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Escarbando iglesias en la roca

Los eremitorios del valle de Valderredible, entre Cantabria y las provincias de Palencia y Burgos, parecen sacados de la Tebaida egipcia o de la Capadocia turca.

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La iglesia de Santa María de Valverde, en el pueblecito del mismo nombre, se muestra al viajero excavada hace mil años en una gran peña arenisca. En el exterior, una espectacular espadaña románica se enseñorea sobre la propia mole rocosa. El interior de la cueva ha sufrido numerosas ampliaciones horadándose la piedra hasta conseguir una gran armonía dentro de su asombrosa rusticidad. Consta de una nave central con varias bóvedas de cañón y cinco cámaras dispuestas en la pared opuesta a la entrada. A través de tres vanos podemos acceder a este espacio ancestral, en un viaje vertiginoso, y casi místico, en el tiempo.

Los fieles, durante la liturgia que aún hoy se sigue celebrando, se situan en la nave central de este sorprendente templo rupestre, separados por pilares que sostienen bóvedas de cañón. El sacerdote dice misa desde un presbiterio separado por un gran arco de herradura. El tiempo parece flotar detenido. Ya en el exterior, podemos contemplar una zona de sepulcros con tumbas antropomorfas y sarcófagos labrados en la roca.

Es ésta una buena manera de comenzar un periplo que nos llevará al encuentro de los más increíbles eremitorios de Valderredible, una comarca compartida entre Cantabria y el norte de las provincias de Palencia y Burgos.

Muy cerca de la iglesia de Santa María de Valverde abre sus puertas el Centro de Interpretación del Rupestre, que recrea una cueva artificial, y en el que el viajero curioso puede hacerse una idea bastante aproximada de todo lo relacionado con el mundo rupestre y con sus principales protagonistas: los anacoretas. En las distintas salas podemos encontrar desde la celda de un ermitaño hasta una sala mozárabe, pasando por los dos tipos de necrópolis: las de tumbas antropomórficas y las de lajas. El recorrido por el Centro finaliza con la proyección de un audiovisual que explica los antecedentes y el contexto histórico del fenómeno eremítico de la comarca de Valderredible.

Continúa el viaje y son las espadañas las que nos avisan de la existencia de todo un mundo subterráneo que fue excavado por varias generaciones de anacoretas entre los siglos VI y IX.

Acercándonos al Ebro, y pasando por el pueblecito palentino de Berzosilla, se alcanza Puente del Valle, un enclave que guarda las importantes necrópolis e iglesia semirrupestre de San Pantaleón, a las que se accede por una escalera tallada en la roca. Entre bosques de robles, verdes prados de montaña y tranquilas aldeas, el viajero parece perdido en algún siglo lejano.

Avanza el Ebro meandro tras meandro, esforzándose en un lento zigzag. Y de repente nos topamos con Campo de Ebro y su iglesia rupestre de San Miguel. De una sola nave, planta rectangular y arco de medio punto, se dice que en ella pudo estar enterrado san Millán.

Ya se empiezan a vislumbrar en el horizonte los burgaleses cañones del Ebro, y la estrecha y poco transitada carretera pasa, después de haber dejado atrás Polientes, junto a la iglesia de Cadalso, que deja entrever su sencillo interior a través de las rejas que protegen sus vanos.

Llegamos entonces a Arroyuelos. En esta diminuta aldea se halla la iglesia de los Santos Acisclo y Victoria. Excavada a golpe de azuela en el interior de una aislada peña de roca arenisca, es una de las más notables de toda la comarca y presenta dos pisos. El inferior tiene dos naves separadas por arcos de medio punto que descargan sobre un único pilar. A la cabecera se accede pasando por debajo de un arco de herradura.

A unos tres kilómetros tan sólo de este delicioso enclave, pero ya dentro de la provincia de Burgos, aparece Presillas de Bricia. En sus inmediaciones se yergue solitaria una gran roca arenisca en la que los anacoretas excavaron una espectacular iglesia rupestre de gran complejidad e importantes dimensiones. Orientada hacia el oeste, la llamada iglesia de San Miguel presenta dos alturas, con un piso inferior de tres naves con sus correspondientes cabeceras y altares de bloque. Dos columnas que sostienen un par de arcos de medio punto separan las naves entre sí. Una escalera tallada en la piedra permite el acceso a un piso superior con tribunas que se levantan sobre el potente muro externo. Desde el exterior, una enorme mole rocosa desafía al viajero, coronada por dos torreones en cuyo interior se encierra este subyugante eremitorio rupestre.

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