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El 'niño robado' que recuperó su verdadera identidad tras 43 años como hijo biológico de unos padres falsos 

El Juzgado de Instrucción 3 de Badalona ha archivado la causa contra la mujer que se apropió de Joan Francesc Beamonte cuando este tenía seis años, inscribiéndole como hijo biológico con la connivencia de las instituciones franquistas. El afectado ha recurrido.

Juan Francisco Beamonte Isern.
Joan Francesc Beamonte Isern muestra sus fotografías de bebé, con dedicatorias de su padre.- PÚBLICO

El Juzgado de Instrucción 3 de Badalona acaba de archivar una de las causas más paradigmáticas sobre la cuestión de los 'niños robados' en España: el caso de Joan Francesc Beamonte Isern (Barcelona, 1966), que fue arrancado de su verdadera familia biológica cuando tenía seis años y fue inscrito por un matrimonio en el registro civil como hijo biológico, con la complicidad de las autoridades franquistas

La jueza cierra abruptamente la causa por detención ilegal, suposición de parto y falsedad documental iniciada tras la querella de Beamonte por el estado psíquico de la falsa madre; el marido falleció en 2020. El afectado ha presentado un recurso de apelación contra el archivo porque además de la mujer hay otro investigado: el médico que propició su desaparición. Esta es su historia.

Joan Francesc Beamonte Isern fue un bebé rollizo, al que llamaban Juanito. Tenía tíos y tías, primos y primas, un padre enfermo y una abuela muy resolutiva. Hasta los seis años vivió con todos ellos en Sant Adrià de Besòs (Barcelona) y después se le perdió el rastro; desapareció sin dejar huella. 

En agosto de 1973, el padre de Juanito estaba en fase terminal de un linfoma de Hodgkin. Se había ganado la vida como soldador y vivían humildemente pero sin pasar necesidades. La familia se preparaba para el peor desenlace. La abuela Francisca cuidaba del pequeño, que no tenía madre porque le abandonó nada más nacer, dejándole al cuidado del padre, que le inscribió en el registro civil como hijo de padre soltero y madre desconocida.

El médico que trataba al enfermo, el doctor Hernández, animó a la abuela Francisca a internar a Juanito en un colegio de Barcelona, a cuyo director conocía, para que así la mujer pudiera cuidar a su hijo moribundo, y la anciana accedió; debió pensar que era un gran favor el que les hacía el médico. 

Nada más lejos de la realidad. En una de las visitas semanales al centro, la abuela y una nieta se encontraron con la fatal noticia: el niño no estaba allí ni lo había estado nunca. Ante la perplejidad de la abuela, un responsable del colegio la derivó al doctor Hernández. "Pregúntele a él, nosotros no sabemos nada". Así lo ha contado aquella nieta a la Policía, en el marco de la investigación judicial. 

Tras mucho empeño, la abuela y la niña encontraron trabajando al doctor Hernández en el Hospital del Mar, quien les mintió de esta manera: "Juan Francisco está con una familia de banqueros en València. Está muy bien, no le falta de nada". 

Paso por el orfanato y cambio de familia

El niño en realidad estaba en un hospicio y todo le faltaba. No es difícil imaginar la angustia de un niño de seis años completamente solo en un lugar tan siniestro como un orfanato del franquismo. "Lo recuerdo como uno de los episodios más terribles de mi vida --cuenta Joan Francesc a Público en una conversación telefónica--. No comía, había muchos niños de todas las edades mezclados... Estuve un mes más o menos hasta que llegaron un señor y una señora que no conocía y me dijeron que mi familia me había abandonado y que ellos serían mis nuevos padres". El pequeño acabó creyendo que los suyos se habían desentendido de él.

En Banyoles, provincia de Girona, en una fastuosa mansión, al niño Juan Francisco Beamonte Isern no le quedó más remedio que asumir que a partir de entonces sería Juan Francisco Coll Corominola, hijo de un contratista de obra, que ganaba la friolera de 400.000 pesetas al año, y de la encargada de una fábrica de poliéster, quienes tras varios años de matrimonio no habían podido engendrar. 

Y ese deseo de ser padres se cumplió con creces. Mientras la pareja buscaba desesperadamente un hijo en el orfanato, tenía a otro niño acogido en su casa de Banyoles esperando a poder formalizar la adopción; es lo que entonces se llamaba tener un niño en depósito. El primero que fuera adoptado legalmente se quedaría con el honor de ser su hijo. 

Doble identidad para un niño robado

"La madre del otro niño aceptó darlo en adopción y entonces, una vez que había vía libre, quisieron devolverme a mí al hospicio, ya no me necesitaban, pero era tarde, no les dejaron", explica Joan Francesc. Su propia adopción nunca llegó a inscribirse públicamente, si bien fue cumplimentada, pero la pareja desistió. El motivo es que el matrimonio logró inscribir en el Registro Civil de Sant Adrià de Besòs a Juan Francisco como hijo biológico; ya no hacía falta adoptarle. 

Fue una inscripción fuera de plazo, en septiembre de 1977, cuando el niño contaba con 11 años, y fue posible gracias a la complicidad de funcionarios sin escrúpulos en alianza con la Junta de Protección al Menor --el precedente de los actuales servicios sociales de las comunidades autónomas--, una institución hermanada con el siniestro Patronato de Protección a la Mujer, cuyo afán era quitarle los hijos a madres consideradas descarriadas para entregárselos a matrimonios pudientes adeptos al régimen nacionalcatólico. 

La nueva partida de nacimiento creada ad hoc para el matrimonio Coll-Corominola respetó la fecha de nacimiento del niño, el 14 de septiembre de 1966, pero cambió como lugar Barcelona por la cercana ciudad de Sant Adrià del Besòs, y modificó la identidad de los progenitores biológicos, que pasaron a ser, por arte de magia, el matrimonio Coll-Corominola. Mientras esta inscripción figuraba en el registro civil adrianense, su verdadero nacimiento estaba depositado en el registro de Barcelona. Dos partidas de nacimiento diferentes para la misma persona.

"¿Para qué querían hijos?" 

El niño Juan Francisco fue el segundo siempre, el perdedor, en aquella gran casa de Banyoles, en la que el niño mimado fue el otro. "La única que me demostró cariño fue la abuela materna", dice. Fueron años de apariencia de una familia envidiable, pero la realidad era distinta: "Los niños íbamos vestidos impecablemente pero no podíamos jugar en el suelo por miedo a mancharnos la ropa. Los fines de semana el padre en vez de quedarse con nosotros se iba solo de caza. Nunca nos llevaron de vacaciones ni hubo una alegría en esa casa. "¿Para qué querían hijos?, me he preguntado muchas veces". 

También recuerda Joan Francesc que cuando hacía alguna trastada o algo que a ellos no les gustaba, le echaban en cara el dinero que se gastaron en adoptarle. "Años después la mujer llegó a decir que fueron entre 150.000 y 500.000 pesetas lo que pagaron por mí", indica.

Mientras, su abuela Francisca y sus tíos, los de Sant Adrià de Besòs, le buscaban. En la Junta de Protección al Menor de Barcelona negaron conocer  al niño. La abuela llegó a contratar a un abogado y denunció la desaparición. Todo fue el vano. Juan Francisco Beamonte Isern se había esfumado. 

Recuperando las raíces

En 2009, un acontecimiento cambiaría su vida. Se había propuesto encontrar sus raíces biológicas, como les ocurre a la mayoría de personas adoptadas. Era consciente de que había sido adoptado ante el abandono de su familia. Puso un mensaje de búsqueda en una plataforma creada por el colectivo de 'bebés robados'. Y obtuvo respuesta: una mujer reconoció la historia como la de aquel primo suyo que desapareció en 1973, el pequeño Juanito. 

"Era Sonia, mi prima hermana de parte de padre. A los dos días de contactar conmigo fueron a verme a Banyoles ella y mi tía Pili. Nos reencontramos, nos abrazamos y me llenaron de besos y de fotos que me mostraban a mí mismo de bebé, mi infancia regresó", recuerda con emoción. 

A partir de entonces, se dedicó a recopilar su documentación. La referida a la adopción no la halló nunca, puesto que no había sido adoptado. En su lugar encontró la prueba clave: la partida de nacimiento falsificada. En 2018 una jueza declaró probado que el matrimonio Coll-Corominola no eran los padres biológicos de Joan Francesc Beamonte Isern y le devolvió su identidad, anulando la falsa.  

Querella pionera por detención ilegal

Este hombre quiere justicia. Durante 43 años ha vivido retenido en una familia que no era la suya, privado de sus seres queridos, en base a una documentación oficial falsificada. Los documentos de la Junta de Protección al Menor, firmados por una asistente social, la religiosa María Luna, según ha podido comprobar este diario, contienen falsedades tales como que la abuela Francisca renunció a su nieto. "Claramente se ve que han falsificado la firma de mi abuela". La prima Sonia ha confirmado que la abuela no abandonó al niño, al contrario, ha descrito en el juzgado el recorrido que hizo la familia para intentar dar con su paradero. 

El Juzgado de Instrucción 3 de Badalona había citado como investigada el 2 de mayo a la 'madre falsa' y a cuatro parientes biológicos de Beamonte, entre ellos, su prima Sonia, pero estas citaciones están pendientes de que se resuelva el recurso contra el archivo de la causa que ha presentado estos días de atrás la defensa de Joan Francesc. También está investigado el doctor Hernández, que en declaraciones previas ha asegurado que no recuerda nada de los hechos que se le imputan relacionados con la apropiación del niño por otra familia.

La estrategia de la defensa de Beamonte, a través de una querella muy clara y fundamentada, persigue demostrar cómo el niño fue desnaturalizado, deslocalizado, cómo la falsedad de una filiación atentó contra su honor. La querella acusa de un presunto delito de detención ilegal --que no prescribe--, otro de suposición de parto y un tercero de falsedad documental y pide al juzgado que se determine la posible responsabilidad en los hechos de la institución pública heredera de la Junta de Protección al Menor.

 

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