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El PP vuelve a la conspiración

Acusa ahora a la Fiscalía de eliminar pruebas que exculparían a Camps del caso de los trajes

A.G.

El PP se agarró ayer a un nuevo clavo ardiendo en su intento por desacreditar el demoledor sumario del caso Gürtel. La noticia de que la Fiscalía pidió que se eliminase del sumario una conversación entre Pablo Crespo y su abogado grabada en prisión y que, supuestamente, sería favorable para Camps lanzó a los conservadores en tromba contra el Fiscal General del Estado.

La transcripción de esa charla sigue incluida en el sumario, con lo cual no ha desaparecido ninguna prueba. En ella, el número dos de la trama, Pablo Crespo, exculpa a Camps de la acusación de recibir gratis trajes a medida de la red corrupta.

Los conservadores, que hasta ahora no habían dado crédito a las palabras de Crespo cuando contó a su abogado que el PP gallego se financió ilegalmente, se aferran ahora a lo dicho por el imputado sobre Camps como si se tratase de una prueba irrefutable. La portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, acusó al Ministerio Público de 'manipular el sumario' y exigió la comparecencia urgente del Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido.

En realidad, lo que los fiscales pidieron en marzo al juez Garzón es que eliminase la transcripción de aquellas conversaciones que, por versar sobre la estrategia legal a seguir, afectaban al derecho de defensa de los imputados.

La frase de Crespo respecto a los trajes de Camps ha tenido un efecto mágico en la consideración del PP hacia su persona. Hasta ayer, la dirección del partido no cesó de repetir a quien le preguntara que Pablo Crespo había dejado de ser militante varios años atrás. Ayer, Sáenz de Santamaría tomó por ley la palabra de Crespo: las conversaciones 'exculpan' a Francisco Camps.

De la estrategia de equiparar los trajes a medida con las anchoas que regala el presidente cántabro, el PP ha regresado al estadio anterior. Tras una sutil campaña en favor de eliminar del Código Penal el delito de cohecho impropio, vuelve ahora a sus orígenes: Camps no se dejó regalar nada.

En otras palabras, la versión del presunto autor de una ristra de delitos que va del cohecho al blanqueo merece al PP más crédito que lo investigado por el juez valenciano José Flors. El magistrado, que instruyó el caso de los trajes, dictó el 26 de julio un auto en el que pedía la apertura de juicio oral contra Camps. Su juez amigo, Juan Luis de la Rúa, lo libró del banquillo.

Del alud de documentación y de las declaraciones prestadas especialmente, la del sastre José Tomás, el juez Flors extrajo una conclusión: ninguno de los cuatro imputados pagó nada. Con una excepción: la de Ricardo Costa, que se compró dos vaqueros y los pagó de su bolsillo.

1. Lo que dijo el sastre
El juez Flors subrayó que José Tomás, director comercial de Milano y Forever Young, narró “de manera razonada” tanto lo que beneficiaba como lo que perjudicaba a los implicados. Incluso dijo que tenía “en gran consideración” a Camps.

2. Los tiques de milano
Los tiques de caja de Milano reflejaban que la deuda de los trajes, que luego pagaba la trama, quedaba pendiente.

3. Los inventarios
En las anotaciones semestrales constaba el nombre de quien se había llevado los trajes: Camps, Betoret, Campos y Costa.

4. Lo que dijo la cajera
Ella rellenaba los inventarios con los nombres de los resguardos.

5. Tiques de cancelación
Aluden al tique que quedó pendiente y al medio de pago

6. Los e-mails de milano
Los e-mails que se intercambiaban los empleados muestran que sabían que se hacían encargos para políticos valencianos.

7. Las hojas de encargo
En las hojas de encargo que hacía Forever Young para la empresa que confeccionaba los trajes salen Costa, Camps y Betoret.

8. Los recibos pendientes
Figuraba en ellos la indicación del cliente, caso de Camps.

9. Hojas de confirmación
La sastrería que hacía los trajes para la tienda citaba en sus reci-bos a los cuatro implicados.

10. Instrumentos de pago
Incluían la identidad del pagador.

11. Las escuchas
En las conversaciones interveni-das se percibe la “inquietud” de los implicados, su temor a que se destapase qué estaba pasando.

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