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El clásico más decisivo

La fe infinita de los blancos frente al fútbol fantástico de los azulgrana, con el título al fondo

LADISLAO JAVIER MOÑINO

La Liga en juego. El partido de los partidos. Hace 31 años (4-0, a falta de cinco jornadas) que Real Madrid y Barcelona no se citan tan altos, tan pegados en la tabla y con el final del campeonato tan próximo. Se echaba de menos un clásico liguero tan decisivo. Los ciclos hegemónicos de uno coincidían con el hundimiento del otro. Hoy, no. Hoy hay chicha. Eso eleva exponencialmente todas las connotaciones naturales y enfrentadas que conforman el clásico de los clásicos. La derrota esta vez no se reducirá a los vaciles de lunes de barra de cafetería o de carnicero cojonero. Esta vez la resaca se discutirá en términos de campeón.

El objetivo, siendo igual para ambos, tiene una lectura diferenciadora. El Madrid se presenta para no perder la Liga y empezar a ganarla de verdad. El Barça, para sentenciarla, o complicársela si sale derrotado. La foto inicial dibuja a un Madrid con pinturas de guerra. Con más intimidación escénica que futbolística. Ante la denuncia de Iniesta de que a su equipo le fríen a faltas, Met-zelder no duda en anunciar que las patadas son una opción. Raúl ha rebuscado en el baúl de Camacho y Juanito durante la semana. Ha creado en el vestuario ese clima que culmina con el gesto duro y la mirada perdida en el infinito en los planos televisivos previos. El Bernabéu confía más en esa versión robusta y demoledora de su equipo que en una ideada desde el juego vistoso. Hay quórum en que el Madrid puede ganar más por aplastamiento y escudo que por su capacidad para madurar al Barça. Y le dan igual los actores. Si juega Robben y Huntelaar caza moscas en el banquillo, como parece que sucederá. O que sea alineado Heinze por detrás de Marcelo.

Al Madrid no le se imagina otra vía que la del fútbol emocional. Eso espera y en eso cree el Bernabéu. Pero no por necesidad y al final. El madridismo quiere un partido explosivo desde el primer minuto como era costumbre. Justo lo que Juande no comprendió en la ida con el Liverpool.

El Barça espera esa supuesta tromba desde el mensaje de Guardiola de no traicionarse. La baja de Márquez le obliga a buscar una solución fiable para salir desde atrás jugando. Pero mantendrá esa propuesta que le da ventaja: puede jugar a maquillarse de guerrero como el Madrid; no existe exclusividad ni monopolio de la testosterona, pero sí del balón, que es suyo. Como Iniesta, Xavi, y Messi. Tres futbolistas criados en su cantera con una manera de entender el juego innegociable. Pase y uno contra uno: toque y regate.

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