Decía Hemingway que algunos rincones de Navarra son los “territorios más malditamente salvajes” de los Pirineos. Y es que al escritor norteamericano siempre le gustaron las emociones fuertes y pocos lugares como esta tierra ofrecen al amante de la naturaleza entornos más sublimes y misteriosos, especialmente cuando llega el otoño y el eterno verde vibrante se enriquece de rojos, naranjas, amarillos y ocres.
Acompáñanos en esta ruta por diez rincones para enamorarnos de Navarra, para descubrir el lado más nostálgico y sensual de una tierra adorablemente salvaje.
Un recorrido por la Navarra más otoñal
A unos les pone triste, otros lo reciben con suspiros de alivio. El otoño siempre ha ofrecido división de opiniones entre aquellos que lo veneran como el sumum de la belleza natural y los que se echan a temblar con las primeras lluvias, la bajada de temperaturas y el (maldito) cambio de hora. Pero la naturaleza navarra, por suerte, se mantiene fiel a su cita con la belleza otoñal, aunque se haga de noche antes de salir de trabajar.
Izaba
Empezamos nuestra ruta otoñal por Navarra en la merindad de Zangoza, en pleno valle del Roncal, al nordeste de la comunidad ya cerca de la frontera con Huesca y Francia. Efectivamente, aquí ya se siente el rumor de lo salvaje: la cercanía de los Pirineos ofrece un paisaje de impresión, con la Cueva del Ibón y la Cascada de Belabartze como hitos naturales a unos minutos del pueblo.
Ubicada en la ladera de un promontorio en la confluencia de varios ríos que forman a partir de aquí el Eska que recorre buena parte del valle del Roncal, Izaba es uno de los pueblos más bonitos de Navarra, de esos que cuando llega el otoño regalan estampas inolvidables.
Foces de Arbaiun y Lumbier
Bajamos tres cuartos de hora hacia el sur y nos dejamos seducir por uno de los tesoros geológicos más impresionantes de Navarra, el cañón que talla el río Salazar en la roca caliza de la Sierra de Leyre. El mirador de Iso es la mejor forma de disfrutar de la Foz de Arbaiun con sus 6 kilómetros de longitud y sus 400 metros de profundidad.
Y ya que estamos por aquí, seguimos conduciendo otros 15 minutos hacia el sur para deslumbrarnos con la Foz de Lumbier, otra importante colonia de aves rapaces como buitres leonados y alimoches siempre fieles a estos entornos escarpados.
Parque natural Urbasa-Andía
Cruzamos Pamplona en dirección oeste para visitar uno de esos rincones que no puede faltar en un recorrido por el otoño navarro: el parque natural de Urbasa-Andía, con una extensión de 21.500 hectáreas ocupado sobre todo por hayas y pastos de montaña.
Aquí encontrarás esos bosques misteriosos tapizados de musgo y hojas rojas con árboles cuyas ramas parecen retar la templanza del senderista solitario: si Tim Burton se pasa por aquí, tiene material para una tetralogía.
Nacedero del Urederra
No dejamos aún el parque, pero este enclave merece capítulo aparte ya que es uno de los parajes naturales más populares de toda Navarra. Tanto que la Comunidad Foral ha tenido que tomar cartas en el asunto porque se trata de un ecosistema muy frágil que no permite visitas masivas: el acceso está limitado a 500 personas al día.
Reservando tu entrada y, pagando la tasa de aparcamiento, tendrás acceso a este paraíso donde puedes recorrer el sendero que lleva al nacedero y que parte desde la localidad de Bakedao, en el Valle de Améscoa. Recuerda que “urederra” significa en euskera “agua hermosa”… Por algo será.
La ruta del zumaque por Lizarra
No te quites todavía las botas de trekking porque te proponemos otro sendero más que otoñal que luce con singular esplendor en esta época del año. Se trata de la ruta del zumaque de Lizarra que rodea toda la localidad navarra en algo más de 10 kilómetros. Por si no lo sabes, el zumaque es una especie de uso tradicional en Oriente que pudo llegar a esta tierra en la Edad Media para ayudar al curtido de piel, una industria de gran tradición en esta zona.
Zirauki
No dejamos aún la Merindad de Estella-Lizarra porque nos vamos a visitar la vecina Zirauki, una villa de origen romano como nos muestran los restos de algunas calzadas y puente de su entorno y que también es lugar de peregrinaje al encontrarse ubicada en el Camino de Santiago.
Y su estructura urbana tampoco deja lugar a dudas: se trata de una villa en la que aún puede percibirse el aroma medieval de sus callejuelas y sus pequeñas plazas, como la del Ayuntamiento o la Plaza Grande donde destaca la iglesia de San Román que fascina con su portada polilobulada de tipología similar a San Pedro de la Rua en Lizarra.
Santuario de San Miguel de Aralar
Nos vamos de nuevo al norte de Navarra, aunque en este caso a la comarca de Barranca, donde visitamos uno de los santuarios de ubicación más espectacular de esta comunidad, a más de 1300 metros de altura. Protegido por el monte Artxueta de la Sierra de Aralar, se construye en una zona de gran tradición megalítica lo que parece sugerir que este enclave tuvo valor sagrado desde antiguo.
Aunque el edificio actual tiene su origen en el siglo XII (siendo restaurado en el siglo XX), los últimos estudios se refieren a una posible construcción anterior, quizás de época carolingia, en torno al siglo IX. Sea como fuere, sea trata una visita imperdible cerca de la localidad de Uharte Arakil.
Elizondo
Un otoño navarro sin visitar el corazón del Valle del Baztan no es admisible, así que nos vamos a Elizondo para iniciar una ruta por este valle que nos cuenta historias y leyendas a cada paso: desde el propio puente de Elizondo hasta Lekaroz, pasando por Aniz o Ziga.
Y si quieres adentrarte en la naturaleza más inhóspita del valle y tal vez encontrarte con Basajaun, recorre el sendero que te lleva a la cascada de Xorroxin, al norte del valle, donde también, cuentan, habitan las lamias, las sirenas con cola de salmón que se alisan el cabello con peines de oro.
Bardenas Reales
Ha sido hasta ahora una ruta de naturaleza tan densa que nos apetece un poco de espacio abierto, tal vez algunas badlands. Y Navarra tiene una de las tierras baldías más famosas de toda la península ibérica.
Son las Bardenas reales, un paraje semidesértico que suma más de 40.000 hectáreas en el que no hay lamias, pero sí hubo cocodrilos y tortugas (y hasta bandoleros) hace muchos cientos de años: el lugar ideal de Navarra para vivir un otoño menos húmedo y neblinoso.
Selva de Irati
Y terminamos esta ruta otoñal en el lugar más apropiado para esta época del año si vas buscando misterios y leyendas entre bosques tenebrosos que crecen sobre alfombras de hojas multicolores. Es la Selva de Irati, por supuesto, que ofrece al visitante el segundo hayedo-abetal más grande y mejor conservado de Europa.
Tanto desde el valle de Aezkoa como desde el valle de Salazar, cualquier ruta es buena para adentrarse en este tesoro natural de 20.000 hectáreas que también ponía los pelos de punta a Hemingway: acércate a la ermita de la Virgen de las Nieves y visita la Cascada de Cubo para comprobarlo tú mismo.