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El erotismo turbio de Morábito

El poeta educado en Italia debuta en la novela con una historia de encuentros y desencuentros

TONI POLO

'Soy cuentista y el cuento tiene más que ver con la poesía que con la novela'. Quizá por eso el autor instalado en México Fabio Morábito (Alejandría, Egipto, 1955), comenzó su primera novela, Emilio, los chistes y la muerte (Anagrama) como un cuento para niños. Nada que ver con el resultado final: 'Es una novela con un importante componente erótico', reconoce abiertamente Morábito.

Emilio, de 12 años y con una memoria prodigiosa, pasea cada día por un cementerio y conoce a Eurídice, una mujer de más de 40 años cuyo hijo, de la misma edad que Emilio, murió medio año antes. Así empieza una historia en la que confluyen distintos personajes en un escenario onírico, mágico, como es un cementerio. Allí el preadolescente trata de descubrir los secretos del sexo y de abrirse a la vida.

Anomalías para salir a flote

'Retrato soledades que se van encontrando', resume Morábito. En ese sentido, son un reflejo de la sociedad: 'En el fondo, en esta sociedad tan apresurada y tan consumista, estamos solos'. ¿Pesimismo? Sí, pero en el sentido abierto del término. 'Hemos llegado a un punto en el que lo que nos puede parecer anómalo, anormal, patológico, es la verdadera salida a tantos males que nos aquejan: a tanto aburrimiento, a tantas frustraciones, a tanta rutina. De repente, lo que nos conecta de nuevo con la vida es lo que a menudo podemos considerar peligroso. Siempre he creído en la capacidad de redención de los escenarios anómalos'.

Todas esas frustraciones están presentes en todas las soledades que recorren la novela: la mujer tras la pérdida del hijo, el niño que mata el tiempo memorizando los nombres de las lápidas, el policía aburrido, los padres separados delniño, el monaguillo con cara de niña... 'La mujer [Eurídice] es la que me dio el compás de la novela', reconoce el autor. 'Si sólo hubiera encontrado al niño, habría sido un cuento. Ella le da la amplitud que requiere una novela'.

Inverosímil pero realista

Cierta inverosimilitud no está reñida con el realismo del libro. 'No hay nada fantástico. Emilio ronda con un artilugio que se supone que captura chistes, pero todo en la trama tendrá su explicación'. El poeta hace un 'esfuerzo imaginativo' al principio de la novela, precisamente 'para que el lector se lo crea, como me lo creí yo'. Lo que tiene que creerse el lector es que una mujer le permita a un niñoverla 'hacer pipí' o besarle los pechos. 'El trauma de haber perdido a su hijo la justifica, sin convertirla en una loca ni en una pervertida, lo que frivolizaría la historia'. El lector avanza en una lectura plagada de episodios de un 'erotismo turbio', en palabras del editor Jorge Herralde, incluso con un cierto incesto aleteando por las páginas. Pero con una naturalidad pasmosa.

Al final de la novela, asoma algo de Tom Sawyer en la gruta de Joe el Indio. Son resquicios de la idea original e infantil, como el título, que el autor ha querido mantener, omitiendo cualquier referencia al factor erótico. No se trata de influencia de Mark Twain, en este caso, sino de un episodio concreto de la aventura de Tom Sawyer. Porque Morábito no reconoce influencias estilísticas de nadie en concreto, sino de pasajes desordenados de sus lecturas igualmente de-sordenadas. 'He leído mucho y de todo, sin ningún orden. Es difícil dar nombres. Sí cito a Mammet o a Kafka, pero desde un punto de vista vital, más que literario'. Aunque, como italiano educado en Milán, no niega a los grandes cuentistas patrios: Buzzati, Svevo, Calvino, Levi... De momento, Morábito seguirá escribiendo cuentos y poemas. 'Necesito alternar cuento y poesía', dice. Así que su recorrido por la novela se va a quedar en esta, la primera, que él mismo acaba por definir 'un cuento largo'.

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