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El caciquismo gallego se moderniza

PAULA DÍAZ

De la época gloriosa del contrabando y el narcotráfico a la de las tramas corruptas que en los últimos tiempos copan los juzgados gallegos hubo en Galicia otro fenómeno político que a día de hoy aún da sus últimos coletazos. El caciquismo, personalizado en las figuras de Xosé Cuiña, Xosé Luis Baltar o Francisco Cacharro Pardo —entre otros—, sigue presente en las figuras de sus hijos o de muchos familiares y amigos que recogieron su estela y aún ocupan cargos en sus correspondientes diputaciones

En las décadas de los 80 y de los 90, el sistema político gallego se basaba ampliamente en el clientelismo, es decir, en el 'favor por favor', 'hoy por ti, mañana por mí'. Los ciudadanos aplaudían (y votaban) a aquellos que conseguían un trabajo para sus hijos, que acudían a dar el pésame cuando se moría alguien cercano o que se quitaban la chaqueta para tocar el trombón en una fiesta de pueblo. Las mayorías absolutas eran aplastantes y la perpetuidad en el poder estaba a la orden del día.

Para algunos expertos esta situación no es sólo propia de Galicia, sino que se trata de un modo más de corrupción, al estilo del caso Gürtel o los papeles de Bárcenas, pero con ciertas particularidades. Quienes opinan así creen también que, precisamente por ese motivo, el caciquismo no ha terminado, sino que sigue presente en todas las comunidades, en todos los colores, y que se presenta de muchas formas distintas. 'Los mismos perros con distintos collares', dicen.+

Méndez Romeu (PSOE): 'Las personas no son corruptas, son corruptibles y a día de hoy no se ha hecho ningún cambio estructural legal que evite la corrupción'Este es el caso del socialista José Luis Méndez Romeu o del nacionalista Bieito Lobeira. El actual portavoz del PSOE en el Parlamento gallego considera que 'la situación ha evolucionado en los últimos años como consecuencia de la urbanización'. 'El caciquismo de los 80, basado en el intercambio de favores, estuvo vigente mientras Galicia era una comunidad agraria; después fue evolucionando con la urbanización, a partir —sobre todo— de la entrada de España en Europa', explica. 'Ahora asistimos a los coletazos finales de ese proceso que se unen a asuntos más novedosos que se deben a insuficiencias en el marco legislativo relacionado con la contratación de bienes y servicios, la contratación de personas, las concesiones administrativas y los asuntos urbanísticos', enumera el también exsecretario de Estado en la época de Zapatero. 

Para Romeu, 'las personas no son corruptas, son corruptibles' y, por ello, aunque se haya modificado la 'red clientelar que estaba muy desarrollada por las personas que llevaban gran tiempo en el poder', cree que 'hasta ahora no se ha hecho ningún cambio legal estructural que evite la corrupción'. Para el secretario de Organización del BNG, ahora en Galicia reinan 'los mismos perros pero con distintos collares'. Aunque Lobeira lamenta el 'tópico del caciquismo gallego, que no son más que prácticas perversas que se dan en otras partes del Estado', cree que hoy en día se ha sustituido el 'clientelismo que se verifica con comportamientos individualistas' por 'prácticas corruptas de las instituciones', como las privatizaciones de ciertos servicios que giran en torno a 'intereses económicos'. 'Cuiña se movía por intereses empresariales vinculados a la familia; Feijóo utiliza unos mecanismos de control social más sofisticados —sin trato directo, pero utilizando a los medios de comunicación a su antojo, por ejemplo— para que las grandes empresas del 'palco del Bernabeu' (pone el ejemplo de Ferrovial, cuya filial Cespa está inmersa en la operación Patos) se encarguen de las obras públicas de Galicia', ejemplifica.

Bieito Lobeiro (BNG): 'El caciquismo no es más que prácticas perversas que se dan en todo el Estado, no sólo en Galicia'

Para Cristina Ares, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Santiago, que hasta 2011 fue concejal del PP en Lugo, clientelismo y corrupción son conceptos diferentes y ninguno de los dos exclusivo de Galicia. Sin embargo, cree que ambos problemas se deben a una 'falta de cultura política' que todavía pervive en la sociedad. '[Los ciudadanos] no interiorizamos las reglas del juego democrático [dice haciendo alusión a la 'aceptación' social del enchufismo, por ejemplo] y los partidos tampoco avanzan. La gente está acostumbrada a ese modelo en el que se ofrecen favores a determinadas empresas para financiar partidos y así el poder corrupto se perpetúa', concluye. 

En la misma línea se expresa el también periodista y escritor gallego Antón Losada, que no cree que la corrupción actual tenga 'ninguna conexión' con el antiguo caciquismo. 'El cacique usaba mecanismos administrativos para conseguir favores, colocaba a gente en la Administración y gastaba dinero público dentro de lo público; ahora se dedican a las privatizaciones', resume. Aunque reconoce que, de alguna manera, 'sigue pasando, porque hay importantes segmentos de población —en toda España— para los que el clientelismo sigue siendo el sistema que más confianza les ofrece para relacionarse con la Administración', también opina que 'hay otros segmentos en los que no'. Y por este motivo considera que 'una ciudadanía que ahora está asustada y desorientada castiga cada vez más los comportamientos de este tipo'.

Cristina Ares (PP): 'Los ciudadanos no hemos interiorizado las reglas del juego democrático'

Para otros expertos, de hecho, aquella época de ofrecer papeletas en mano a las puertas del colegio electoral ya terminó, la corrupción no son los últimos flecos del clientelismo y ahora presenciamos una situación distinta. Quienes opinan así presentan a un Alberto Núñez-Feijóo que ejerció de 'limpiador' de su partido, tomando el relevo de Manuel Fraga pero sin la permisividad que éste tenía con los 'caciques buenos', como llegó a autodenominarse el propio Baltar. 

Este es el caso del excritor y periodista de El Progreso de Lugo Santiago Jaureguizar, que opina que el individualismo propio de la política caciquil, en la que 'se vota un nombre y no a un partido, una ideología, unas siglas' terminó a finales de los 90, con la llegada al poder en el PP del actual presidente de la Xunta.  'Feijóo —que no me parece un gran político, pero sí un gran técnico— viene de otro mundo, de otro modelo de formación y fue inteligente y práctico: se da cuenta de que la política vieja del tú a tú, de dar la mano ya no funciona o funciona, como mucho, en zonas pequeñas', argumenta. 'El PP de Feijóo ya es de las ciudades y no se reconoce en eso. Sabe que las clases medias gallegas que votan al PP quieren una gestión moderna y por eso él hace limpieza', continúa el autor de Casa Skylab, que cuenta precisamente la historia de un cacique gallego.

'El sistema del clientelismo se da en Galicia —como en todas las sociedades poco desarrolladas económicamente— cuando los ciudadanos, para solucionar su vida, acudían a quienes tienen los recursos económicos, que eran los que tienen el poder político', agrega Jaureguizar. 'La gente para subsistir tenía que entregar su dignidad a los políticos, pero el modelo cacique ya se terminó porque la mayor parte de la sociedad gallega vive en ciudades de más de 100.000 habitantes y ya no es posible que se dé la cultura política del intercambio de favores que ha funcionado toda la vida en todo el mundo', concluye.

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