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La felicidad del héroe sin batallas

El escritor italiano Erri De Luca cuenta en ‘El día antes de la felicidad’ la pérdida de la inocencia de un huérfano en plena Segunda Guerra Mundial y participa hoy en un espectáculo sobre don Quijote

PEIO H. RIAÑO

Los invencibles se levantan una y otra vez, visten con camisa a cuadros y tienen manos tan grandes como sus botas para caminar por la montaña. Los invencibles son quijotes que lucharon en 1969, como Erri De Luca, que a los 18 años formaba parte de una generación insubordinada y rebelde a la que acompañó dentro del movimiento Lotta Continua hasta que fueron conscientes de que no podían cambiar el mundo. Un héroe que durante 39 años creyó que la revolución se hacía en la calle hasta que escribió, hace ahora 20 años, su primera novela, Aquí no, ahora no (Editorial Akal), acerca de su infancia napolitana.

Desde entonces, su arma cambió y esas manos gigantes que se frotan una contra otra con detenimiento y fruición, como buscando forzar sus pensamientos, se empeñan en predicar que la enseñanza es la base de la libertad de los pobres, de los trabajadores, porque como dice uno de los personajes de su nuevo libro El día antes de la felicidad (Siruela): 'La instrucción nos daba importancia a nosotros los pobres. Los ricos se habrían instruido de todas las formas. La escuela daba peso a quien no lo tenía, lograba la igualdad. No abolía la miseria pero entre sus muros permitía la igualdad'.

Esas palabras que Erri De Luca pone a la deriva en el relato de una Nápoles convulsa y rebelde contra la ocupación alemana, donde un muchacho huérfano aprende a trompicones entre las enseñanzas de don Gaetano y el encuentro con el primer amor y la huida de su ciudad, también son las del propio autor. 'En mi ciudad después de la guerra, la escuela pública era el lugar donde sucedía la igualdad', explica el escritor a Público, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a donde ha llegado para presentar hoy un espectáculo Don Quijote y los invencibles.

Una biblioteca nutrida consigue que el ciudadano llegue a otras posibilidades que no le estaban pronosticadas: 'Fuera de la escuela todo eran opresores y oprimidos, uno sobre el otro. Pero en la escuela todos estábamos juntos, los hijos de la burguesía con los hijos de la pobreza que no marchaban a trabajar. Es así como un chico pobre puede asumir una nueva condición y abrirse un nuevo camino que cuestione los confines designados por los avatares de la vida'.

Algo así buscó don Quijote, un personaje que Erri De Luca (Nápoles, 1950) considera irreductible, porque tras encajar reiteradas derrotas jamás se rinde, ni se acobarda. Por eso el homenaje en escena, por eso Don Quijote y los invencibles, con una puesta en escena en la que él cuenta las historias de un ser que jamás ganó una batalla, pero que no se dejó de plantear seguir peleando por el mundo que había imaginado, junto con un guitarrista y cantante y un clarinetista.

'¿Que por qué darle carne al relato y hacer teatro? Porque yo soy un tipo que cuenta historias y las cuento oralmente y también por escrito', explica para aclarar que los tres se benefician del noble lugar del teatro, pero simplemente se sitúan en torno a una mesa, hablando y cantando. 'No hay ninguna otra acción'.

Invencible es una de las palabras que persiguen a alguien que ha luchado toda su vida por imponerse a su destino. De Luca es un Quijote sin batallas en su haber, porque como él mismo dice 'los invencibles no son los que ganan las batallas, sino aquellos que continuamente derrotados, nunca dejan de levantarse para afrontar otra batalla'.

Los invencibles tienen otra virtud, que les hace moverse sin tener nada fijo, sin saber qué será de ellos, y es que buscan la felicidad aunque son conscientes de que si llegan a conocerla alguna vez, deberán olvidarla inmediatamente. Esa es la esencia de la novela El día antes de la felicidad.

Erri de Luca se recoge las mangas de su camisa azul y blanca a cuadros, vuelve a frotarse las manos y explica que la felicidad 'es un golpe imprevisto'. Esa es la razón por la que no se puede contar con ella para nada, 'porque a lo sumo es un empujón de alegría'. De hecho, está convencido de que la mayor parte de las veces que pensamos en la felicidad es para referirnos al pasado, como memoria. 'La felicidad es una cita para la que uno nunca está preparado, aunque sabe que la va a tener', remata.

Aparentemente El día antes de la felicidad es el diario de alguien que recuerda su historia en un 'cuaderno de rayas mientras el barco se encamina hacia la otra punta del mundo'. El personaje en esta maravillosa novela lucha por tratar de reconocer la felicidad, pero el autor le hace pasar por agravios que le harán comprobar en sus carnes que hay que olvidarla tan rápido como llegue, 'porque como viene se va'.

En ese sentido, podríamos entender que toda una vida es el día antes de la felicidad, siempre a la espera de su aparición. Pero Erri De Luca lo niega: 'No, porque si no sería como una zanahoria delante del caballo. Y eso no es la felicidad'. De hecho, el autor italiano se emplea a fondo en sus imágenes, en las que hay siempre un sentido poso autobiográfico: 'El día antes de la felicidad yo era un alpinista que derrapaba en el descenso', le hace decir al protagonista.

La referencia a la montaña en la anterior cita no es casual. Erri De Luca es un apasionado montañero, que ya ha dejado testimonio en algunos relatos como los que componen El contrario de uno (2005) y en Tras la huella de Nives (2006), donde se metió en la mochila las reflexiones de la alpinista Nives Meroi (Bérgamo, 1961) -una de las tres mujeres que han ascendido siete de los catorce ochomiles-, con quien habló de la fascinación del alpinismo, de la aventura, la muerte... el viaje sin fin.

'En realidad mi escritura tiene poco que ver con mis paseos por el monte. Sí compararía mi relación del monte con la lectura más que con la escritura', nos cuenta. Hablamos de la naturaleza y es inevitable ver en su cara morena y afilada las huellas de un gran paseo reciente. Sus pequeños y audaces ojos azules se mueven con tranquilidad, charla pausado. 'Me gusta ver en la montaña cómo sería el mundo sin nosotros -dice dibujando un lugar sin habitantes-. Allí escasea el hombre y además se acentúa la sensación de estar de pasada, de no habitar. Porque subir una cumbre es como dar un paseo en el desierto'.

Curiosamente, Erri relaciona esos paseos solitarios con sus lecturas diarias del Antiguo Testamento al amanecer. 'Entro no como creyente, sino como transeúnte y salgo con las mismas. Así hago en la montaña, entro y salgo'.

No podemos dejar de preguntarle por la posibilidad de llevar adelante hoy una revolución por las generaciones más jóvenes, hay motivos. Él es rematadamente franco: 'Podríais hacer la revolución, pero no queréis'. 'El siglo XIX fue un siglo de revoluciones, de insurrecciones del pueblo que cambiaron las relaciones de fuerza entre opresores y oprimidos. Yo provengo de este siglo, donde la Historia aplastó las historias personales y dividió familias, separó pueblos... Fue un siglo muy invasivo', recuerda.

Es pesimista con nuestras responsabilidades. 'Hoy no veo ninguna solidaridad con la insurrección. Cuando nosotros, Occidente, invadimos Irak, Afganistán... no pasa nada, no veo entre los jóvenes la solidaridad con las luchas independentistas armadas de estas culturas islámicas que no quieren que nosotros vayamos a arreglar nada. Todo viene tachado como terrorismo y nadie quiere entender nada, ni oponerse a esa definición', afirma.

Para Erri De Luca, que conoce los relatos de Nápoles, la ciudad más bombardeada de Italia en la Segunda Guerra Mundial, terrorismo es un bombardeo sobre civiles. Por eso dice que 'el terrorismo comienza en nuestro siglo con Guernika'.

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