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Migrantes "La Ley de Extranjería es racista porque solo afecta a quienes venimos del sur; los de norte tienen otra"

'No somos un caso aislado', una campaña de sensibilización sobre la realidad de la migración femenina que nace de la experiencia de las propias protagonistas, ha acabado convirtiéndose en una exposición donde mujeres migrantes comparten sus experiencias.

Mujeres migrantes
Las participantes del proyecto No somos un caso aislado tienen, a priori, poco en común excepto ser mujeres y haber migrado (ellas o sus familias) a València.

Quince mujeres migrantes de diferentes países, con diferentes historias y trayectorias. Se reúnen, hablan y se dan cuenta que, aunque cada experiencia es personal y propia, hay un fondo común. Que sus problemas y obstáculos no son individuales, que cada una de ellas no es "un caso aislado".

Trabajadoras en busca de un empleo, estudiantes con beca, refugiadas políticas… Recién llegadas sin papeles, con nacionalidad o incluso nacidas en España… De orígenes y realidades culturales y sociales muy diferentes... las participantes del proyecto No somos un caso aislado tienen, a priori, poco en común excepto ser mujeres y haber migrado (ellas o sus familias) a València.

"Cuando nos juntamos y empezamos a contar nuestras historias, como vivimos un cambio tan profundo como es la migración, nos dimos cuenta que, en general vivimos lo mismo. Todo el debate fue un proceso interno muy enriquecedor que a ratos nos hizo reír y a ratos rabiar", cuenta Carolina Duran Mcnisch, quien llegó a España en 2017 desde Colombia con una beca para estudiar el posgrado.

Entre los problemas comunes se encuentran, como no, las dificultades para regularizar la situación. "Las trabas que te imponen para conseguir los permisos de residencia y trabajo, la validez de los títulos, todo, es enorme. En mi caso yo vine en busca de un empleo, pero las compañeras que llegaron con becas de estudio se encontraron con situaciones similares. No escapamos ninguna", explica a Público la mexicana Lolita Jacinto. "Es que la Ley de Extranjería es enormemente racista porque solo afecta a quienes venimos del sur global, los que llegan del norte tienen otra ley", apostilla la ecuatoriana Paola Larco.

Racismo institucional y racismo social

Pero las similitudes no se acaban en las cuestiones burocráticas. El miedo a la policía, un miedo que no se acaba cuando obtienes los papeles y que incluso traspasa a los hijos, ya nacidos españoles, los mal llamados "inmigrantes de segunda generación". "Yo tenía miedo de hablar para que no se me notara en el acento que era extranjera. Iba a un bar y hablaba súper bajito para que nadie me oyera. No quería acabar en un CIE", se puede escuchar en uno de los vídeos donde se recogen todas las experiencias.

"Este racismo institucional que, al mismo tiempo, alimenta el racismo social que se traduce en estereotipos, como que si eres latina es que vienes a buscar marido o que eres muy caliente", cuenta Larco. A Lolita Jacinto le dijeron en una entrevista de trabajo que no la contrataban porque al marido de la entrevistadora "no les gustaban las mujeres de color". "Al principio no entendí de que me hablaban, hasta el punto que llegué a preguntarle: ¿de qué color?, recuerda Jacinto entre triste y enfadada. "Hay incluso lo que yo llamo un 'racismo de buenas intenciones'. Mucha gente acaba actuando según estos estereotipos aún sin quererlo o saberlo pero cuando vas acumulando anécdotas similares acaba siendo igual de molesto. No hace falta recibir un golpe para que sea una agresión, hay muchas formas de encasillarte", explica Duran.

Uno de los problemas más repetidos en todas las entrevistas generados por los estereotipos, es el laboral. "Da igual lo que estudies o lo que te esfuerces, que siempre acabas abocada a trabajar en los servicios. Cuando oigo hablar que robamos los empleos me parto, pero ¡si no nos dejan ser una competencia laboral!", cuenta Jacinto. En otro de los vídeos un testimonio recuerda las caras de sorpresa de los clientes al verla trabajar en una entidad bancaria: "Siempre me preguntaban si estaba con contrato, solo por mi aspecto y mi acento".

"Intenté cambiar mi permiso de estudio por otro de trabajo –explica Larco- y me encontré con un muro burocrático muy complicado. Aunque en principio era posible, a la práctica, requisitos como el que el empleador es quien tiene que ir a Extranjería a pedir los papeles, lo hacen imposible. Aunque no quieras te ves abocada a trabajos precarios, ya que por mucho que estés becada, esta no llega para vivir a un país que, desde nuestra posición, es muy caro".

El sentimiento de pérdida

La migración, pero, supone también un proceso de ruptura muy fuerte y la llegada a una sociedad nueva, con otras costumbres a la que no siempre es fácil adaptarse. Y hacerlo, muchas veces, sin ninguna red familiar de apoyo. Carolina Duran destaca precisamente esta socialización como un aspecto aún más importante que los papeles: "Generas unas relaciones muy fuertes con compañeros que, a veces acabas de conocer, y que se convierten en una nueva familia". Duran ha centrado su testimonio en el sentimiento de pérdida: "Mi madre murió mientras yo estaba aquí. No pude regresar a despedirla y fue muy doloroso, sientes una culpa tremenda. Creo que con la pandemia muchos españoles pueden entender el sentimiento".

Pero este es un sentimiento que Duran amplia a todo el proceso migratorio: "En los talleres, las compañeras refugiadas políticas contaban como ellas marchaban sabiendo que nunca más podrían volver, en cierta forma ellas ya se despiden solo con emigrar". Y una última conclusión: "En cierto modo quedaremos para siempre divididas entre dos territorios".

Una exposición virtual y más

Las experiencias recogidas en este proyecto pueden verse en la exposición virtual No somos un caso aislado, que cuenta con actividades complementarias, como seminarios y un canal en Youtube con todos los vídeos. "Por la pandemia nos habíamos visto obligadas a hacerlo todo virtual –cuenta Rose Castro, técnica del proyecto y activista en la ONG Integra2 Mundo, impulsora de la iniciativa junto con la Alianza por la Solidaridad– pero hemos estado buscando fórmulas para hacer una parte presencial". Aún sin fecha definida, los paneles de la exposición serán impresos y pegados en el exterior de la biblioteca Eduard Escalante y del centro de servicios sociales de Benimaclet, ambos en València. "Así, una parte importante sería exterior, mucho más segura, y solo los vídeos estarán dentro".

Un proyecto que busca, por una parte, empoderar y colectivizar experiencias que a menudo son vividas como meramente individuales cuando son colectivas, y por el otro, sensibilizar la sociedad de acogida sobre una diversidad que ya es real y no solo una teoría académica.

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