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Raíces de hierro

El escultor quería ser recordado en la finca Zabalaga de Hernani

POR MIRIAM QUEROL

Chillida Leku es una escultura en sí misma. Un bosque modelado por hayas, robles, magnolios y monumentales obras de hierro que el tiempo tiñe de un óxido anaranjado, en contraste con el verdor del prado. Chillida Leku quiere decir 'paisaje de Chillida', y es la consecución de un sueño utópico del propio escultor: 'Encontrar un espacio donde descansen las esculturas y que la gente camine entre ellas'.

Hoy, esta utopía parece un acontecimiento más de la naturaleza, y las obras del escultor vasco se perciben como la materialización del tiempo. 'Chillida nos enseña a ver el hierro y la tierra, el óxido y la lluvia, y a percibir que el tiempo es una dimensión del espacio', explica el crítico de arte Kosme de Barañano.

El Museo Chillida Leku, a pocos kilómetros de San Sebastián, es acogedor y tranquilo. Está situado en la finca Zabalaga, propiedad de Chillida y su mujer, Pilar Belzunce, desde los años ochenta. Aquí, Chillida encontró su 'sitio', echó raíces 'como un árbol que está adecuado a su territorio'. Al principio, usaba este espacio para someter a sus obras al proceso de oxidación hasta que las exhibía en los museos o las vendía. Pero el artista sabía que esta era la mejor sala de exposiciones. En 2000 se inauguró el museo, que impresionó por su belleza primitiva.

La finca está compuesta por 12 hectáreas de jardín y un caserío del siglo XVI 'con vocación de catedral', según lo describió Chillida. En el interior, las grandes estancias, los ecos, la piedra y el vacío son el mejor escenario para una gran colección de papel y pequeñas esculturas. El exterior está dominado por obras gigantescas expuestas a la voluntad de la naturaleza. Es la Colección Chillida: 300 obras de papel y casi 400 esculturas.

Hay muchas maneras de acercarse a este peculiar museo: una visita guiada privada, un concierto, una conferencia, un concurso, un espectáculo de danza, un recital de poesía Chillida Leku es un espacio abierto al público. Aquí, el arte se escapa de las vitrinas. Las esculturas exteriores se pueden tocar porque no son sólo obras de arte, sino un escenario de arte.

Este verano, el museo muestra la exposición temporal De música callada, donde se establece una relación entre la musicalidad de la poesía, la escultura y la mística. Para ello se intercalan las poesías de José Ángel Valente, San Juan de la Cruz y San Agustín con los dibujos y las esculturas.

Probablemente, tras conocer el Chillida Leku, el visitante sienta la necesidad de indagar más sobre la relación del escultor con el arte y la naturaleza. Cerca del museo, en los acantilados del monte Igeldo, encontrará los tres interrogantes de acero erigidos junto al Cantábrico por el escultor.

Escogió este lugar, al final de la playa de Ondarreta, porque acudía allí para sentir el poder del mar encarándose contra las rocas. La visión del Peine del Viento recuerda la manera en que el artista definía su creación: 'El asombro ante lo que desconozco fue mi maestro./ Escuchando su inmensidad./ He tratado de mirar, no sé si he visto'.

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