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Día uno, México: Felipe Cazals falla, Diego Luna convence

El Festival de San Sebastián ofrece el film oficialista 'Chicogrande' y la extraña comedia 'Abel'

SARA BRITO

Hace dos días, cuando el grito de '¡Viva México!' se oyó en los zócalos del país (se cumplían 200 años de independencia mexicana), una bandada de críticos colgaba en internet una irónica contrarrespuesta: '¡Sobrevive México!', con ironía para criticar el malestar del país.

El Festival ofreció hoy una fórmula similar en las dos películas mexicanas que lo inauguraron: Chicogrande, un filme oficialista de Felipe Cazals, que trata un pedazo de la revolución mexicana desde los códigos de un western cargado de estereotipos y caminos narrativos trillados. Y Abel, a cargo del actor Diego Luna, que plantea en una extraña comedia la necesidad de las mentiras (o la imaginación) para sobrevivir, y el desmoronamiento de conceptos rotundos como familia o país.

Cazals, director de filmes clave del cine mexicano como Canoa o Las Poquianchis, ha mostrado una vez más que su filmografía está cargada de altibajos. En Chicogrande relata un episodio de la revolución mexicana desde el punto de vista de un héroe anónimo que salvó la vida a Pancho Villa en 1916, cuando la caballería estadounidense ocupó Chihuahua para ir a por la cabeza del revolucionario.

Dejando de lado que la caracterización de Villa recuerda a Joaquín Reyes en uno de sus Celebrities, hay que decir que no hay nada en contra de que Cazals defienda 'el concepto de lealtad del villismo' y que reconozca que la revolución no está muerta en un país que aún hoy tiene a 40 millones de personas bajo el umbral de la pobreza, pero eso no sirve para sostener una película. Ni para hacernos olvidar que también el PRI enarbola la bandera de la revolución, el villismo y el mexicano pobre pero digno.

En cambio, Luna sabe que su película es pequeña y la aborda con honestidad y sencillez. Abel es un niño aquejado de un trauma psicológico por el abandono del padre, que encuentra su manera de sobrevivir haciéndose pasar por el hombre de la casa, lo que da pie a situaciones hilarantes y a una crítica sutil al machismo y a las identidades (nacionales o no) concluyentes.

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