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"Quería haber rodado una película sobre Jesucristo"

Alejandro Amenábar. Cineasta. Vuelve a la carga con 'Ágora', unaproducción épica sobre los últimos días del Imperio Romano

CARLOS PRIETO

Otiene la tensión baja o es un guerrero zen. Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) estaba ayer tan tranquilo que parecía el entrevistado equivocado. No acababa de quedar claro si el que estaba delante era un profesor de yoga o el hombre que acaba de gastarse 50 millones de euros en una película, Ágora, que el viernes recibirá el veredicto de los espectadores. Al director de Los otros no sólo no le temblaba ayer el pulso, sino que no tuvo reparo en admitir que Ágora podía haber sido todavía más grandiosa: se le pasó por la cabeza mezclar la historia de la astrónoma Hipatia con la de Jesucristo. Eso por no mencionar que está barajando hacer una película sobre, redoble de tambores, la teoría de la relatividad. Ahí queda eso.

En Ágora Hipatia responde al cortejo de uno de sus alumnos regalándole un pañuelo con sangre de su mestruación. Brusco modo de darle calabazas, ¿no?

Es un hecho histórico. 'Tú buscas la perfección', le dijo a su alumno. 'Pero el universo no es perfecto'. El pañuelo ensangrentado era una metáfora del desorden, pero la clave aquí es que Hipatia hizo esto en público. Era una manera de decirle a la ciudad que no iba a renunciar a una vida dedicada al estudio para entregarse al matrimonio. O al menos eso es lo que hemos interpretado nosotros. A lo mejor Hipatia era lesbiana, pero a la película le venía bien tratar el tema de la pasión de muchos científicos hacia su trabajo.

Rachel Weisz, que encarna a la astrónoma, no acababa de ver claro durante el rodaje que Hipatia no se besara al menos una vez con alguno de sus pretendientes.

Hipatia está casada con el cielo y con su búsqueda del conocimiento. No queríamos despistar con la tensión sexual. El espectador tiene que tener claro que para ella es tan importante descubrir el misterio del universo como para Sherlock Holmes resolver sus enigmas. Parece que por ser mujer depositamos en ella unas expectativas equivocadas. Le dije a Rachel que Hipatia no era la ayudante de, la hija de, o la mujer de, sino la científica. La mujer que lleva las riendas de la historia, la que enseña a los hombres, algo que no estamos acostumbrados a ver en el cine.

Usted ha insinuado que existen algunos paralelismos históricos entre Hipatia y Jesucristo.

Era una mujer venerada por sus discípulos. Ejercía de madrina, madre, hermana y benefactora. Según las crónicas era moderada y razonable. Tenía una vida pública muy intensa. Y, al final, debido a una serie de conflictos políticos, la arrastraron por las calles, hasta lo alto de una colina, y murió martirizada.

¿Es una versión feminista de Jesús?

Sí, se podría decir que sí. Es curioso comprobar cómo los seguidores de Jesús, que había predicado la no violencia, acabaron haciendo cosas brutales en su nombre. Por ejemplo, asesinar a Hipatia frente a un altar. Hay una conexión especial entre Hipatia y Jesucristo. Tanto que durante un tiempo barajé con Mateo Gil [guionista del filme] contar las dos historias en paralelo.

¡Caramba! ¿Quería rodar una película sobre Jesucristo?

Sí, eso no se lo había dicho a nadie hasta ahora (risas).

El astrónomo Carl Sagan cuya obra es una de las principales influencias de Ágora decía que si no se hubiera quemado la biblioteca de Alejandría hoy día tendríamos colonias en Marte. ¿Fue para tanto?

Imagínate que ahora elimináramos el 75% de las obras de Shakespeare, Quevedo y compañía 400 años antes de que naciera Hipatia, Aristarco ya se estaba planteando la existencia de un modelo heliocéntrico. Pero entonces el tiempo histórico se congeló: de Hipatia saltamos a Copérnico y a todo el proceso a Galileo. ¡La de años que hemos perdido! Queríamos reflejar la tragedia de la destrucción. ¡Qué fácil es destruir lo que se ha tardado tantos años en construir! La muerte de Hipatia, la destrucción de la biblioteca de Alejandría y la caída del Imperio Romano supuso una regresión histórica, como mínimo para los derechos de la mujer.

Ha dicho que se trata de una película del pasado que habla sobre el presente. ¿La lectura contemporánea se puede aplicar también a esta visión entrópica de la Historia?

Dejando a un lado el tema de Oriente Medio, que desde un punto de vista geográfico está más relacionado con el filme, en los últimos años hemos visto señales que indican que la Historia y el progreso no siempre van de la mano. Hoy día vemos como en el imperio se refuta a diario la teoría de la evolución de Charles Darwin. Eso es un claro ejemplo de vuelta atrás. ¿Significa esto que de las crisis siempre se sale por la puerta de atrás? Depende. El 11-S sirvió para afianzar el poder de un gobernante muy mal preparado. Pero la crisis financiera ha traído un presidente que parece ser brillante.

Hace poco comentaba que Los otros le había convertido en agnóstico, pero que ahora era ateo, como si asociara la evolución de su pensamiento a su filmografía.

En el caso de Los otros no fue una decisión consciente. Lo que quería era rodar un filme de género, de terror gótico, y la mejor excusa para hablar de eso fue contar la historia de unos fantasmas que no saben que están muertos, que dan las cosas por sentadas y descubren que viven en un limbo. Ese desconcierto tiene mucho que ver con el agnosticismo. En Ágora la trama surge de mi interés por la astronomía. Al tirar de ese hilo te topas obligatoriamente con el conflicto entre fe y ciencia, te enteras de la lucha de los astrónomos para demostrar que la Tierra no era el centro de la galaxia. Si a eso le sumas la corriente de intolerancia que lleva a la destrucción de uno de los mayores centros del saber de la Antigüedad la película acaba teniendo un fuerte componente religioso. Pero no quería hacer una película sobre la religión, sino sobre la astronomía.

Usted estudió en un colegio católico. ¿Perdió la fe de un modo abrupto?

Fue poco a poco. Terminé de perder la fe cuando acabé de leer la Biblia. Tuve problemas muy serios para entender el Nuevo Testamento. Viví una batalla interna entre lo que me creía y lo que no me creía. Habías elementos de la doctrina de Jesús que casaban con mi propia moral y otros que no. Y cuando además compruebas que no encajas en muchos de los preceptos que la Iglesia tiene hoy día, acabas asumiendo que no eres católico.

¿Qué películas tenía en mente antes de afrontar una trama que trata de narrar a la vez un drama íntimo y un contexto histórico gigantesco?

Esta es la película que más me cuesta de clasificar de toda mi filmografía. Nace de la serie Cosmos, de Carl Sagan. También tenía en la cabeza el vértigo cósmico que te produce 2001. Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) la primera vez que la ves. Aunque puede que Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) sea el mejor ejemplo de filme que combina un drama personal con eventos históricos trascendentales (además, para colmo, también funciona como parábola política contemporánea sobre la Caza de Brujas). Lo más complicado de Ágora fue unir las tres miradas: la cosmológica, la de Hipatia y la de una civilización en decadencia.

¿Tratar de explicar la historia de la astronomía

en un filme comercial no es una odisea?

Un poco

Quería decir osadía.

También (risas).

¿La dos cosas?

Sí, pero más complicado hubiera sido hacer la película que tengo en mente sobre la teoría de la relatividad. ¿Cómo se puede transformar eso en un filme de ficción? El cine también puede ser divulgativo, algo que no tiene qué estar reñido con el entretenimiento.

Escenas de acción
El cineasta atina en las coreografías de las secuencias de acción y en las escenas de masas en movimiento. Y logra que el espectador se convierta en “un testigo oculto” de la Historia.

Una de romanos
Si usted es aficionado a esos peplums (‘Ben-Hur’, ‘Espartaco’, ‘Cleopatra’) que convierten la historia en un espectáculo épico, es difícil que salga decepcionado de ’Ágora’.

Lentitud
Paradójicamente, pese a tratarse de un filme épico, la narración de ‘Ágora’ se ralentiza excesivamente en muchas escenas. Las lecciones de astronomía de Hipatia se hacen pesadas. Es la película más verbalizada de Amenábar, que ha tenido problemas para transformar en imágenes temas tan sesudos como la historia de la astronomía o la irrupción del cristianismo. Eso sí, no era precisamente sencillo.

Sesudo
El director ha intentado la cuadratura del círculo –combinar reflexión y entretenimiento, dramá íntimo y eventos históricos gigantescos– pero el engranaje se encasquilla más veces de lo deseable.

Mucha física y poca química
Rachel Weisz intepreta a Hipatia, la única mujer en un mundo de hombres que no están a su altura. El problema es que tampoco están a su nivel interpretativo: los actores secundarios no resultan verosímiles y le restan emotividad a la historia. 

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