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El Rocío más canalla

La otra cara de la romería. Las gamberradas empañan la fiesta más sagrada para los verdaderos devotos de la Virgen

 

OLIVIA CARBALLAR

Estoy hasta los cojones del camino.

¡Pero si vas montao en el carro, compadre!

Anda, cógeme el cubata que te voy a echar una foto pa colgarla en el blog.

Ira, con los whiskys que llevo encima y la he bordao'.

Esta es la conversación entre dos romeros, visiblemente borrachos, el primer día del camino hacia El Rocío. Cuando el compadre va a enseñarle lo guapo que ha salido, en la pantalla de la cámara digital aparece un niño vestido de marinero.

'¡Pero si esto es la comunión del otro día! Esto no funciona, compadre, mira que le dije a la Conchi que pilas alcalinas, pilas alcalinas', se quejan sin percatarse de que la cámara está encendida. Delante, en un camino de tierra, el conductor del todoterreno que arrastra el carro sincroniza a la perfección con su mano derecha el cambio de marcha con el botellín de cerveza. ¿Por qué bebe mientras conduce? 'Mi arma, ¿tú no sabes que esto es El Rosío?'.

Son las siete de la tarde. La hermandad de Triana acaba de llegar a la finca donde pasa su primera noche. El ruido de las motos sin tubo de escape apenas deja oír el tamboril. Dos chicos brindan con vasos de tubo subidos al maletero del coche. Del coche en marcha.

En el rellano descansan los bueyes y los caballos, y unos cuantos romeros rezan el rosario alrededor de la carreta del Simpecado estandarte con la imagen de la Virgen. El resto aprovecha para montar las tiendas de campaña, para descansar, para ducharse, para hacerse el lavado del gato o para seguir bebiendo. Hay remolques enteros llenos de cajas de cerveza, de manzanilla, de refrescos, de whisky, de ron... 'Aquí hay gente que viene y no ve a la Virgen', sostiene Manolo, que lleva toda la vida haciendo el camino y trabaja el resto del año en campañas de ayuda a niños con síndrome de Down. 'Mi mujer no viene porque no le gusta eso'.

Eso es el otro Rocío. En el que todo vale, en el que está permitido conducir con una copa de más, tirar la basura al suelo en presencia de la Guardia Civil y sin ningún tipo de remordimientos. Cristales, latas, botellas de plástico, paquetes de tabaco y librillos de papel de fumar inundan las cunetas entre Bormujos y Bollullos, casi al principio del camino saliendo desde Sevilla. '¡Eso vienen a recogerlo ahora!', gritan desde una carreta. Y tres guitarras dan paso a las enésimas sevillanas.

Y si se puede contaminar, ¿cómo no se va a poder amarrar a un burro a un coche de caballos y lanzarlos todos juntos al agua a ver cómo se quedan encajados entre la rocas y el fango? 'Pues claro, si es un borrico, ¿por qué no se va a poder hacer?', se pregunta un romero ante la reacción de Carmen, una peregrina de la hermandad de Gines que casi se mete al río para salvar al animal. 'Manda huevos, animalito, ¿no te da por el cuerpo? Qué pena que no esté el Seprona aquí, no hay derecho', increpa.

Ocurrió en el Vado del Quema, punto emblemático del camino, donde los novatos son bautizados con nombres tan sugerentes como Estrella de la Mañana, Lucero del Alba o Cenizo del Camino. Un rito a lo río Jordán pero con más salero. Rosa terminó con la cabeza empapada porque tuvo que hacerse fotos con distintas cámaras. La suya, la de su prima y la de su amiga. 'Ahora me llamo Estrella de las Marismas', presumía emocionada con el pelo chorreando. Y continuó con alegría el camino hacia Villamanrique, lugar de paso de las hermandades.

También se deja ver allí el Rocío en el que todo vale. Un caballista con carruaje incluido aparca junto al supermercado El Canito. '¡Hay que quitar a la gente con pala!', grita. Los vecinos no salen de su asombro: 'Pero si vamos por la acera, ¿necesitas una isla para tus caballos?'. Insolidaridad sin medida.

Aunque tampoco faltan los solidarios, como los peregrinos que dejan sitio en la plaza para quien quiera ver a los bueyes subir los siete escalones que ascienden a la Iglesia. 'Nosotros lo vemos mejor aquí en la tele, que lo están retransmitiendo en directo, como el fútbol', explican en el bar de enfrente mientras pelan gambas a ritmo de campeonato.

Justo al lado, un cajero de Caja Rural del Sur se va quedando sin dinero a medida que aumentan los vasos de plástico con restos de cerveza. Muy pocos aseguran saber lo que se gastan en una semana de euforia 1.700 euros, según la Unión de Consumidores de Andalucía, pero la mayoría coincide en que la crisis, este año, se nota. 'Con nosotros ha venido casi la mitad menos', cuentan José y Paco, a bordo de la carreta Siempre Así, de la hermandad de Jaén. En el camino gastan entre 200 y 300 euros por persona. Luego tienen que alquilar una casa en la aldea. 'Este año nos ha costado un millón [6.000 euros] para 20 personas por cuatro días', explican. Su carroza es de las más sencillas.

La de Francisco Javier Mateos y su familia, de la localidad sevillana de Gines, es mucho más sofisticada. Hay de todo: cuarto de baño, armarios, camas... 'Guardamos dinero todo el año como hormiguitas', dice Francisco Javier. Alquilar el tractor les cuesta 1.200 euros. Y llenar de provisiones la caravana, entre 2.500 y 3.000. Alcohol hay poco. Lo que no faltan son natillas y yogures para los niños. Y no se pierden ninguna oración. La familia Mateos dos matrimonios y tres hijos encarna la cara religiosa del Rocío. 'La Virgen es lo más sagrado añaden y el tamborilero, como el flautista de Hamelín, nos atrapa, venimos por devoción'.

Sinesio León, carretero desde hace 47 años, cuida a sus bueyes, de una tonelada cada uno, durante el sesteo. 'Traer esta carreta cuesta 1.800 euros; El Rocío ha cambiado un 100%, ahora es muy señorito', asegura. Hay carrozas con aire acondicionado, como la de Enriqueta Keity para los amigos. 'Uno de los socios trabaja en una empresa de aires y lo pusieron en la parte de las mujeres', argumenta. Porque ellas y ellos duermen por separado. 'El que quiera irse a la cama con su pareja, que se vaya a la tienda de campaña o detrás de un pino', sugiere riendo.

Pero el otro Rocío, en el que todo vale, sigue caminando y no se da por vencido. Miles de todoterrenos atraviesan sin piedad las entrañas de Doñana. Huele a todo menos a pino. El dióxido de carbono que desprenden los suzukis se mezcla con el polvo que levantan a su paso. Se mastica arena y escuecen los ojos. 'Yo por eso traigo mascarilla, no por la gripe de México', bromean varios peregrinos de la hermandad de Murcia. Antes de cruzar el Ajolí, el puente de entrada a la aldea, les espera un banquete servido por una empresa de cátering. El filete empanado es el plato estrella.

Y cuando los ojos ya se han acostumbrado al polvo, hay que volverlos a frotar para creer lo que están viendo: un camión de rally. Su conductor, Joaquín Hernández, participa en el Dakar. 'Es mi primer año aquí', explica. ¿Pero qué tienen en común El Rocío y el Dakar? 'Que allí se reparan motores y aquí caballos, que en el fondo es lo mismo', ríe. El camión, una casa ambulante, lleva hastamicroondas.

Juan Romero, de Ecologistas en Acción, lamenta que los rocieros tengan unos privilegios que no poseen los demás: 'Pasan miles de vehículos motorizados, se producen incendios, se tiran toneladas de basura... Es como una feria ambulante en el corazón de un parque natural', denuncia. El Consejo de Europa ya ha avisado de que si no se controla el impacto de la romería, Doñana puede perder el Diploma de Calidad de Espacios Protegidos.

Ajeno a todo y ya en la aldea, Miguel Ángel Peláez, de la hermandad Matriz de Almonte, se afana para que todo esté perfecto en la ermita. Un millón de personas intentará saltar la reja en unas horas. Ya no hay distinción. Los dos Rocíos están más juntos que nunca.

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