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Dos nuevos vicepresidentes

Elena Salgado cuenta con el aval del propio Pedro Solbes. Manuel Chaves tiene el encargo de limar asperezas territoriales y mejorar la cooperación

A, TUDELA / P. GONZÁLEZ / ANTONIO AVENDAÑO

Elena Salgado, carácter de ingeniera

Dicen de los ingenieros que tienden a tratar los asuntos de una manera perfectamente ordenada. Esa es una de las principales características que se destaca de la nueva vicepresidenta económica, Elena Salgado (Ourense, 1949), a la que se atribuyen además buenas dosis de tenacidad y exigencia. Josep Borrell, que la tuvo a sus órdenes en los ministerios en los que estuvo en la etapa de Felipe González, así lo subraya: 'Como ingenieros, compartíamos el mismo patrón mental de abordar los problemas'.

Salgado es ingeniera industrial especializada en energía. Pero también es licenciada en Económicas y conoce ampliamente la materia. Quienes la conocen, aseguran que su preparación en este terreno está fuera de toda duda, a pesar de la sorpresa que ha causado su nombramiento en parte del mundo económico. Aquí cuenta incluso con el aval de su predecesor, Pedro Solbes, que valora mucho a quien desde hoy ocupa su despacho en el Ministerio.

La nueva vicepresidenta económica transmite una apariencia de fría, dura, estricta, distante, incluso intransigente. Una imagen que se viene abajo cuanto más cerca de ella se ha trabajado, pues su trato mejora en el terreno corto.

Capacidad de gestión

Otra característica que se subraya de la nueva vicepresidenta es su firmeza a la hora de negociar en todos los terrenos: con los sindicatos para la subida salarial de los funcionarios, cuando era directora general de Costes de Personal; en el Parlamento, para tratar las enmiendas a la ley de Telecomunicaciones por Cable, cuando fue secretaria general de Comunicaciones (aunque el poli malo fue el entonces director general Reinaldo Rodríguez, hoy presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones); o con las empresas farmacéuticas la ley del medicamento, cuando fue ministra de Sanidad.

También en su etapa en el sector privado ejerció sus dotes de dura negociadora: cuando estaba al timón de Vallehermoso Telecom intentó que todas las líneas de telefonía de las urbanizaciones que iba levantando el grupo inmobiliario las instalase la filial que ella dirigía. Esto le supuso un pulso con Telefónica en el que Salgado no dudó en ir a hablar con el presidente de la operadora, César Alierta.

Fuentes del PSOE aseguran que toda esta experiencia dentro y fuera de la Administración 'garantiza una gestión eficaz, pues conoce todos los resortes para que las medidas puedan salir adelante'. Justamente, la característica que más destacó Zapatero ayer al explicar su nombramiento fue la de su capacidad de gestión.

Borrell lo ratifica: 'Lo que se le encomienda lo hace muy bien'. La última tarea que se le encargó fue la gestión del fondo de 8.000 millones para los ayuntamientos, que se ha repartido completamente. Ahora tiene el encargo de hacer frente a la peor crisis económica que se recuerda.

Manuel Chaves (Ceuta, 1945) es un hombre al que la mayoría de la gente le compraría un coche usado. Es una de las razones por las cuales viene ganando elecciones en Andalucía desde hace casi 20 años, pero es también una de las razones por las que, en 2000, el recién elegido Zapatero se arriesgó a proponerlo como presidente del partido.

Doctor en Derecho y profesor titular de la Universidad de Córdoba, diputado desde 1977, dirigente de UGT hasta 1986, ministro de Trabajo con Felipe González, de quien sigue siendo gran amigo, Manuel Chaves deja Andalucía por la misma razón que vino a ella: por disciplina. Hace 20 años declaraba: 'Yo soy un hombre de partido con todas las consecuencias'. En 1990 la consecuencia fue dejar Madrid y bajar a Sevilla. En 2009, ha sido lo contrario: dejar Sevilla y subir a Madrid.

Gran aficionado al western, si hubiera sido sheriff en el viejo Oeste nunca lo habrían reelegido por ser el más rápido en desenfundar, pero sí por ser el más prudente en disparar. De hecho, el PSOE de los primeros noventa se parecía bastante a Dodge City. La consigna no escrita entre guerristas y renovadores era: nada de prisioneros. Los carpinteros del guerrismo ya le habían preparado a Chaves una caja de pino a su medida. Las autonómicas de 1994 serían el campo de batalla decisivo. Chaves aguantó el tipo. Ganó por poco, pero ganó.

Aunque los suyos pedían sangre, él optó por la pacificación colocando en puestos bien remunerados a los comandantes guerristas. Razonando como un sheriff sin rencor, Chaves debió pensar que si matas a alguien corres el riesgo de convertirlo en un mártir, pero si le das un buen empleo puedes estar seguro de que su familia no le dejará volver a hacer tonterías.

Cautivo y colocado el ejército guerrista, Chaves hubo de hacer frente a la pinza del PP e IU, de la que también escapó ileso. Desde entonces gobierna apoyado en un partido fuertemente cohesionado y en un solvente equipo de cocina y fontanería política capitaneado por el imprescindible Gaspar Zarrías.

El hombre tranquilo

La obsesión de Chaves durante su mandato ha sido la modernización de Andalucía. De hecho, ha logrado normalizar la comunidad en muchos aspectos y colocarla en primera línea en otros, como los derechos sociales o la investigación biosanitaria. También hubiera querido situarla en primera línea económica, pero no lo ha conseguido.

Su nuevo destino cuadra bien con su perfil tranquilo su película favorita es El hombre tranquilo, pero él habría preferido seguir algún tiempo más en Andalucía y administrar sin prisas el proceso de su sucesión. La tarea que le ha encomendado Zapatero no será fácil: construir un modelo estable de cooperación autonómica y sofocar eventuales incendios territoriales. Quien ha sido buen sheriff no tiene por qué ser mal bombero.

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