Memento

'Las cintas de Rosa Peral' y Rubiales

A la izquierda Rosa Peral en el banquillo en el juicio de 2020. A la derecha Luis Rubiales en un desayuno deportivo de Europa Press. - (izq) DAVID ZORRAQUINO / Europa Press
A la izquierda Rosa Peral en el banquillo en el juicio de 2020. A la derecha Luis Rubiales en un desayuno deportivo de Europa Press. - (izq) DAVID ZORRAQUINO / Europa Press

Hace una semana se estrenó en Netflix la última gran producción española de esta plataforma. El cuerpo en llamas se basa en la historia real de un asesinato que sucedió en 2017 en Barcelona y que es conocido como El crimen de la guardia urbana, dado que tanto los dos condenados como el asesinado eran agentes de este cuerpo policial barcelonés. Los amantes del género true crime (y que descubrimos este caso gracias al programa de TV3 Crims) esperábamos con ganas esta serie ya que conocíamos el caso de sobra. Lo que no sabíamos es que la serie no llegaba sola, venía acompañada de un nuevo documental llamado Las Cintas de Rosa Peral donde, según la promo, había material nuevo y Rosa Peral (una de las dos personas condenadas) hablaba desde la cárcel.

Sin entrar a valorar la ficción de Netflix, el documental que acompaña a la serie no aporta nada nuevo. Se centran, principalmente, en la versión de Rosa que sigue defendiendo su inocencia desde la cárcel. Además, su padre y un periodista respaldan su versión y creen que se la trató injustamente por el simple hecho de tener varias relaciones a la vez y porque quedaba bien el relato de viuda negra. Les dan igual las numerosas pruebas que se presentaron en el juicio, las cuales se pasan muy por encima en este documental. Tampoco les importa demasiado el asesinado ni piensan en el daño que pueda hacer a su familia. El único relato que les interesa es el de sembrar dudas sobre la versión oficial, ya que saben que actualmente es tendencia el negacionismo de cualquier cosa. De hecho, tanto el fiscal del caso como el periodista (y autor de un libro sobre el caso) Toni Muñoz han denunciado públicamente que fueron engañados para dar su testimonio ya que no sabían que el documental era para dar una versión sesgada e interesada.

Casi a la vez que el lanzamiento de esta plataforma también llegaba a nuestras pantallas un nuevo capítulo de Rubiales y su negación de los hechos televisados. Por fin, tras semanas de negativa y circo, dimitió de su cargo al ver que no tenía muchas salidas. Pero, una vez más, se negó a sí mismo cualquier tipo de dignidad y de reparo y a su dimisión le sumó una entrevista donde siguió negando todo. Además, para mayor esperpento, se la concedió a Piers Morgan, un periodista inglés de trayectoria dudosa y misógina. La entrevista no aportó nada. Solo sirvió para comprobar que sigue enroscado en su versión, que no piensa que hiciera nada malo, que se siente él la víctima y que sus hijas van a seguir siendo su mayor argumento ante lo que vio todo el mundo por televisión.

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Que en ambos casos se le da un mayor altavoz al agresor que a la víctima, se les compra la versión sin demasiados peros y se les quita un gran grado de culpabilidad. No se trata de que nadie se pueda defender, se trata de que no se contrapone lo que cuentan y no se les incomoda. Tanto Rosa Peral como Rubiales se exponen a un masaje más que a una entrevista y eligen cómo y dónde hacerlo porque saben que va a ser así.


En una época en la que la gente niega hasta la lluvia que le cae encima saben perfectamente que van a tener fieles seguidores. Que van a generar, como mínimo, la duda en muchas personas. Poco importa que, en el caso de Rosa Peral, haya existido un juicio con numerosas pruebas y una condena firme y ratificada. Ella se expone así porque sabe que habrá personas que la creerán por el motivo que sea y le ayudará a limpiar su imagen de cara a una futura salida de la cárcel. Tampoco le importa a Rubiales que los hechos estén televisados, que la agredida haya dicho por activa y por pasiva que no fue consentido el beso y que haya tenido el respaldo de todas sus compañeras y de gran parte de la sociedad. Podría pedir perdón, hacerse a un lado y reconocer los hechos, pero es mejor seguir adelante porque sabe que en esta sociedad todavía es posible que le crean y que, incluso, algún juez le libere de la culpa.

Ambos podrían haber limpiado su conciencia, pero hoy día es mucho más importante lavar la imagen y comprar fieles. Siempre se ha dicho que la mentira tienes las patas muy cortas, pero en esta época, donde el cinismo es tendencia, la realidad es secundaria. Como dice Rosa Peral en un mensaje que se leyó en el juicio: "las cosas imposibles solo son un poco más difíciles". Y por imposible que parezca, habría gente que creería en la inocencia de otros aunque lo viera machete en mano apuñalando a un crío, porque si le sirve para su discurso y para su ideología, lo comprará sin rechistar.

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