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El cambio climático desvela a los osos y los disuade de hibernar

La menor disponibilidad de alimento en invierno por los efectos del calentamiento global en las zonas de montaña y el menor rigor de los fríos invernales comienza a llevar a los plantígrados de la península a seguir campando por el monte en los meses en los que la tradición los ubica en la osera y a acercarse cada vez más las áreas pobladas

Un oso deambula por un paraje del Pirineo catalán pintado de blanco por las nieves invernales.
Un oso deambula por un paraje del Pirineo catalán pintado de blanco por las nieves invernales. Generalitat de Catalunya

Cada vez va a ser más probable que los osos pasen el invierno en el monte en lugar de en la osera y, también, que abandonen con más frecuencia las zonas altas de la montaña para dirigirse al fondo de los valles. Es una de las imprevistas consecuencias del cambio climático, que comienza a disuadirles de hibernar por dos motivos: la escasez de alimentos en el otoño en sus hábitat más habituales y las temperaturas más cálidas en invierno.

Esas circunstancias pueden ser algunos de los motivos por los que el pasado domingo la osa Sarousse se encontraba en el paraje de Valle de Bardají (Huesca) donde fue abatida a tiros por un cazador que asegura haberla confundido con un jabalí, unas decenas de kilómetros al sur de las montañas por las que solía moverse en los catorce años que llevaba en el Pirineo, o por las que otro ejemplar de esa especie llegó a Cervera de Pisuerga (Palencia), a 70 kilómetros al sureste de los Picos de Europa, para morir tiroteada con una versión similar por parte del autor del disparo.

En ambos casos se trata de cacerías autorizadas por las respectivas comunidades autónomas y los dos episodios se encuentran bajo investigación judicial. Se trata de la segunda y la tercera muerte de un oso en lo que va de año tras la del macho Cachou en el valle de Arán el pasado mes de abril, por cuyo presunto envenenamiento fue detenido hace unas semanas un agente rural del Conselh Generau dera Val d’Aran.

Siete grupos ecologistas (Amigos de la Tierra, Asociación Naturalista de Aragón, Ecologistas en Acción, Fondo Natural, Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, SEO/BirdLife y WWF-España) han reclamado al Gobierno de Aragón la "prohibición cautelar e inmediata de la caza en todas las zonas con presencia del oso".

El calentamiento global altera los hábitat de montaña

La desaparición de Sarousse, denuncian, "echa por tierra varias décadas de intenso trabajo y fondos nacionales y europeos invertidos en el mejor conocimiento de su biología", y, además, "acaba con la expectativa, al menos a corto plazo, de la recuperación de un núcleo reproductor en este sector estratégico del Pirineo".

Los osos no son, en cualquier caso, las únicas especies que se están viendo afectadas por el cambio climático en las zonas de montaña. Se trata de un proceso que está modificando los hábitat y provocando fenómenos como la migración de vegetales termófilos  hacia las cumbres del Pirineo en busca de espacios habitables, la cada vez más frecuente desecación de los pastos en esa cordillera, la presencia estable de aves de origen africano en sus estribaciones más meridionales o la aparición de síntomas de fatiga en el pulmón arbóreo del planeta.

Hay datos incuestionables sobre el cambio de la climatología en la cordillera. Entre otros, el parte de nieve de la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro), que semana a semana da fe de cómo las precipitaciones se retrasan y menguan año tras año. Ahora mismo, las cumbres del Pirineo acumulan 64 hectómetros cúbicos de nieve, 745 menos que el año pasado por estas fechas y 455 por debajo de la media del último lustro.

Ante ese cuadro, las especies, tanto las vegetales como las animales, modifican sus hábitos y amplían o cambian sus hábitat para tratar de adaptarse a los efectos del calentamiento global y para, principalmente, disponer de alimentos y de espacios reproductivos. Y eso, en el caso del oso, se traduce en una mayor frecuentación de las áreas que ocupan los hombres.

La hibernación depende de la alimentación y la temperatura

Este fenómeno de la menor hibernación llevaba siendo observado desde hace unos años por los técnicos de la Fundación Oso Pardo (FOP), que lo reseñaron en un estudio ( ) sobre el comportamiento de las osas y sus crías en la cordillera Cantábrica hace ya casi una década.

"Cuando llega lo más duro del invierno, y después de un intenso periodo de hiperfagia otoñal que ha elevado notablemente sus reservas energéticas, los osos seleccionan una osera, por lo general una cueva natural, pero a veces una oquedad excavada por ellos mismos", en las que se meten cuando se sienten bien alimentados.

Sin embargo, no hay fecha ni duración determinada, y lo que se denomina hibernación puede llegar a durar más de tres meses con animales en cautividad o dividirse en periodos de cuatro a trece días entre mediados de diciembre y mediados de marzo, aunque hay casos recientes de inactividad durante 55 días.

Esas variaciones son "resultado de la fluctuación interanual en la disponibilidad de alimento", señala el estudio, que recoge cómo "las hembras preñadas suelen ser las primeras en entrar en la osera, varias semanas antes que el resto de los ejemplares, y también son las que más tarde salen en primavera".

Sin embargo, va siendo habitual que las que parieron el año anterior (siempre lo hacen en enero) no hibernen en el siguiente invierno porque no les compensa energéticamente tras el consumo de energía de la crianza y la lactancia de los oseznos, por lo que siguen activas y continúan alimentándose por el monte.

"Es posible que bajen cada vez más a zonas de valle"

"Para el oso hibernar es una elección energética, si no puede conseguir una reserva adecuada sigue alimentándose. La hibernación depende, más que de la temperatura, de la adquisición de reservas", explica Fernando Ballesteros, jefe de proyectos de la FOP, quien, no obstante, apunta que "con la subida de temperaturas que está provocando el cambio climático los osos van a tener más dificultades, incluso metabólicas, para hibernar".

Todo apunta a que esa situación va a darse por la creciente escasez de algunos de sus alimentos básicos, como los arándanos, como consecuencia de ese proceso de calentamiento global. "Vamos a un escenario de menos alimento en otoño y temperaturas más elevadas en invierno con el que va a haber más osos activos en invierno", añade.

El oso se alimenta principalmente de frutos de árboles, como las bellotas, los hayucos y las castañas, y de matorrales, como la mora y la endrina, además del arándano. Todos ellos, además de la carroña de animales muertos, están disponibles en otoño, lo que supone una de las principales diferencias con sus parientes del norte de Europa, que llegan a aletargarse hasta tres y cinco meses (160 días en Suecia) ante la imposibilidad de alimentarse en invierno por la dureza del clima.

"En la montaña hay mayor vulnerabilidad al cambio climático, por lo que es posible que bajen cada vez más a zonas de valle" para buscar alimento, añade Ballesteros. Y eso entraña el riesgo de que aumenten la intensidad del conflicto entre ganaderos y cazadores, por una parte, y, por otra, conservacionistas y partidarios de la reintroducción de los grandes carnívoros.

"El oso es básicamente vegetariano"

La hibernación del oso no es como el letargo del lirón o la marmota, ni mucho menos como el de la rana, que llega a suspender la respiración y el ritmo cardiaco. Los plantígrados "reducen a la mitad su ritmo respiratorio y cuatro veces su ritmo cardiaco y bajan 4 o 5 °C su temperatura corporal. El metabolismo se reduce en un 70%", señala el estudio.

Sin embargo, y pese a esa reducción de la actividad biológica, "en ocasiones, los osos abandonan la hibernación y se registran movimientos puntuales entre la osera y sus inmediaciones", en ocasiones por las molestias ocasionadas por los humanos, añade.

Y, en esas salidas, aprovechan para comer. O más bien las realizan para alimentarse y cubrir sus necesidades energéticas, algo que requiere elevadas cantidades de comida más que por su envergadura, por su metabolismo.
Su estructura dental y su aparato digestivo son de carnívoro, pero su dieta es principalmente vegetal aunque carece de la fisiología de los rumiantes (varios estómagos y bacterias apropiadas) para aprovechar ese tipo de alimentos, lo que hace que requiera grandes volúmenes de frutos, algunos de los cuales, como las cerezas, excreta sin apenas aprovecharlos. Llega a pasar hasta ocho horas al día comiendo.

El oso, el lobo, el ganado y los perros asilvestrados

"El oso es básicamente vegetariano, aunque también se alimenta de carroña, de los animales muertos que encuentra en el monte. Y también es innegable que produce daños en el ganado, aunque eso está sobredimensionado. Solo ataca a animales vivos cuando no tiene otra alternativa para alimentarse. El oso se usa como altavoz de otros conflictos", explica Ballesteros, que aboga por "una mayor protección de la especie y un cambio en las prácticas ganaderas en zonas como el Pirineo para facilitar la convivencia".

No obstante, sí es cierto que esos ataques en los que únicamente se cobra una pieza provocan estampidas que, como ocurre con el lobo, causan despeñamientos de parte del rebaño en el monte o episodios de muerte por aplastamiento en los corrales que generan importantes pérdidas a los ganaderos.

"Su impacto en cabezas de ganado es reducido, pero el impacto emocional es elevado", anota Ballesteros. A menudo los ataques atribuidos a osos y lobos son obra, en realidad, de perros asilvestrados.

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