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Lugrís: en la conservera nació el pintor

Una investigación del Museo Massó confirma que varias pinturas a las que nadie daba valor son las primeras obras del pintor surrealista del mar.

18/3/24 Parte del mural que Lugrís pintó en el comedor de las trabajadoras de la conservera Massó, en Bueu.
Parte del mural que Lugrís pintó en el comedor de las trabajadoras de la conservera Massó, en Bueu.  Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia

El comedor de las empleadas de la fábrica y conservera Massó Hermanos de Bueu (Pontevedra) guardaba un secreto en las paredes. Era tan discreto, tan insospechado, tan rutinario que ni el propio autor podía saber que esas decoraciones tendrían hoy la consideración de obras de arte. Mucho menos que eran las primeras pinturas de quien se iba a convertir en un de los mejores artistas de la historia de Galicia.

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Algas, pescados, fondos marinos, paisajes costeros y embarcaciones antiguas articulaban la composición de los diseños que un tal Urbano Lugrís había ingeniado para adornar la estancia bajo encargo de los empresarios Gaspar y José María Massó.

Las piezas eran para las trabajadoras de la fábrica a continuidad natural de un mundo vivo, azul y marinero, de un origen que tejía sus vidas y sus caminos y que, por obra de aquel chico buscavidas, no dejaba de existir en el interior de los muros de la factoría.

Ellas, obreras indispensables para el desarrollo industrial de Galicia, y también para lo mejor momento de aquel negocio, fueron testigos de un arte único e insólito mientras el turno se paraba delante del plato. Allí dejaban ir la vista, la imaginación y quién sabe si la conversación hacia aquellos motivos. Quizás ya intuían el valor del que tenían delante, quizás no.

Sin nada en el bolsillo

Lugrís había llegado a Bueu en 1942 sin nada en el bolsillo y recién nacido su primer hijo. Finalizada la Guerra Civil, el espectáculo de títeres que había decidido montar no le rendía un duro y estaba dispuesto a trabajar en lo que fuera para poder salir adelante y, con él, su recientemente estrenada familia.

Fue su amigo José María Castroviejo, director de El Pueblo Gallego, quien lo recomendó para la fábrica de los hermanos Massó. El periodista guardaba con los empresarios, nietos del fundador de la firma Massó, el catalán Salvador Massó Palau, una estrecha relación fruto de una unión familiar: su mujer, Francisca Bolíbar, era hermana de la Amalia Bolíbar, casada con Gaspar.

18/3/24 Momento del proceso de conservación de las telas en las que Lugrís pintó los murales, hoy en el museo Massó
Momento del proceso de conservación de las telas en las que Lugrís pintó los murales, hoy en el museo Massó. Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia

Los hermanos Massó facilitaron a Lugrís un apartamento dentro del complejo conservero que, tal como cuenta la directora del Museo Massó, Covadonga López de Prado Nistal, también le cedieron en su momento al escultor Xoán Piñeiro. "Pero Piñeiro ya venía como escultor, no como Lugrís, que ni siquiera venía como un pintor que estaba comenzando, sino como un decorador muy habilidoso con experiencia en los teatros de títeres", aclara quien lleva catorce años al frente del museo.

"Los Massó le encargaron a Lugrís el montaje de los stands de la fábrica para las ferias, y también, tal y como está recogido en un testimonio conservado hasta hoy, 'que había cubierto las paredes de la fábrica de pintura'. Pero aún no era considerado un artista", señala.

Lugrís llegó a Bueu en 1942, sin nada en el bolsillo, para hacerse cargo de la creación de stands para las ferias

El museo, inaugurado en 1932 y aún en funcionamiento tras el cierre de la fábrica en los años 90, es hoy el testimonio histórico de los libros, las latas de conserva o las antigüedades náuticas que atesoraban los empresarios Massó, como cartografías, instrumentos, maquetas de buques y lanchas. Pero no solo.

La investigación del Museo Massó viene de datar entre 1942 y 1943 el tiempo que Urbano Lugrís trabajó para los empresarios de Bueu, "y no en el 48, como se estaba datando hasta ahora", explica la directora y historiadora del arte. Encajadas todas las piezas de la historia, descubrieron que las seis pinturas que decoraron durante años el comedor de las trabajadoras de Massó son las primeras obras de la autoría de Lugrís registradas hasta nuestros días.

"No fue hasta 1948 cuando le encargaron el diseño de la capilla de los Santos Reis. Ahí comenzó a firmar bocetos y a ser un artista reconocido, aunque podemos decir que el Lugrís profesional nació en la fábrica de los hermanos Massó", afirma Covadonga López.

Su propia rutina

En aquel tiempo, un anónimo Urbano Lugrís establecía su propia rutina en Bueu concentrando el tiempo en las últimas horas del día. "Pasaba las tardes pintando en la fábrica. Por las mañanas dormía, porque en aquella época ya era una persona dependiente del alcohol, después iba a almorzar la Casa Quintela, que estaba del lado de la factoría, luego iba dando un paseo por la calle Príncipe y siempre se le sumaba un chico de 16 años que iba a ver como pintaba", relata la directora del museo.

Como si pintara las lonas del teatro de títeres con el que había intentado, sin éxito, ganarse la vida, Lugrís dibujó, en 30 metros lineales de tela, seis escenas con el mar como protagonista: una mujer con un cesto de pescados en la cabeza en una imagen presidida por un crucero sobre un intenso fondo azul; un barco con un gran timón en la proa a punto de penetrar entre dos arcos; el balcón de una casa con un gran pescado en el plato servido en una mesa; el perfil de dos embarcaciones elevadas en tierra firme; el paisaje de un navío con las velas arriadas vista desde un monte; y la primera y más reconocible de todas, un fondo marino de algas  y pescados que transitan alrededor de los restos de un naufragio, de cuatro metros de longitud.

"Esa pintura fue la primera que hizo y es la que más se identifica con el que luego sería su estilo, mientras que las otras son estilos que, tiempo después, fue dejando de lado. Lugrís la pintó entre el 42 y el 43, y en ella aparecen elementos que repitió después en los murales de la calle Olmos de A Coruña, en el restaurante Fornos, que son del año 1951", observa la directora del museo.

Sin firma

Covadonga López añade que en aquellas primeras obras Lugrís, el artista "no tenía un estilo ni un lenguaje propio; y, por supuesto, no las firmó porque aún no tenía firma". Pero el inconveniente de que aquellos diseños no fueran considerados obras de arte durante años, ni Urbano Lugrís artista, es mucho mayor que una indefinición de lenguaje y estilo. La inexperiencia o las bajas pretensiones de aquel coruñés que estaba naciendo en la ría de Pontevedra se traducen hoy en un problema de preservación para el museo.

"La realidad es que Lugrís no dibujó exactamente sobre las paredes, como indica el testimonio, sino que cubrió de telas pintadas el comedor de las empleadas, sin diseños previos ni un trabajo preparatorio. Pintó como lo hacía de manera cotidiana en los teatros de títeres, y esa técnica estaba ideada para trabajos efímeros. Al no ser pinturas pensadas para perdurar en el tiempo, nos dan muchos problemas de conservación. Aquellas telas ni siquiera las adquiría él, lo hacían los Massó. En vez de comprar lienzo, compraron algodón, que no sirve para pintar porque es muy hidrostático, se hincha con la humedad, encoge… Y esto vuelve a evidenciar que ni el propio Lugrís sabía entonces de técnicas pictóricas", explica Covadonga López.

En la actualidad, el Museo Massó lleva a cabo un exhaustivo programa de conservación y supervisión de las pinturas de Urbano Lugrís de manera constante, dirigido por la conservadora Sandra Vázquez, del centro italiano de la Venaria, "uno de los centros de restauración más prestigiosos de toda Italia", destaca la directora del museo. López explica que "la conservación de la obra de Lugrís es permanente porque no se emplearon los pigmentos ni el aglutinante adecuados. Hay que estar constantemente tratándola, vigilándola y controlándola. Y también por las dimensiones que tiene: los marcos fueron clavados en el bastidor, en la carpintería de la fábrica, y tiran de él", añade.

Lugrís no dibujó sobre las paredes, sino  sobre telas de algodón, sin diseños previos ni trabajo preparatorio

Las pinturas de Lugrís que alberga el Museo Massó ya habían sido intervenidas anteriormente, por ejemplo, en el año 2004, con motivo de la exposición temporal Lugrís, señor de los pazos del mar, pero la directora apunta que cuándo accedió a la dirección del museo en 2009 reparó en que "ya no estaban muy bien". "Es importante que tengamos en cuenta que no tuvieron consideración de obra de arte hasta que las pasaron al museo. Y es posible que, cuando eso aconteció, Lugrís ya no estuviera vivo, porque el traslado fue en los años 70 y él falleció en el 73", cuenta.

Si la huella de la villa marinera de Bueu en la primera obra conocida de Urbano Lugrís resulta inevitable de identificar, no es menos notable a influencia que la colección de los hermanos Massó tuvo no solo en aquel momento en un artista que no sabía que el era, sino a lo largo de toda su trayectoria.

José María Massó

La directora del Museo Massó hace hincapié en la relación más concreta de Lugrís con José María y la influencia que este tuvo en el artista. "José María Massó fue con quien Lugrís más se entendió aquí, porque Gaspar estaba muy ocupado dirigiendo la empresa. Era el alcalde de Bueu y le gustaba mucho la temática marítima, estaba haciendo un trabajo de investigación sobre la historia de los barcos en Galicia que luego publicaría; también hacía maquetas de barcos desde la prehistoria, replicaba modelos de naves, y todo eso apareció en El político de la navegación que Lugrís pintó aquí bajo su encargo. Ahí el programa iconográfico aún es de José María, y no de Lugrís, porque están presentes sus maquetas de embarcaciones", explica Covadonga López. Fue en ese momento cuando, en palabras de la directora del museo, "Lugrís comenzó a hacerse artista en Massó, cuando José María comenzó a encargarle pinturas", aclara.

En los cuatro años que Lugrís pasó colaborando con los Massó pintó sus primeros cuadros con caballete a petición de los hermanos que, entonces sí, "ya comenzaban a considerarlo un artista". En aquellas obras, desgrana la directora del museo, Lugrís representa piezas de la colección Massó, los grabados y los libros que estaban en la sala del museo en el piso superior, encima del lugar donde él pintaba. "En una maqueta de una barca puede leerse 'Blanes', que era una dorna que tenían los Massó y que era, además, la localidad catalana de donde venían los empresarios", destaca López, y añade que Lugrís "también se inspiró en los grabados del siglo XV y XVI de los libros incunables de la biblioteca Massó, sobre todo hasta la década de los 60".

18/3/24 Otro motivo de los murales.
Otro motivo de los murales.

La huella de los Massó en Urbano Lugrís no finalizó con el fin de la estancia del pintor en Bueu, ya con un nombre y una firma propia. Los hermanos, la conservera y el ambiente de la villa marcarían la obra del artista coruñés para siempre jamás. "Hay elementos que perduraron desde sus primeros trabajos, desde el color azul dominante como los fondos marinos", cuenta Covadonga López.

"Todas las antigüedades náuticas y todo lo que en el trabajo de Lugrís recuerda a la pintura de finales de la Edad Media se inspiró aquí, en la colección de los Massó, en las conchas, en las cartografías, en los barcos en botella, en las maquetas… De hecho, cuando Lugrís pinta barcos no está pintando un barco real, pinta maquetas. Son temas con los que va a construir su lenguaje artístico a partir de la inmersión que hace en la colección y en la biblioteca Massó, sobre todo hasta la década de los 50. Después, en los 60, sí que aparecen elementos de conchas que cuentan con un lenguaje más depurado, en la que prescinde de todas esas antigüedades náutica"», aclara la historiadora del arte.

18/3/24 El Museo Massó, en Bueu (Pontevedra)
El Museo Massó, en Bueu (Pontevedra). Museo Massó

Gracias al trabajo de investigación y recopilación del Museo Massó, será en 2024, en verano, con el hallazgo histórico de que fue en Bueu donde nació el Lugrís artista, cuando el pintor coruñés contará, por fin, con su propia sala en el museo, de 200 metros cuadrados. En ella habrá mucho más que aquellas seis primeras pinturas en tela de algodón. 

"Haremos referencia a cómo comenzó aquí y como le influyó toda la colección de los Massó, contando también con obra gráfica que tenían los hermanos, como fotografías de libros o de algún stand que pintó Lugrís. También estamos identificando todas las obras y antigüedades náuticas presentes en su obra, los grabados que le influyeron en una o en otra. Y seguimos comprando obra suya que pueda tener vinculación con ese discurso. Lugrís en el Museo Massó, y viceversa", resume Covadonga López. De Massó para Lugrís y de Lugrís para Bueu, para su gente, para su mar, que es un poco el mar de todas las pinturas.

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