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Los daños colaterales de la guerra de Rajoy

Protagonistas de la confrontación contra el Gobierno viven sumidos en la división interna

MIGUEL ÁNGEL MARFULL

'Han perdido el agua en el que nadaban; no hay una estrategia de crispación en este momento, y esas organizaciones pierden pie fácilmente'. Fermín Bouza, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, analiza de esta manera los profundos cambios, teñidos de problemas internos, que atraviesan algunas de las siglas que protagonizaron las duras movilizaciones contra el Gobierno socialista durante la primera legislatura presidida por Rodríguez Zapatero.

Dos de las asociaciones que lideraron las protestas viven a caballo entre la división y la transformación hacia estrategias más templadas. Son la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y el Foro Ermua. Uno de los principales altavoces de sus reivindicaciones, la cadena COPE, busca ahora un futuro aparentemente menos escorado hacia la radicalidad después de desprenderse de sus locutores más histriónicos. Su propietaria, la Conferencia Episcopal, ha relajado las formas en sus criticas a la política de un Gobierno que le ha favorecido en sus fuentes de financiación.

Ciutadans, un partido político surgido en el río revuelto de las movilizaciones al calor del desafecto hacia la política y los políticos, camina hacia la práctica disolución tras cosechar un estrepitoso fracaso en las últimas elecciones europeas.

¿Qué ha ocurrido? Bouza cree encontrar una explicación en un cambio de rumbo adoptado también por el PP: 'Estas organizaciones cumplieron una función en el contexto de un Partido Popular muy movilizado en la línea dura durante la legislatura 2004-2008, pero esto se acabó. Rajoy ha intentado desactivar estas cosas porque sabe que le han hecho daño y, en ese sentido, se han quedado sin el oxígeno de un partido hermano'.

El PP no convocó ninguna de las nueve concentraciones contra la política antiterrorista del Gobierno que se convirtieron en una escenificación multitudinaria de rechazo a Zapatero, pero las secundó todas. El partido de Rajoy también cerró filas con los organizadores de las movilizaciones avaladas por los obispos contra la ampliación de derechos que acabó con la discriminación que sufrían las parejas homosexuales en el Código Civil.

Ni siquiera quedan los rescoldos de estas hogueras públicas en las que se trató de quemar la imagen del Gobierno. La victoria del PSOE en las elecciones generales de 2008 apagó las llamas hasta hoy.

'Las manifestaciones ayudaron a estabilizar el voto más ideológico del PP explica Bouza, pero esta estrategia contribuye a que el adversario se movilice también. El PP se dio cuenta de que crispando no se puede ganar, y retiró sus fuerzas de choque', concluye este politólogo, para justificar la deriva de algunos de los protagonistas de la política de pancartas contra Zapatero.

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