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Retornados

Inmigración. La crisis empuja a muchos trabajadores de Rumanía a buscar otra oportunidad en su país de origen. Cornelia y Marius, Edi o Tino, rumanos que perdieron sus trabajos en España por la recesión. Ahora empiez

SUSANA HIDALGO


 

 

Me fui para trabajar y buscar una nueva vida, pero no la encontré”. En la plaza del Círculo Militar de Bucarest (Rumania), Cornelia Karpovich, de 29 años, no oculta la decepción que siente cuando recuerda su experiencia en España. Aquí estuvo viviendo cinco años y medio, en Castellón. Aquí conoció a su novio, Marius Hauk, de 26 años. Se enamoraron, hicieron amigos, españoles y rumanos. Luego, llególa crisis económica y también las malas intenciones de algunos.

“Alquilé un local por seis meses en Castellón para montar un bar de copas y después de reformarlo, el dueño no me renovó el contrato de renta”, explica Marius en el centro de Bucarest. No denunció la jugarreta, intentó encontrar trabajo, no lo consiguió y se sintió tan decepcionado que un día recogió los bártulos y regresó a Rumania. A su novia la despidieron de la residencia de ancianos donde trabajaba. “Me puse enferma y al volver me habían echado”, recuerda Cornelia en un español perfecto. Antes limpió casas. Así que los dos, hartos, decidieron volver a su país. Él, hace tres meses y ella hace un mes.

Lo único que echan de menos de España son las playas. “No me ha costado nada adaptarme a la vuelta, es mi propio país”, sentencia Marius, que en España trabajó además como yesero.El Gobierno de Bucarest no dispone de cifras de cuántos rumanos han podido regresar a España en los últimos meses, empujados por la crisis económica. “¿Que cuántos han vuelto? No lo podemos saber, hay libre circulación de ciudadanos, no los hemos contado”, asegura Hefred Bulai, presidente de la Agencia Nacional de Estrategias Gubernamentales.



Precisamente su Gobierno ha propiciado una campaña en España, donde viven más de 600.000 rumanos, para que regresen a su país, donde hay déficit de trabajadores, sobre todo, en la construcción. La campaña ha consistido en ferias informativas que se han realizado en Castellón y en Madrid, donde reside la mayoría de los rumanos que hay en España.

De momento, el Gobierno reconoce que la campaña no ha dado mucho resultado, pero creen que, ante la crisis, habrá muchos que, obligatoriamente, tendrán que regresar. “La mayoría de los rumanos que trabajan en España lo hace en el sector de la construcción. Si no hay trabajo, tendrán que volver”, señala Bulai.

De la misma opinión es el presidente de la Cámara de los Diputados, Bogdan Olteanu, del Partido Nacional Liberal: “A Rumanía, de momento, no le está afectando la crisis tanto como al resto de Europa. Estamos creciendo: en los dos últimos años el PIB ha aumentado un 6% y necesitamos ahora mismo 500.000 trabajadores para la construcción y las infraestructuras”. Esa cifra subirá a un millón de puestos de trabajo en los próximos cuatro años, agrega Olteanu.

Cables al aire

Un paseo por Bucarest lo confirma: la ciudad está levantada, hay obreros por todas partes, esqueletos de edificios que se están levantando. Queda mucho por hacer: las calles muestran una maraña de cables al aire enredados en las farolas, las bocas de metro están sin terminar y hay muchos bloques de la era comunista que se caen a pedazos. Las remesas se empiezan a notar: los anuncios de construcción de viviendas se ven por todos lados.

Si Cornelia y su novio Marius parecen aliviados por haber vuelto a Rumanía, Ioana Anghel, de 35 años, no está nada contenta. “Estuve cuatro años y medio en Madrid, y la vuelta ha sido un poco decepcionante. Las cosas no han cambiado tanto como yo me esperaba. El sistema sanitario no ha evolucionado, tampoco el educativo”, explica esta mujer, que agrega que lo que más le dolió de su estancia en España es “lo poco que saben los españoles sobre nuestra cultura”.

 

Su marido trabajaba en Ikea y, “por motivos de trabajo”, tuvieron que regresar a su país de origen. “Mi esposo echa de menos de España, sobre todo, las infraestructuras. Le ha costado mucho acostumbrarse a los atascos de Bucarest”, agrega Ioana.

Ella se queja también de la falta de guarderías que hay en Bucarest y el Gobierno, consciente de que muchos de los que regresen lo harán con hijos pequeños, asegura que va a fomentar la construcción de escuelas infantiles. “Vamos a ayudarles a reincorporar a sus hijos a las guarderías y apoyaremos que transfieran los activos que han generado en el extranjero a Rumanía”, sostiene desde el Gobierno Bogdan Olteanu. Él es consciente de que su país necesita recuperar ese capital tanto económico como humano. Desde la Agencia Nacional de Estrategias, su presidente explica que hay dos grupos de nativos que jamás regresarán: “Los que se fueron muy jóvenes a España y los que se casaron allí”.

Precisamente, el Gobierno rumano ha promocionado un documental, dirigido por el español Carlos Iglesias, con el título Un euro, 3,5 lei, que recoge testimonios de rumanos que han vivido en España. Los que peor lo pasan al regreso son los más jóvenes. “Lo que más echo de menos es a los profesores, a los amigos de Madrid, me acuerdo del día que nos despedimos”, explica con nostalgia ante la cámara una chica de no
más de 15 años.

 

Pese a las promesas del Gobierno de Bucarest, lo que más les echa para atrás a la hora de volver a su país es la diferencia de sueldos respecto a España. El salario medio en Rumanía ronda los 350 euros al mes, aunque
el Ejecutivo asegura que en cuatro años esa cifra se duplicará.

Tino trabajó en un restaurante de Valencia como camarero y cobraba 1.000 euros al mes. Regresó hace cuatro meses por motivos económicos y también de añoranza: “Estoy soltero, en Valencia no tenía a nadie y echaba mucho de menos a mi familia”.

Ahora, sirve cervezas en un bar con terraza que hay en el castillo de Peles, en la región de Sinaia, un lugar en Los Cárpatos, a unos 120 kilómetros de Bucarest. A pesar de estar en una zona turística, su sueldo apenas llega a los 300 euros al mes. “Eso es lo que más me ha costado. La diferencia de sueldo es muy alta y, sin embargo, los precios entre Rumanía y España no son muy diferentes”, afirma.

Lo mismo le ha ocurrido a Edi, que también vivió en el Levante español y que ahora sueña con volver a España. Está parado con un amigo en una gasolinera. A la pregunta de: “¿Prefieres Rumanía o España?”, tuerce el gesto y contesta en tono irónico: “¿Y tú? ¿Tú qué prefieres? ¿Rumanía o España?”.

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