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Ascenso y ¿caída? del Tea Party

Los ultras han perdido protagonismo en la campaña presidencial ante la versión más moderada de Romney, pero aún mantienen su influencia en el Partido Republicano

SERGIO LEÓN

'Es un presidente peligroso'. Declaraciones de este tipo fueron durante un buen tiempo muy comunes en EEUU. Gran parte de los esfuerzos de la derecha estadounidense estaban centrados en deslegitimar a Barack Obama, un enemigo del país que se había instalado en la Casa Blanca.

El movimiento ciudadano ultraconservador del Tea Party ha sido el principal catalizador de las campañas en contra del mandatario, que aspira a la reelección el próximo martes 6. Desde su nacimiento a principios de 2009 ha logrado conquistar el alma del Partido Republicano al posicionarse como una de las facciones con mayor poder de influencia.

Los ultras fueron la principal sensación de las elecciones legislativas de 2010, en las que los republicanos quitaron a los demócratas su mayoría en la Cámara de los Representantes y minaron su ventaja en el Senado. Pero, ¿y ahora? Poco o nada se ha hablado de ellos durante la campaña presidencial. Lejos quedan aquellas manifestaciones multitudinarias. Sabido es que Mitt Romney, el rival de Obama, no era su favorito en las primarias republicanas. Por si no fuera poco, el candidato ha ido moderando su discurso a medida que se acercaba la cita electoral. ¿Dónde está el Tea Party? ¿Acaso no creen en una victoria del exgobernador de Massachusetts?

'Las protestas eran la única manera de expresarnos. Ahora ya somos una fuerza a tener en cuenta'

Ellos defienden que siguen ahí. 'Dicen que el Tea Party ha muerto porque no somos tan activos ni celebramos tantos mítines', declara Nancy Schiffman, presidente del Tea Party Patriots en Prince William County, Virginia. 'Al principio, las manifestaciones eran la única manera de expresarnos como grupo. Ahora ya nos conocen, ya saben quienes somos. El Tea Party se ha convertido en una fuerza a tener en cuenta', asegura el político en declaraciones a AFP.

Su estrategia se ha basado en estos últimos meses de supuesto ostracismo en animar al electorado indeciso a votar. A Romney, por supuesto. Una cosa es que el líder republicano no sea su candidato soñado y otra tener que soportar cuatro años más el 'socialismo de Obama'. Cuando más se ha criticado a Romney por reanudar sus actos electorales en medio del desastre que ha dejado en la costa este el huracán Sandy, los ultras han salido en su defensa. 'No tiene nada de raro, especialmente cuando la campaña opuesta lo estaba atacando. Está siendo muy prudente e inteligente en pensar en que nada es seguro y que hay que luchar hasta el final porque es una campaña muy reñida', dijo el presidente del Tea Party South Florida Conservative, Marcos Sendon, a Efe.

Romney se ha alejado al final de
la campaña del fundamentalismo de los ultras

El movimiento, que se beneficia del dinero de grandes empresas y fortunas personales de EEUU, asegura que no han perdido poder y que su influencia se puede medir en el éxito logrado en las elecciones a gobernador o senador, entre otras contiendas. 'El Tea Party no sólo focaliza sus esfuerzos en los grandes temas, también se centra en los asuntos locales', puntualiza Kevin McCarthy, un activista de la facción republicana de 61 años.

Su ascenso y asalto a la política de Washington obligó a los candidatos republicanos a las primarias a radicalizar su discurso y defender de cara a la galería su ideología, que aunque poco definida, se guía por los principios individualistas que comparten sus líderes. Es lo que hizo el propio Romney, que apeló al ala más conservadora de su partido para ganar la nominación. El aspirante a la Casa Blanca dejó en el camino a candidatos más radicales como el exsenador Rick Santorum, la congresista Michele Bachmann, el expresidente del Congreso Newt Gingrich o el también congresista Ron Paul, considerado uno de los 12 apóstoles del Tea Party.


Un hombre disfrazado del Capitán América durante una protesta del Tea Party. - AFP

Hace dos años, los ultras revitalizaron a los republicanos y dieron al Grand Old Party una energía que ya creían perdida. Pero ya no es 2010. El Tea Party ha demostrado ser un movimiento que no se deja controlar y eso es algo que ha inquietado a buena parte del partido. No han sido poco los conservadores que han alertado de que el populismo y extremismo ideológico no era la mejor postura de cara a las elecciones. Es lo que pasó con Romney. El establishment republicano se impuso y consiguió que ganara un candidato con un perfil que no se presentara de primeras ante Obama con el cartel de derrotado.

El Tea Party es un movimiento que no se deja controlar, algo que inquieta a buena parte de los republicanos

Entre otras cosas, Romney destacó durante el largo proceso de primarias su faceta de político pro-vida y anti aborto. Pero eso era antes de iniciar los cara a cara con el presidente. En la recta final de campaña Romney ha pasado de ser un férreo conservador a un político mucho más moderado para tratar de convencer a los votantes indecisos e independientes situados lejos del fundamentalismo del Tea Party. El lenguaje que ha empleado en los tres debates con el presidente ejemplifica su cambio de postura. Durante uno de ellos llegó a defender que todas las mujeres en EEUU 'deberían tener acceso' a los anticonceptivos y aseguró que no promoverá leyes para restringir el derecho al aborto.

El líder republicano también se ha esforzado en distanciarse de las diferentes salidas de tono de sus compañeros de partido. Su transformación, al menos de palabra, ha dado mucho juego a Obama, que ha acuñado el término 'romnesia' (Romney + amnesia) para criticar lo que considera una falta de coherencia de su rival. Sin embargo, ha intentado mantener contentos a los ultras al elegir a Paul Ryan, el preferido del Tea Party, como su número dos, consciente del poder que mantienen en el partido a pesar de su desaparición durante la campaña presidencial.

En 2011, los congresistas del Tea Party que salieron elegidos un año antes estuvieron a punto de llevar a EEUU a la ingobernabilidad y a la suspensión de pagos cuando se negociaba el techo de la deuda del país. Romney lo ha entendido. Una vez ganado su favor, lo mejor para su campaña era distanciarse de esos principios ultraconservadores y demostrar que, a pesar de despreciar a buena parte del electorado, su política irá dirigida a todo el mundo. Está por ver qué Romney surgirá si llega a la Casa Blanca. Gane o pierda, lo que sí está claro es que el Tea Party hará todo lo posible para seguir manteniendo su papel predominante entre la derecha estadounidense.

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