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"Eso no es un Diccionario, es una mala novela"

Con el poemario 'Estuario', Tomás Segovia ajusta cuentas con sus recuerdos

PEIO H. RIAÑO

Al otro lado de la maroma está Tomás Segovia, pendiente del desarraigo. No reniega de su exilio, que le llevó a los 9 años hasta México huyendo con su familia de la Guerra Civil. El destierro forma parte de su vida, como sus ciudades y sus libros. Es algo más en su ser con mil identidades, como él mismo dice para quitarse importancia: 'Ni exiliado, ni mexicano, ni valenciano. Antes que nada soy un ser humano, que podría ser poeta, miope y heterosexual. Soy exiliado, ¿y qué? Para acordarse de quién es uno, hay que olvidarse de quién es', resuelve el escritor de 84 años entre los espejos y los sillones del Café Comercial, donde llega cada día cargado de versos sueltos.

Los últimos que hilvanó de camino al café acaban de publicarse bajo el título de Estuario, en la editorial Pre-Textos. 'A mi edad es inevitable mirar siempre atrás', reconoce en lo que podría ser un fogonazo de su nuevo libro. Sin embargo, de las seis partes en las que ha dividido su trabajo, la titulada Modos de vivir se impulsa con el nervio de la calle. 'Modos de vivir son poemas de un explorador', dice y hace un gesto con ambas manos como para abarcar todo lo que ve. Porque en esos poemas hay bullicio, refugios y secretos.

'La poesía es la más alta forma de memoria', explica el autor

Lee uno de ellos, Solemne, y asume el vínculo que podría tener con los movimientos del 15-M, porque cree que el poeta escribe para que sus poemas le superen en la lectura de otro: 'Yo también creo como todos/ Que nunca hay que contar con el milagro/ Que hay que tomar la vida como viene / Que no hay por qué pedirle al tiempo/ Que altere su runrún y nos traiga el prodigio'. El interés por los acampados en las plazas lo sigue apasionadamente desde su blog, en el que ha llegado a escribir que 'nunca tanta gente ha visto tan claro que es el sistema mismo el que hace imposible la participación'.

Pero Tomás Segovia confunde. En su voz no hay indignación, aunque su memoria no olvida. En su militancia romántica no hay melancolía, aunque recoge experiencias de una vida y la certeza de que la ilusión no morirá: 'Es otra vez la misma/ La brisa sin pecado y sin pudor de siempre/ Vuelta a nacer como si nada/ Llegada una vez más para decirnos/ Que el mundo sigue alimentando intacta/ Su natural reserva de frescura/ Que por mucho que todo lo enturbiemos/ No mancharemos nunca ese venero'.

'Me cuesta creer que un granuja pueda ser un buen poeta'

Estrecha lazos con los más jóvenes, porque cree que uno de los problemas de la convivencia de este país con su pasado es la falta de relación entre vejez y juventud. 'La Transición no fue modélica, pero eso lo sabíamos desde el principio, porque en las escuelas no se les ha enseñado dónde están enterrados sus muertos', explica de una manera tan clara como sus escritos.

El autor de Anagnóresis (1967) reconoce que siempre le ha gustado jugar en la frontera entre el sentimiento íntimo y la moral común, porque le cuesta creer que 'un granuja pueda ser un buen poeta'. Y recuerda a Luis Cernuda y a Octavio Paz, que fue el primero en reivindicar al primero como poeta moral.

Junto a la reflexión sobre el lenguaje que no puede evitar (como en el espléndido ensayo Poética y profética), Tomás Segovia se queja del maltrato de la memoria. 'La poesía es la más alta forma de memoria. La poesía habla de verdad, no oculta ni tergiversa. Es la mejor manera de recuperar la memoria. Lo que ha hecho la Real Academia de la Historia jamás podría ser un poema, dada esa tergiversación tan grande. El Diccionario Biográfico es una ficción, eso no es un diccionario es una mala novela', cuenta.

A pesar de su juicio templado, su voz calmada y de creer que hay días que 'tapan a las deudas sus vergüenzas', no puede remediar ver en la España actual un poso franquista evidente, donde se escriben las vidas reseñables de la Historia 'en un tonito de señora fascista que no se puede aguantar'.

En Estuario no ha dejado aflorar sus revanchas, porque de todo el grupo de niños exiliados que tomaron la poesía como medio de expresión, es el único que no reivindica nada, que no reclama nada, que no cree que viva de prestado. 'No utilizo la poesía para vengarme, sino para vivir, por eso no me gusta escribir encerrado en mi casa: hace que me sienta un poeta que se encierra a escribir versos'. Prefiere hacerlo en el café, mientras los traiciona con otras tareas.

Lo propio de un apátrida es el camino, lo propio de Tomás Segovia es escribir de memoria, mientras anda. Memoriza los versos y para cuando lo escribe en papel ya ha hecho 'varias modificaciones en la cabeza'. Andar estimula la palabra del poeta.

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