desviado 3,3 millones de euros e implicaba a su director administrativo, Jordi Montull. La confesión detallaba que Millet compró locales que luego revendió al Palau por el doble de lo pagado, que gastó 1,3 millones de euros en reformar su casa o 300.000 euros en viajes a Maldivas o Dubai. Sin embargo, el fraude real podría alcanzar los 12 millones. Todo un escándalo habida cuenta de que en la financiación del Palau participaban las principales empresas catalanas y que el Ministerio de Cultura, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona formaban parte del patronato de la Fundació Orfeó Català-Palau de la Música. Si en su día había empujones para fotografiarse con Millet, hoy las prisas son para marcar

Pero la sospecha alcanza a muchos. Un experto en este tipo de delitos cree que la trama tendrá 'un mínimo de 10 o 12 procesados'. Entre ellos podrían estar las hijas de Millet y Montull. También se duda de la auditora de la fundación, Gabinete Técnico de Auditoría y Consultoría, y de Enric Fernández, pareja de la hija de Montull y responsable de la auditoría de la Generalitat al Consorci. 'Con operaciones de esta envergadura, se deberían haber visto anomalías', dice Joan B. Casas, decano del Colegio de Economistas de Catalunya.

Y, además, están quienes no lo vieron venir. Un cargo municipal en la época investigada por Hacienda (2004 y 2005) explica que 'cuando te venían unas cuentas controladas por un interventor, por una auditoría externa y ratificadas por las personalidades de la junta, a nadie se le pasaba por la cabeza que pudiera haber irregularidades'. 'Esto no es una empresa donde se mira cada gasto', dice un patrono. Una tercera persona asegura que las administraciones se conformaban viendo que 'el dinero lucía'.

Millet acumulaba más de 30 cargos y nadie veía nada raro en su elevado nivel de vida

Otro ex compañero de Millet, con una larga trayectoria de apoyo a la cultura, no oculta su indignación: 'Me siento estafado. Llevo años haciendo aportaciones para que este señor se pague las obras de casa'. Las comparaciones no han tardado en llegar y una persona vinculada al Palau cree que Millet 'es un caso de impostura comparable a Madoff'.

En las últimas semanas, ha quedado clara la capacidad de Millet para tejer complicidades. 'Es frío pero educado. Su principal virtud es que sabe vender el producto', explica una persona próxima al ex presidente del Orfeó. 'No hacía ningún tipo de ostentación. Su mansión era grande, pero dentro de lo normal. En las comidas, era frugal; siempre caldito y merluza hervida', añade.

Una persona que vivió en directo el flechazo entre Millet y Aznar que se saldó con la entrada del primero en la FAES catalana y con una sorprendente subvención de 13 millones del Ministerio para el Palau en vísperas de su centenario explica que Millet cultivaba sus relaciones. Cada verano, por ejemplo, se citaba para comer con el líder de CiU, Artur Mas, en Fornells (Menorca), donde ambos tienen casa. Este año, tras estallar el escándalo, Mas declinó la invitación: tomaron una copa.

Para entonces, el castillo de naipes de Millet había iniciado su derrumbe tras décadas de honorabilidad. Un responsable de Hacienda en Barcelona explica que 'nadie veía nada raro en su tren de vida porque todo el mundo da por descontado que las grandes familias burguesas tienen patrimonio familiar'. Además, constata que 'en la alta burguesía catalana hay una tradición secular de fraude fiscal'.

'Pensaba que esto no saldría nunca. ¿Cómo pudo ser tan ingenuo?', dice un allegado

El propio Millet, que acumulaba más de 30 cargos, describía hace poco el ambiente de confraternidad en la vieja sociedad civil barcelonesa: 'Somos unas 400 personas, nos encontramos en todas partes y siempre somos los mismos'. Ahora, un histórico de la elite barcelonesa se lamenta así: 'Nos costará mucho trabajo recuperar el prestigio'.

En pleno hundimiento, queda por ver si Millet acabará en prisión, algo que fuentes jurídicas dan por hecho. Y en el aire flota la pregunta que ha expresado una persona que le conocía bien. 'Está hundido, pensaba que nada de esto saldría nunca. Me pregunto cómo pudo ser tan ingenuo'. La respuesta está clara: él iba al Palau con chófer, era un señor de Barcelona, todo un Millet.

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