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"Quería buscar la identidad en el terreno del horror"

El canadiense Denis Villeneuve refleja el fanatismo y el odio de la guerra en ‘Incendies’, que se estrena hoy en España.

JESÚS ROCAMORA

Cuenta el director canadiense Denis Villeneuve que la primera vez que vio la obra de teatro Incendies “tuve la misma impresión que cuando vi por primera vez Apocalipsis Now: me quedé sin aliento”. La fuerza de la pieza teatral del libanés Wajdi Mouawad y su impacto emocional “me dieron en plena cara. Cómo se pudo llegar a hablar con esa fuerza poética sobre el horror”.  Tanto una como otra tienen fundamentalmente un punto en común: dos viajes identitarios e íntimos a través de un escenario marcado por la guerra. “Hay películas y obras que uno cuando las ve y sale de ellas, uno camina por la calle en silencio durante minutos y minutos. Y que viven en nosotros durante días seguidos. Apocalipsis Now es la película que más he visto en toda mi vida y la que más me ha impactado, esa idea de búsqueda de la identidad a lo largo del terreno de horror”.  Incendies (candidata al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, que finalmente se llevó la danesa En un mundo mejor) arranca con una familia, los Marwan, instalados en Canadá pero con raíces en Libia. Tras la muerte de la madre, dos gemelos reciben un legado consistente en dos cartas dirigidas a dos personas de cuya existencia no tenían noticias: un padre que creían muerto y un hermano completamente desconocido. A partir de ahí, Jeanne Marwan (Mélissa Désormeaux-Poulin) emprende un viaje a Oriente Próximo para ahondar en el pasado de su madre, lo que le llevará a conocer las raíces de su propia familia, que se hunden en el odio. Del conflicto familiar, Incendies salta al de una sociedad (la libanesa, aunque el filme no lo dice explícitamente) y a un escenario explosivo, como es Oriente Próximo. “Lo que me ha parecido fantástico de toda la propuesta de Mouawad es la idea de transmitir la cólera a través de un conflicto, de una familia y de una sociedad. La intimidad, lo social y lo político funciona a distintos niveles, y para mí esas son esas las historias más poderosas”, explica Villeneuve. El canadiense tuvo carta blanca para adaptar el texto teatral. “Wajdi me dio los derechos de adaptación con la condición de que me apropiase totalmente de la obra. Me dio ese gran regalo de poder cometer errores”, cuenta. Con el autor en París y el océano Atlántico entre ambos, Villeneuve se encargó de destrozar la belleza del texto original. A partir de algunas claves ("pasajes de la Biblia, fotos y otras llaves para entrar en la obra”), el director se encargó de desnudar en lo posible el trabajo ya hecho. Eligió un reparto a partir de actores profesionales y no profesionales, utilizó la luz natural y sus sombras y cambió las palabras por el silencio para “asesinar todo lo que era teatral. Incluso algunas imágenes por bonitas. He conservado los personajes principales, la estructura dramática, que he adaptado mucho para el cine porque aquí se trabaja de otra manera completamente distinta con el espacio y el tiempo. He reinterpretado las ideas de Wajdi a través del cine”, afirma.  A la hora de reflejar un conflicto bélico y religioso de la zona, Villeneuve toma distancias. De ahí que no se nombre nunca el conflicto libanés, para dejar que el espectador interprete la historia. Asegura que el espectador debe entender que “la situación es demasiado compleja como para simplificarla en polos maniqueístas”. En su opinión, “la religión no es el problema, si no la relación de poder que se ejerce a través de la religión. Es un conflicto de enorme complejidad,  y cuánto más leí e investigué sobre el conflicto libanés, menos iba comprendiendo. Hay un conflicto con 17 puntos de vista, 17 verdades que confluyen. Sin querer desorientar demasiado al espectador, no quería darle pistas, descarrilarle demasiado, sino que entendiera lo complejo que resulta”. Incendies funciona como un bofetón: puede que el dolor se vaya, pero la impresión se mantiene en la piel después de verla. Algo que a Villeneuve le enorgullece. “Mi objetivo era llegar a la altura, al menos un poquito, de la obra de teatro. Recuerdo que en la sala de teatro no había aire, se sentía un silencio sagrado. Las ideas de Wajdi Mouawad son tan fuertes, que cuando la gente me dice que la película les ha impactado siento cierto alivio: al menos he podido hacer algo de honor a ese regalo tan enorme que esa obra de teatro que él me permitió adaptar”.

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