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Los yankees que trabajaron para Stalin

Miles de estadounidenses se fueron a la Unión Soviética en los años 30, pero muchos de ellos acabaron en el gulag

GUILLAUME FOURMONT

Josef Stalin ya llevaba siete años en el poder cuando, el 7 de noviembre de 1929, pronunció estas palabras: 'Estamos convirtiéndonos en el país del metal, del automóvil. Cuando lo consigamos, que esos señores capitalistas, tan orgullosos de su civilización, intenten superarnos'. Nada ni nadie iba a impedir al hombre de acero convertir a su país en una potencia industrial mundial. Para conseguir su objetivo, Stalin incluso fichó a obreros estadounidenses.

La crisis de 1929 puso en tela de juicio el sistema capitalista y el modelo de bienestar que prometía a la sociedad: en Estados Unidos, el número de parados pasó de 1,5 millones en 1929 a 12 millones en 1932, entonces el peor año del país para la industria y el sector financiero. Washington aún no había reconocido a la URSS, aunque la agencia comercial soviética (AMTROG, en sus siglas rusas) tenía oficina en Manhattan y, en 1931, publicó ofertas de empleo.

Además de militantes comunistas, miles de estadounidenses aún se desconoce la cifra, aunque algunas fuentes hablan de 100.000 emigraron al país donde el paro supuestamente no existía.

Poco se sabe de la vida de estos camaradas nacidos en la cuna del capitalismo. En el libro The Forsaken (Los olvidados), el británico Tim Tzouliadis retrata por primera vez el día a día de los yankees. Entre ellos, Thomas Sgovio, estudiante de pintura que vivió más de 30 años en la Unión Soviética. Llegó con su padre, y ambos fueron arrestados y deportados. Thomas pasó 25 años en cautividad.

Había que acostumbrarse a una sociedad sin capitalismo ni Iglesia dos pilares de EEUU, pero los principios fueron muy positivos. Bajo el sol de Moscú, los estadounidenses se reunían en el parque Gorki, donde jugaban al béisbol y organizaban conciertos de jazz. Nació el Moscow News, semanal en inglés.

Y empleos no faltaban. La prioridad de Stalin era el desarrollo de los medios de producción y de la industria. La colectivización forzosa de las tierras empezó en 1929; el homo sovieticus debía ser urbano, obrero. El país cambió radicalmente: se construyeron el metro de Moscú, rascacielos, nuevas ciudades, presas, fábricas... En 1940, la Unión Soviética se convirtió en el tercer país más industrializado del mundo. El precio fue caro.

Cuando, en 1931,elAMTROG publicó sus ofertas de trabajo en Nueva York, Stalin ordenó el aumento de la jornada laboral. Todo aquel que llegaba al trabajo con diez minutos de retraso era enviado al gulag. La administración que gestionaba los campos de trabajos forzosos era un empleador importante. En 1934, empezó lo que se llamó el Gran Terror, promovido por el propio Stalin.

Tras la detención de su padre, Thomas Sgovio quiso regresar a EEUU. El 21 de marzo de 1938, el joven, de 21 años, acudió a su embajada, en la calle Mokhovaia, para pedir un pasaporte. Nada más salir, Sgovio fue detenido por el NKVD, la policía política. Se celebraban los Juicios de Moscú, que condenaban uno tras otro a los antiguos compañeros de Stalin. El embajador estadounidense en la capital rusa, Joseph Davies, dijo en 1937 que 'una experiencia maravillosa se estaba llevando a cabo en la Unión Soviética' y no comentó nada de las desapariciones de sus compatriotas.

El Gran Terror costó la vida a más de 600.000 personas y un centenar de miles fueron deportadas a campos de trabajos. Thomas salió en 1963 y regresó a EEUU. Los familiares de los desaparecidos pidieron el respaldo de la Casa Blanca, aunque Franklin D. Roosevelt, quien había reconocido a la URSS en 1933, no quiso ofender a Stalin, su aliado durante la Segunda Guerra Mundial.

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