Este artículo se publicó hace 15 años.
El juego de las ocho diferencias
Un año después, de la final de Viena a la consolación de Rustemburgo, sólo tres jugadores repiten
José Miguélez
Un año ha transcurrido entre la victoria de la selección en la Eurocopa de 2008 y su discreta despedida como tercer clasificado de la Copa Confederaciones. Y las fotografías de uno y otro acontecimiento, por diversas circunstancias, no reflejan tantas similitudes como cabría suponer. De los onces iniciales, sólo tres futbolistas repiten: Casillas, Capdevila y Fernando Torres.
¿Vale la imagen para retratar en qué ha consistido el viaje de Luis a Del Bosque? Realmente, no, porque el nuevo seleccionador ha apostado, se supone que convencido, por la continuidad. Pero sí ha reconocido, y se le aprecia, que busca ocupar de otra forma las bandas, acudir a los extremos a los que renunció su antecesor (sus favoritos fueron Iniesta y Silva, tendentes a ir hacia el centro y entablar asociaciones en corto). Del Bosque lo intentó con Capel, pero desistió tras comprobar que sólo jugaba en solitario. Y acabó el domingo, en Suráfrica, con Cazorla (un simple recurso en la era Luis) y Riera, ahora un fijo.
La otra variación afecta al juego en largo, menos utilizado por Aragonés que por Del Bosque. La irrupción de Piqué, que ha dotado de salida desde la defensa, y la precisión a distancia de Xabi Alonso han alterado ligeramente la insistencia en el toque. Pero sería exagerado decir que Del Bosque y Aragonés no juegan a lo mismo. Ha cambiado menos la selección que los rivales, quienes, heridos de respeto o miedo, se enfrentan acolchados sobre su área y con pocas ganas de iniciativa. España está obligada ahora a desanudar defensas muy cerradas.
Casillas, indiscutibleUno a uno, Casillas es indiscutible en los dos casos. Ramos sigue en el retroceso que inició con Luis. Pero pese a la titularidad de Arbeloa ante Suráfrica, Del Bosque aún le prefiere. Albiol y Piqué sí apuntan a consolidarse, sobre todo frente a Marchena, el preferido en Austria y Suiza. Sentar a Puyol, suplente el domingo, les costará más. Capdevila es intocable.
El centro del campo ha sido otro y, como es la clave de la identidad, se acusa. Las lesiones de Senna e Iniesta, la de Silva de la que recién sale, unidas a que Cesc no acaba de encontrarse a sí mismo con la roja, dejaron el último día una medular con Cazorla, Busquets, Xabi Alonso (habitual con Del Bosque) y Riera. Menos gente que la línea de cinco de Luis, más altos y menos tocones. A Xavi lo sacó de la última foto una alergia, pero sí es indiscutible con Del Bosque.
Y en punta, Torres y Villa (lesionado en la final de Viena), con más galones tal vez que con Luis. Del Bosque concedió mucho margen a sus objetivos individuales, pese a que Güiza y Llorente (una de las novedades) reclamaban un sitio.
Pero más allá de las diferencias que descubren las fotos y los matices del juego, la gran diferencia entre un final de junio y otro ha sido la actitud, la humildad y las ganas. España se sintió tan superior en Suráfrica que se limitó a esperar a Brasil, el único rival que suponía difícil. El fracaso no es para desconfiar, pero sí para recordar cuál es el único camino. En juego y en conducta.
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