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Una cocinera apeada a la fuerza del mundo laboral

Flori Sánchez, 51 años. Pensionista

PAULA DÍAZ

“La leche, el pescado, la carne...todo eso era del día, pero los chorizos y demás embutidos me los llevaba de casa. ¡Podía dar de comer a más de cien personas!”, exclama Flori Sánchez, vallisoletana de 51 años. Ella fue la encargada –por voluntad propia– de cocinar para los caminantes de la ruta de la Marcha Popular Indignada, que llegó a Madrid el pasado 23 de julio desde el noroeste español. El motivo de la indignación de Flori surgió de un conflicto con la Seguridad Social. “Me peleo con ellos para que me digan qué trabajo puedo hacer para ganarme la vida”, lamenta. “Soy una pensionista activa. Tuve un accidente siendo autónoma y ahora no tengo ni pensión completa ni posibilidad de trabajar en mi profesión”, se queja.

Ella, separada y madre de cuatro hijos –todos mayores de edad–, tiene una pierna reconstruida y problemas de corazón. Con ese expediente, sus visitas al médico son habituales. Aun así, Flori no dudó a la hora de sumarse a la acampada de Valladolid. “Aunque hubo días en que me encontraba peor de salud, sólo pensaba en salir de la consulta para volver a la plaza”, recuerda. Cuando se organizó la marcha, cambió su coche por una furgoneta para poder seguirla ejerciendo de almacén y coche escoba de los marchantes. “Si pudiera ir atrás, volvería a unirme al 15-M”, asegura. Porque su deseo es no depender nunca de sus hijos, sino ayudarles a ellos. “Es mi deber como madre”, concluye.

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