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El primer mártir del cementerio nuclear

El socialista Luis Calvo permaneció secuestrado durante 30 horas

LUIS DÍEZ

Una revuelta popular impidió al Gobierno de Felipe González dar el primer paso para instalar un cementerio nuclear en el macizo granítico de Aldeadávila, en las Arribes del Duero (Castilla y León). El simple anuncio de que se iba a estudiar la impermeabilidad del granito a la radiactividad llevó a las gentes de las comarcas de Ledesma y Vitigudino a responder bravamente. Se sucedieron los episodios de violencia y el vicepresidente de la Diputación, el socialista Luis Calvo Rengel, sufrió la furia antinuclear, fue retenido durante 30 horas en el Ayuntamiento de Aldeadávila y estuvo a punto de ser linchado cuando, paradójicamente, acudía a comunicar la oposición de su partido al proyecto.

Una multitud enfurecida frenó el primer intento de almacén, en 1987

Veintitrés años después, el debate suscitado por la instalación de un almacén temporal de residuos nucleares en alguno de los 14 municipios que han presentado su candidatura aviva el recuerdo de Calvo Rengel (Salamanca, 1931) sobre lo ocurrido entonces. En abril de 1987 año electoral saltó la noticia de que el Gobierno central iba a instalar un laboratorio experimental de residuos radiactivos en Aldeadávila, financiado por la Comunidad Europea.

'Una maldición'

El rechazo de los campesinos fue inmediato. 'La energía nuclear', recuerda Calvo, 'era percibida como una maldición, la ruina para la ganadería de la zona'. Varios topógrafos de la Diputación que tomaban datos para hacer una carretera fueron expulsados cuando trabajaban entre Barruecopardo y Aldeadávila. Cuatro empleados de Iberduero que inspeccionaban en un Land Rover las líneas de alta tensión también sufrieron la ira de los campesinos, que les obligaron a bajar del coche y lo tiraron por un barranco.

El socialista Luis Calvo fue retenido durante 30 horas

Los partidos que entonces formaban el centroderecha político (UCD y AP) no dudaron en acusar al PSOE de nuclearizar la zona y azuzaron la oposición al proyecto con resultado positivo para el entonces candidato de AP a la presidencia de Castilla y León, José María Aznar, quien también se oponía al proyecto y acabó derrotando al socialista Juan José Laborda.

Los socialistas salmantinos se sentían acorralados y presentaron una moción contra el proyecto en el pleno de la Diputación. La dirección del PSOE provincial adoptó un acuerdo en los mismos términos y apoyó a sus alcaldes. Pero la propaganda contra ellos era tan fuerte, y la exaltación popular tan alta, que no bastaba hacerles llegar las resoluciones. Fue entonces cuando Calvo Rengel que había encabezado el movimiento contra la instalación en Juzbado de una fábrica de combustible nuclear reunió la documentación de aquella lucha para informar a sus compañeros.

Era el 3 de abril cuando, terminada la jornada, Calvo y su conductor, Jesús Ballesteros, pusieron rumbo hacia la zona. Calvo llevaba fotocopias de las resoluciones de la Diputación y del PSOE contra el laboratorio de residuos radiactivos en Aldeadávila. En Villarino les esperaba el alcalde socialista, Luis Filgueira. 'Me señaló el riesgo de seguir hasta Aldeadávila', recuerda Calvo.

Cuando llegaron al pueblo, Calvo se dirigió al Ayuntamiento, expuso el contenido de la documentación ante el alcalde y los concejales que se encontraban reunidos y, cuando se disponía a salir, se encontró en el portal con siete individuos que le agarraron por el cuello y le empujaron por unos escalones hacia un salón de actos. El conductor, que le esperaba en el coche, acudió de inmediato. Al oír gritos, bajaron el alcalde y los concejales. De pronto, las campanas comenzaron a tocar 'a rebato' y, en pocos minutos, la plaza, hasta entonces desierta comenzaba a nevar se llenó de vecinos. 'Han cogido a un pez gordo', se decían unos a otros.

Comenzaba así la historia de una retención que duró 30 horas. Calvo, refugiado tras una mesa, en el fondo de aquel salón, flanqueado por el alcalde Mata y por su conductor, Ballesteros, soportó toda clase de insultos, amenazas e imprecaciones de las personas que abarrotaron el lugar e intercambiaba miradas con los mandos, desarmados, de la Guardia Civil. En vano trataba de explicar que había acudido a manifestar su oposición al proyecto. Los insultos a él, al Gobierno socialista y al presidente González se sucedían, 'pues todos éramos culpables de querer matarlos a ellos y a sus familias. Tal era el estado de intoxicación mental', recuerda Calvo, 'que no había razonamiento alguno sino improperios y amenazas rematadas con el Cara al sol'.

Durante toda la noche fueron llegando a Aldeadávila vecinos de otros pueblos. La plaza era un hervidero. Desde Madrid llegó un equipo de TVE para informar de lo que estaba ocurriendo. También una hija y un hijo del secuestrado, que seguía recibiendo amenazas. Un tipo que había entonado el himno falangista, vecino de Vilvestre, le dijo: 'Te conozco bien y te tengo que matar; aquí quien hace falta es Franco para acabar otra vez con vosotros los socialistas'. Otro golpeó con su muleta en la cabeza al hijo de Calvo.

A la una del mediodía se organizó una gran manifestación, en la que participaron unas 12.000 personas al grito de 'el pueblo unido jamás será vencido'. Pasaban las horas y el secuestro proseguía, aunque en mejores condiciones, debido a que Calvo, su conductor y los hijos de aquel habían logrado refugiarse en un despacho. Sobre la una de la madrugada, los antidisturbios despejaron la plaza lanzando pelotas de goma y botes de humo, y le liberaron.

El Gobierno socialista suspendió el proyecto y hoy Calvo, con 78 años, puede contarlo a sus cinco hijos, ocho nietos y un biznieto. No les dice que entonces algún dirigente le amenazó con expulsarle del PSOE por su militancia antinuclear y que entonces Alfonso Guerra le llamó: 'Estate tranquilo, Luis, que antes me expulsan a mí que a ti'.

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