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El último bosque radiactivo de España

El Ciemat comenzará en marzo a talar El Montecillo, una arboleda contaminada con cesio-137 y estroncio-90 en el noroeste de Madrid. La radiactividad procede de la antigua Junta de Energía Nuclear franquista

MANUEL ANSEDE

A primera vista, nadie lo diría. Son apenas 60 cipreses y pinos piñoneros y carrascos plagados de ardillas, tranquilamente mecidos por el viento que sopla en la Dehesa de la Villa, en el noroeste de Madrid. Pero es el único bosque radiactivo de España. La arboleda, conocida como El Montecillo, se enraíza en una antigua escombrera de la Junta de Energía Nuclear creada por Franco en 1951. Bajo el suelo hay radio-226, cesio-137 y estroncio-90, producto de las sobras del mineral de uranio tratado en las instalaciones durante el franquismo. Los trabajadores más veteranos recuerdan rumores, nunca confirmados, de que bajo aquellos árboles se enterraron las lechugas y repollos contaminados en 1970, cuando decenas de litros de residuos altamente radiactivos se escaparon de la Junta y llegaron a las huertas de los ríos Manzanares, Jarama y Tajo.

Javier Quiñones, subdirector general del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), como fue rebautizada la Junta de Energía Nuclear en 1986, se paseaba ayer tranquilamente por el perímetro vallado del bosque. “Tenemos que demostrar la inocencia de cada árbol. El que esté contaminado será tratado como un residuo radiactivo”, explica. Hoy está prohibido acceder a los mil metros cuadrados de El Montecillo, pero Quiñones ve poco riesgo en pasear bajo sus árboles. “Habría que estar 24 horas ahí echado”, esgrime.

Este experimentado doctor en Ciencias Químicas es el responsable de la mejora de las instalaciones del Ciemat, un organismo público empeñado desde la década de 1980 en desembarazarse de todas sus instalaciones nucleares y reinventarse como un centro puntero de investigación en nuevas energías.

Los técnicos ya han talado 19 cipreses contaminados
en las cercanías

Quiñones, por tanto, tendrá que supervisar la tala del único bosque radiactivo de España. Y ya tiene experiencia. El Ciemat es una instalación completamente cerrada. Los jardineros y barrenderos llevan cada día las bolsas con el fruto de su trabajo a los servicios de protección radiológica. La década pasada, los técnicos detectaron hojas caídas y ramas con cesio-137 y estroncio-90 y las rastrearon hasta dar con una pequeña arboleda cercana a La Lenteja, la zona contaminada dentro de las instalaciones por la fuga de líquidos radiactivos en 1970. El Ciemat taló entonces 19 cipreses y un pino contaminados. Hoy, aquellas hojas tóxicas descansan en la Sierra Albarrana,

en la provincia de Córdoba, donde se encuentra el único almacén de residuos radiactivos de baja y media actividad de España: El Cabril.

“La contaminación de El Montecillo es inferior a la de aquellos cipreses”, explica Quiñones, empeñado en evitar alarmas innecesarias en la población. En el Ciemat trabajan con normalidad unas mil personas, a pocos metros del bosque vallado. En su entorno, todos se juntan alrededor de una paella en una tradicional fiesta de la primavera. Y también hay en sus inmediaciones unas pistas de tenis para los empleados. El impacto ambiental de las actividades del centro, asegura Quiñones, es despreciable. La carga radiactiva media en el centro en 2010 fue de 0,16 microsieverts

por hora, por debajo del fondo natural detectado en el embalse madrileño de Santillana (0,17), en el Parque Natural de Arribes del Duero (0,20) o en algunos puntos de Galicia (0,27) y Canarias (0,32), según los ejemplos proporcionados por Quiñones.

“Los niveles de radiactividad en El Montecillo son muy, muy bajos”, confirma Esther García, de Enresa, la empresa pública que gestiona los residuos radiactivos en España. Según ilustra García, “de manera natural, sobre suelos graníticos”, se pueden encontrar bosques con una carga radiactiva superior a la de El Montecillo.

Los árboles están en una escombrera de restos de minería de uranio

Sin embargo, el Ciemat va a llevarse el bosque por delante dentro de su plan integrado de mejora de las instalaciones, puesto en marcha en 2000 y conocido como PIMIC. En noviembre de 2010, el Ayuntamiento de Madrid dio su autorización para talar El Montecillo. Las obras de descontaminación comenzarán en marzo, supervisadas por el Consejo de Seguridad Nuclear y por la propia Enresa. La empresa madrileña Demoliciones Técnicas se encargará de las obras, con un presupuesto de 435.000 euros.

Los técnicos no saben exactamente lo que se van a encontrar. “Hemos dejado el Ciemat como un queso gruyer”, explica Quiñones, en referencia a los múltiples sondeos realizados por todo el centro en busca de radiactividad en el subsuelo y posibles contaminaciones de las aguas freáticas. En El Montecillo no han hallado ni rastro de las famosas lechugas radiactivas, “pero todavía no es posible descartar su presencia”, matiza.

Cuando se pergeñó el plan PIMIC, en la década de 1990, los técnicos creían que se encontrarían residuos radiactivos de alta actividad en las obras de descontaminación. “No hemos hallado nada, cero metros cúbicos”, subraya Quiñones. “Ni se han generado residuos de alta actividad ni se generarán”, añade.

Entre los expertos existe incertidumbre sobre el volumen de residuos que generará la limpieza de El Montecillo. El plan PIMIC calculaba unas 30 toneladas de tierras radiactivas de baja y media actividad y unas 220 toneladas con muy baja actividad en el bosque y en la cercana zona de La Lenteja. Se equivocaba. De La Lenteja ya se han extraído 1.192 toneladas de desechos de muy baja actividad. Los de media y baja, sin embargo, sólo han sido 12 toneladas. La limpieza continúa.

Ante el previsible aumento de los residuos, el Ciemat pidió el 30 de abril de 2010 al CSN permiso para convertir uno de sus edificios, el conocido como 11, en almacén temporal de desechos radiactivos. En este edificio 11 se alojó el reactor nuclear JEN-1, hoy completamente desmantelado. Durante décadas, los técnicos de las primeras centrales españolas, como Garoña (Burgos) y Zorita (Guadalajara), aprendieron allí a manejar un reactor. El del Ciemat era una versión experimental, con una potencia de tres megavatios, 300 veces menos que un reactor normal. Hoy, donde hubo barras de uranio y descomunales paredes de hormigón, sólo hay una sala diáfana de 600 metros cuadrados, completamente descontaminada. El propio Quiñones tiene su despacho encima del antiguo reactor. El 21 de diciembre de 2010, el pleno del CSN, formado por dos consejeros nombrados por el PSOE, dos por el PP y uno de CiU, aprobó la utilización del edificio del reactor como “almacén transitorio de residuos radiactivos” procedentes de El Montecillo y La Lenteja hasta proceder a su envío al depósito de El Cabril. El subdirector general del Ciemat insiste en que ese almacenamiento en el antiguo edificio del reactor sólo se llevará a acabo si se saturan los otros depósitos, instalados en naves liberadas como consecuencia de la ejecución del plan PIMIC.

En total, desde la puesta en marcha del proyecto de rehabilitación del centro, se han generado 134 metros cúbicos de residuos de media y baja actividad. El desmantelamiento de las antiguas instalaciones nucleares produjo otros 1.800 metros cúbicos. En marzo de 2011, la mitad de estos desechos estaba pendiente de su envío al almacén de Córdoba. Los residuos de muy baja actividad generados por el plan de descontaminación alcanzan ya los 1.830 metros cúbicos. Toda esta titánica tarea de limpieza de la antigua Junta de Energía Nuclear ha costado ya 45 millones de euros y, hasta 2013, están presupuestados otros cinco millones.

La autoridad nuclear niega los riesgos denunciados por los vecinos 

El programa de descontaminación ha levantado temores entre algunos vecinos. En 2006, varias organizaciones agrupadas en la Coordinadora de Colectivos Afectados por el PIMIC pidieron a la Fiscalía de Medio Ambiente la paralización cautelar de las obras basándose en “la posibilidad de que las personas que han trabajado y transitado a diario por estas instalaciones y terrenos hayan estado y sigan estando sometidas al riesgo de exposición a las radiaciones ionizantes emitidas por los materiales nucleares y radiactivos ocultos e incontrolados”.

La Coordinadora, que incluye a sindicatos como CCOO y CGT y a organizaciones vecinales como Salvemos la Dehesa de la Villa, consideraba que los datos de peligrosidad radiactiva del PIMIC estaban infravalorados y advertía del “riesgo” para 300.000 personas que viven en las cercanías del Ciemat. Las obras no se paralizaron.

El CSN, dependiente del Congreso de los Diputados, dictaminó en 2007 que “no existe, desde el punto de vista radiológico, causa fundada del riesgo inaceptable” denunciado por la Coordinadora. “Todos los materiales radiactivos y nucleares almacenados y manipulados en el Ciemat están sometidos a condiciones de seguridad física y radiológica, y no conllevan un riesgo indebido ni para los trabajadores ni para la población”, remachaba la autoridad nuclear.

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