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La embajada de Estados Unidos sigue en Tel Aviv, por ahora

Tras una semana en la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump no ha tomado la decisión definitiva de trasladar la embajada americana en Israel a Jerusalén. Estos titubeos han sentado mal al primer ministro Benjamín Netanyahu, quien, a la luz de lo que Trump había dicho durante la campaña, lo consideraba como algo hecho.

La embajada de Estados Unidos en Tel Aviv / REUTERS

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

JERUSALÉN. - Después de prometer durante la campaña una y otra vez que trasladaría la embajada americana de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, el presidente Donald Trump ha dejado pasar su primera semana en la Casa Blanca sin tomar una decisión que mantiene en vilo a palestinos e israelíes y que sin duda tendría repercusiones en las relaciones internacionales con el viejo conflicto.

El jueves 19 de enero, justo el día anterior a la entrada de Trump en la Casa Blanca, un portavoz de la nueva administración anunció que era inminente su decisión sobre el traslado de la embajada; sin embargo, las cosas continúan en los mismos lugares que estuvieron durante el mandato de Barack Obama y de todos los presidentes que le precedieron.

El lunes 23 de enero, en su primera rueda de prensa, el secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, indicó que hasta entonces no se había tomado ninguna decisión sobre el traslado de la representación diplomática. “Estamos en los primeros estadios de esa decisión”, explicó Spicer.

El miércoles 25 de enero, el periodista Joe Scarborough, del canal americano NBC, citando a una fuente de la administración, indicó que el traslado de la embajada pondría en peligro el “proceso” que tiene en mente Trump para resolver el conflicto. La administración “no va a trasladar la embajada a Jerusalén por bastante tiempo, quieren un acuerdo de paz en Oriente Medio, esta es su prioridad más alta”, dijo Scarborough.

"No va a trasladar la embajada a Jerusalén por bastante tiempo, quieren un acuerdo de paz"

Durante toda la semana no han parado de circular opiniones y declaraciones sobre la cuestión y ayer en Ramala reinaba un gran desconcierto, y lo mismo ocurría entre los israelíes. En la confusión general se comentaba una declaración de Ahmed Majdalani, asesor del presidente Mahmud Abás, quien el miércoles dijo que a los palestinos se les había comunicado que el traslado de la embajada no figura entre las prioridades más urgentes de Washington.

Sin embargo, ayer, un funcionario palestino declaró a Público que los Estados Unidos no se han dirigido a los palestinos, al menos de forma oficial, para expresar su posición, lo que significa que las promesas de Trump durante la campaña siguen vivas.

Pero lo cierto es que la resistencia de la administración a trasladar la capital ha sembrado dudas en el entorno del primer ministro Benjamín Netanyahu, que desea que la decisión se tome cuanto antes de modo que otros países de todo el mundo imiten a Estados Unidos y conviertan a Jerusalén en la verdadera capital del estado judío.

Hace ya muchos años que los americanos adquirieron una gran parcela unos dos kilómetros al sur de la ciudad vieja de Jerusalén para construir su futura embajada, pero el terreno sigue baldío puesto que nunca se ha dado la orden de iniciar las obras. En la actualidad Estados Unidos dispone de dos consulados, uno en el este y otro en el oeste de la ciudad.

“No hay duda de que estamos delante de una cuestión delicada que Netanyahu y Trump abordarán cuando se vean por primera vez”, lo que está previsto que ocurra a principios de febrero en Washington, puesto que Netanyahu ya ha sido invitado a la Casa Blanca, dice el profesor Eytan Gilboa, de la Universidad Bar-Ilan, un centro ortodoxo de Tel Aviv muy afín a la derecha nacionalista.

Está previsto que Netanyahu y Trump se reúnan en febrero en Washington

A pesar de todo, en medios oficiales israelíes no se tiene duda de que la política de Trump está en plena sintonía con la del estado judío. Trump ya ha decidido parar la ayuda a los organismos internacionales que reconozcan al estado palestino, “entre los que están las Naciones Unidas”, advierte Gilboa. Además, ha cancelado la ayuda de más de 200 millones de dólares que Obama concedió a los palestinos de Gaza unas horas antes de salir de la Casa Blanca.

“Trump quiere obligar a los palestinos a cambiar su política de internacionalización del conflicto, que es la política que ha llevado a cabo Abás en los últimos dos años”, señala Gilboa. Naturalmente, en contra de esta política está Netanyahu, quien la considera un incordio molesto y quiere acabar con ella y para eso ha reclutado a Trump.

No debe olvidarse que Trump ha designado a su yerno Jared Kushner como enviado para este conflicto. Jared es un judío bastante religioso, aunque no se cubra la cabeza con la kipá, que mantiene un vínculo muy estrecho con Chabad, una influyente organización judía ultraortodoxa.

Jared, además, ha contribuido económicamente a algunas de las colonias judías más radicales de los territorios ocupados, y hasta esta semana figuraba en la lista de un notorio grupo que ayuda al ejército israelí. Sin que se sepa el motivo, el nombre de Jared no aparece ya en ese grupo desde esta semana.

“No sé por qué todavía no han trasladado la embajada a Jerusalén. Es posible que hayan surgido impedimentos de última hora. Una cosa es que Trump quiera hacerlo, otra cosa es que quiera hacerlo poco, otra cosa es quiera hacerlo mucho, otra cosa es que esté preparado para hacerlo y otra cosa es que esté dispuesto hacerlo, son categorías distintas y la verdad es que no sabemos en qué posición se encuentra Trump”, dice Efraím Inbar, del centro de estudios estratégicos BESA, muy próximo a Netanyahu.

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