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Un tipo con mucho genio

Jim Jarmusch presenta 'Los límites del control', una película con la que el director estadounidense llama al espectador a que se entregue a la imaginación sin concesiones. El filme fue rodado el pasado año entre Madr

SARA BRITO

Jim Jarmusch ha querido jugárnosla. Al salir de Los límites del control el mundo aparece ligeramente trastocado. Sobre las cosas, existe la sombra de una sospecha. Uno piensa: juraría que en ese bar era otro el camarero, y a unos metros del Teatro Principal de San Sebastián no había ni un oso de peluche gigante, ni una vaca amarrada con cadenas.

Todo apuntaba a la revisión médica, cuando el mismo Jarmusch se encarga de aclarar la jugarreta en unas notas de producción: 'Queríamos crear algo muy sensorial para que el público al salir del cine pudiera ver los objetos de otra forma'. Vaya, será eso.

'Me pregunto por qué es todo tan convencional', apunta indignado

Jarmusch (Ohio, EEUU, 1953) tiene la voz grave y el ritmo pausado cuando habla. En la solapa de su chaqueta negra, una chapa de Buster Keaton parece un guiño a la improvisación con la que ha jugado en su último filme, presentado ayer en la Sección Zalbaltegi del Festival de San Sebastián. Los límites del control es una película entregada a desbaratar expectativas, con la que el de Ohio ha querido dejarse llevar, sin dejar de someterla a una estructura de hierro. 'Con Christopher Doyle (el director de fotografía) es muy fácil perder el control, él es incontrolable y siempre me discutía y me hacía ver que hay miles de maneras de hacer las cosas', afirma. 'En mi trabajo soy un esclavo del control, pero en esta película me he liberado más. Por eso no creo en el cine de autor, el cine es un arte de colaboración', reconocía ayer.

Durante hora y media seguimos en la pantalla a un personaje silencioso y solitario (Isaac de Bankolé) que recorre España con una misión de la que poco se sabe, y a la que tampoco contribuyen a aclarar demasiado ninguno de los personajes que se reúnen con él mientras hablan de arte y toman café.

El director de Dead Man dice que ha hecho 'un filme de acción sin acción, un drama con personajes que son abstracciones sin nombre ni pasado'. Algo así como un acto de resistencia contra las interpretaciones cerradas, después de un filme más convencional como Flores rotas.

En el reparto coral, aparecen Luis Tosar, Tilda Swinton y Gael García Bernal

¿Lo quieren blanco y en botella? Por favor, no hagan enfadar a Jim Jarmusch, que el señor tiene su genio: 'Me pregunto por qué es todo tan convencional', apunta indignado. 'Qué pasaría si El reportero, de Antonioni una referencia tangencial en el filme se estrenara ahora. La gente quizás diría: Oh esto es demasiado complicado, no quiero tener que pensar. Los límites del control no es un ejercicio intelectual, es un pequeño viaje donde tienes que averiguar qué está pasando'.

El asunto, desde luego, no es apto para los que se desquician con las repeticiones o los que quieren el bistec bien masticado. El filme responde a un esquema de variaciones. Recuerden a Bach o quizás a los minimalistas como Philip Glass. 'Estructuré el filme en variaciones, que para mí es la forma más bella de expresión. Pasa en la música, pero también en la moda, en la arquitectura Es algo muy hermoso que he usado antes'.

Así, y siguiendo instrucciones Isaac de Bankolé, siempre pedirá dos cafés en cada uno de los encuentros que tiene con una galería de personajes excéntricos. Todos (Luis Tosar, Tilda Swinton, Gael García Bernal, John Hurt, Youki Kuboh) le preguntarán si habla español, todos le entregarán una caja de cerillas y 'todos le hablarán de cosas que les gusta hacer con la imaginación', apunta Jarmusch. El esquema se repite una y otra vez. Primero en Madrid, luego en Sevilla, más tarde en Almería.

'Sí, me gusta el realismo y el neorrealismo, pero el artificio es bello'

'Usa la imaginación y tus aptitudes'. La frase se la dice el personaje de Alex Descas al hombre solitario en los primeros minutos de metraje. Pero, cuidado, la advertencia va también para el espectador. 'Me aburre que nos estén diciendo todo el tiempo cómo son las cosas, no tiene por qué ser así. La imaginación puede resolverlo todo. Espero que la protejamos, es lo más poderoso que tenemos', afirma tajante.

Así que no esperen ninguna explicación de Los límites del control. Precisamente, la película se abre con un verso de Rimbaud: 'Mientras descendía por ríos impasibles, sentí que los remolcadores dejaban de guiarme'. Mejor, como propone el poeta, entren en trance. La música psicodélica que ha creado el propio Jarmusch les echará una mano.

'La imaginación es lo más poderoso que tenemos', afirma tajante

'Intentamos retirar todo lo que se espera de una película. Porque me aburre demasiado el cine que se hace sólo para satisfacer las expectativas de la gente. Es típico aquello de: ¿Qué espera la gente? Démosle lo que esperan. Nosotros nos preguntamos todo lo contrario: Qué es lo que la gente espera, y eso fue lo que quitamos', explica.

Así que dispuesto a dinamitar toda expectativa, Jim Jarmusch y su pelo blanco y tieso se plantaron en Madrid el año pasado para rodar en el edificio de Torres Blancas que había conocido hace 20 años y donde tiene un apartamento su amigo y asesor en el filme, Chema Prado, director de la Filmoteca Española. Luego marchó a Sevilla, 'la ciudad visualmente más atractiva del mundo', apunta, y de ahí a Almería, 'que todos conocemos por los spaguetti-westerns'.

Para Jarmusch, 'España es parte de la idea desde el principio. Pero no por ninguna razón por la que pueda ser muy explícito, todo el proceso de hacer la película fue muy intuitivo', aclara. Lo fue también la elección de Isaac de Bankolé, primera cosa que se le vino a la cabeza. 'Quería que Bankolé con quien ya había trabajado en Ghost Dog o Coffe and Cigarettes, encarnara a un personaje silencioso, algún tipo de asesino con una misión misteriosa'. Algo muy al estilo de El silencio de un hombre, de Jean-Pierre Melville.

El solitario se moverá entre reflejos, aparecerá en espacios geométricos, marcos, círculos. 'Intentamos crear un estilo contundente, como en A quemarropa, de John Boorman, porque creo en el artificio en el cine, es algo que hemos querido celebrar con esta película', insiste. 'Sí, me gusta el realismo y el neorrealismo, pero el artificio es bello. Quisimos impactar en cada plano'.

Así que, tranquilos, no se extrañen si al salir del cine creen que la cosa podría ser un sueño. 'En el filme el personaje de Tilda Swinton dice que no es capaz de distinguir si recuerda una imagen de un sueño o si la ha visto en una película. Es la de un pájaro volando dentro de una habitación llena de arena, una imagen muy onírica, desde luego, pero que viene en realidad de La zona, de Tarkovski', matiza. 'Me gusta esa idea de esa confusión entre cine y sueño'. Es de agradecer, Jarmusch nos la ha vuelto a jugar.

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