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La oposición iraní lleva su indignación a las calles

Teherán vivió una jornada de protestas masivas de los seguidores del opositor Musaví, que acusan de fraude electoral al Gobierno

ÓSCAR ABOU-KASSEM

Arash sube cojeando por la calle Chelesenut, en el centro de Teherán. Acaba de ser apaleado por la Policía iraní por manifestarse en contra de los resultados publicados ayer por el Gobierno y que dan una victoria abrumadora al actual presidente, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad.

'Están pegando a todo el mundo. A niños y a mayores. Delante de mí han golpeado a un padre que intentaba proteger a su hijo', cuenta Arash con la mano temblorosa. Más abajo, en la plaza Golah (conocida como plaza de las flores), los antidisturbios lanzaban cargas expulsando a todos los manifestantes, unos 2.000, hacia las calles perpendiculares.

Cada vez que un grupo se quedaba quieto y comenzaba a gritar consignas a favor del candidato opositor, Mir Hussein Musaví, los agentes se lanzaban contra él usando sus porras para dispersarlo o detenerlo.

Las Fuerzas de Seguridad recordaban a los presentes con los megáfonos que las manifestaciones habían sido prohibidas después del anuncio de unos resultados que la oposición calificó de 'farsa', tras una participación del 82% y una gran movilización de los reformistas. 'Yo ayer voté por la paz y mire lo que han hecho con mi voto', se lamenta con lágrimas en los ojos Mehdi, un hombre de unos 50 años que señala a los antidisturbios.

La plaza de las flores está presidida por un mural en el que aparecen los rostros paternalistas de Jomeini y su sucesor, el líder supremo Alí Jamenei. Bajo ellos está Amir, de 28 años, que vive en una mezcla de ilusión y estupor: 'Nos han pegado, pero en Irán no se ha visto nunca una protesta de este nivel'.

Como la mayoría, se niega a dar su apellido por temor a futuras represalias. 'Nos han robado 11 millones de votos. La gente del extranjero pensará que hemos votado por Ahmadineyad, pero no es así', protesta una joven con la voz entrecortada.

Las carreras y protestas se repetían en más plazas y calles de Teherán. Como focos múltiples de un incendio a los que los policías iraníes acudían rápidamente para acabar con las protestas. En escenas propias de la película Mad Max, las parejas de agentes llegaban en motocicletas con varas y corazas. Uno conducía, el otro pegaba. El efecto disuasorio solía ser inmediato. Muchos de los policías se reían después de cada acometida.

Los opositores, muchos tocados con alguna prenda o cinta verde, también se las tuvieron que ver con enemigos sin uniforme: agentes de paisano, seguidores de Ahmadineyad y los temidos basijís, el movimiento ultraconservador que ejerce de facto como policía moral. En la calle Hejab, junto al parque Laleh, un grupo de manifestantes repelió un ataque de los basijís, cortó el tráfico y quemó varios contenedores antes de ser dispersados por los antidisturbios una hora después.

En la plaza Vanak, en el norte de la capital, cientos de personas se reunieron gritando '¿qué ha pasado con nuestros votos?'. Los manifestantes intentaban, sin éxito, ablandar cantando a los agentes: '¡Policía, hermano, tú también eres uno de nosotros!'.

El número dos de la Policía de Teherán, Mohsen Khancharli, advirtió a través de la agencia de noticias oficial Irna de que los policías se enfrentarían de forma enérgica 'a todos aquellos que se reúnan o manifiesten sin autorización'. Khancharli añadió: 'La Policía no está atacando a la gente, sólo a los que alteran el orden o dañan el mobiliario público'.

La obsesión de las autoridades por controlar la situación iba creciendo según pasaban las horas. Los agentes de seguridad, con americana y maletín de los años setenta, perseguían a fotógrafos y cámaras hasta los hoteles para intentar borrar las fotos y grabaciones de los enfrentamientos.

Por la tarde, se bloqueó el acceso a la red social Facebook,muy utilizada por los seguidores de Musaví para organizarse durante la campaña electoral. La televisión iraní omitía los incidentes, mientras emitía vídeos del glorioso Ejército de Irán durante la guerra con Irak, además de un mensaje del líder supremo instando a que todos los candidatos y sus seguidores acepten los resultados electorales y no incurran en 'comportamientos provocadores'.

El análisis general entre los que votaron por Musaví es que con una participación tan alta, el 82%, es imposible que el candidato opositor sólo haya logrado el 33,7% de los votos frente al 62,6% de Ahmadineyad. 'Mis padres no habían votado nunca porque no creían en el sistema. Después de lo de ayer, nunca más volverán a votar', cuenta Ruhola, un estudiante de 22 años.

Musaví proclamó su victoria el viernes poco después del cierre de los colegios electorales; minutos después, la agencia estatal de noticias Irna informó de que el triunfo correspondía a Ahmadineyad con más del 60% de los votos, una cifra que ha evolucionado hasta el 62,6% final.

Musaví volvió a denunciar hoy decenas de 'errores' y pidió tanto al líder como al Consejo de Guardianes que debe validar los resultados que anulara las elecciones y convocara una nueva votación. Pero el líder supremo desoyó la petición.

Resulta difícil de prever cómo de activo seguirá el movimiento opositor en los próximos días, dando por hecho que el liderazgo político-religioso iraní no piensa rectificar su decisión de aceptar por válidos los más de 24 millones de votos otorgados al presidente y los 13 millones concedidos a Musaví.

Los partidarios de Ahmadineyad no tenían dudas sobre la integridad del proceso. La tienda de sellos de la calle Hafez está forrada con carteles del presidente. Dentro, se invita a todos a una bandeja de pastas presidida por el rostro del omnipresente Ahmadineyad.

'Estoy muy feliz con el resultado. Además, han sido unas elecciones supervisadas por muchos observadores extranjeros'. El que está tan contento es Seif Heris, un agricultor jubilado a sus 56 años. Heris dice que manda habitualmente cartas a los periódicos (conservadores) diciendo lo que haría si fuera presidente. 'Continuaría con las políticas de desarrollo de nuestro Gobierno y no hablaría con Estados Unidos hasta que nos muestren respeto', dice sonriente.

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