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Olvidos y despistes que crecen con la edad: ¿Cuándo ir al médico?

¿No sabes dónde aparcaste? ¿No encuentras las llaves de casa? Son olvidos habituales a partir de los 40 años que no siempre tienen que ver con un trastorno neurodegenerativo.

Alzhéimer
Ilustración de un cerebro borrado con una goma  Archivo / EUROPA PRESS

La última vez que Almudena se fue de vacaciones, se dejó encendidas las luces de su casa. Ya le ha pasado un par de veces olvidar dónde aparcó el coche o no lograr recordar el nombre de un viejo conocido que se acaba de encontrar. Ayer mismo se fue al supermercado a comprar aceite para hacer la comida y salió de allí con todo menos con eso.

Tiene 59 años y, aunque reconoce que siempre ha sido una persona despistada, en los últimos años ha empezado a preocuparse. Teme seguir los pasos de su abuela, que padeció demencia, un síndrome que afecta al 10% de los mayores de 65 años en España, según datos del Ministerio de Sanidad. Piensa que podría padecer un principio de alzhéimer, igual que el 40% de los mayores de 90 años, de acuerdo con la Sociedad Española de Neurología (SEN). Por eso decide acudir al médico.

En la consulta, lo primero que hace el neurólogo es recoger los antecedentes familiares de Almudena y su historial médico, porque hay patologías –depresión, trastornos metabólicos o del sueño, problemas de tiroides– y ciertas medicaciones que pueden afectar a la memoria. Después, realiza una evaluación neuropsicológica, para ver qué dominios cognitivos están afectados. Pero todo parece estar dentro de lo esperado para su franja de edad. Almudena puede irse a casa sin tratamiento. Sus olvidos están dentro de la normalidad.

"La inmensa mayoría de las personas, a partir de los 35 o 40 años, empieza a experimentar olvidos puntuales en hechos cotidianos, como no recordar dónde dejaron las llaves o cómo llegaron a un lugar", explica a Público el doctor Guillermo García Ribas, neurólogo en el Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid y miembro del panel de expertos médicos de la Confederación Española de Alzheimer y otras demencias (CEAFA).

Dormir mal tiene muchas veces la culpa

Se les da el nombre de "lapsus benignos" y, más que con un problema de memoria, tienen que ver con la atención. "Son reversibles, no tienen por qué ir a más con el tiempo y no implican que exista un proceso neurodegenerativo", recalca.

La causa más habitual de estos despistes es la falta de descanso nocturno

La causa más habitual de estos despistes, de hecho, es la falta de descanso nocturno. "El sueño es muy importante para la consolidación de recuerdos", señala García Ribas. Otra razón frecuente son las preocupaciones y problemas que tiene la persona, en especial, cuando existen trastornos del estado de ánimo o ansiedad.

¿Cómo diferenciarlos, entonces, de un principio de alzhéimer u otra forma de deterioro cognitivo? "La mayoría de los problemas patológicos aparecen a partir de los 65 años, es muy raro que ocurran antes", apunta García Ribas. Además, no son hechos puntuales aislados y la persona no es capaz de "hacer memoria", es decir, reconstruir qué pasó. Algo que, si lo intenta poniendo atención, sí puede hacer Almudena.

Los pacientes de alzhéimer no son conscientes de sus síntomas

Otra pista que da mucha información al especialista es quién detecta el problema. Cuando se trata de lapsus benignos, la persona suele acudir por sí misma al médico, muy preocupada por su sintomatología. Sin embargo, "es muy raro que alguien con alzhéimer venga solo a la consulta. Lo habitual es que lo traiga algún familiar. El paciente siempre suele minimizar los síntomas y decir que se encuentra bien", nos cuenta el neurólogo.

Además, ese no recordar un nombre o qué ingrediente toca echar para continuar haciendo la tortilla de patata siempre va acompañado de otras señales de deterioro cognitivo. "Cuando hay alzhéimer, no solo se altera la memoria, también otros procesos como el cálculo, el lenguaje, la expresión, la orientación, la capacidad de planificación...", subraya García Ribas.

Quien padece alzhéimer pierde independencia para realizar su vida diaria

Se trata, en definitiva, de un conjunto de síntomas o síndrome que hace que quien lo padece pierda independencia para realizar su vida diaria. Poco a poco, ya no puede conducir, tiene que dejar de cocinar, ir de compras, usar el ordenador...

Es algo que, durante años, se etiquetó como "demencia senil", un término desafortunado e incorrecto, ya que la demencia no tiene por qué ser siempre inherente a la edad. "No es el propio envejecimiento el que genera esto, sino la patología en sí. No todas las personas que cumplen años pierden la memoria", nos dice.

Una lotería del 50%

La prueba contundente está en que, de todas las personas que tienen más de 90 años, la mitad no pasa por este trance y mantiene su capacidad de recordar en perfectas condiciones, puntualiza García Ribas. Eso sí, aún no se sabe por qué la otra mitad no tiene tanta suerte.

De todas las personas que tienen más de 90 años, la mitad mantiene su capacidad de recordar en perfectas condiciones

Para responder a este interrogante, existen en el mundo un puñado de estudios a largo plazo enfocados en el seguimiento de ancianos sanos, que buscan averiguar qué les hace más resistentes al alzhéimer y otras patología neurodegenerativas, como el liderado por la doctora Claudia Kawas en la Universidad de California en Irvine. O el dirigido en España por el neurólogo de Harvard Álvaro Pascual Leone, catedrático español de neurología en la Escuela Médica de Harvard, en la Fundación Institut Guttmann.

Mientras tanto, ¿qué podemos hacer si queremos caer en el lado bueno de la balanza? La mejor forma de prevención, nos dice García Ribas, es cuidar la salud cardiovascular: tener un cerebro bien irrigado es un buen antídoto contra la demencia. Y solo podemos hacerlo con ejercicio físico regular y una dieta saludable.

Otros consejos son mantener actividades sociales, que "enriquecen y estimulan el cerebro", así como leer, "sobre todo, la lectura de novelas es una de las actividades más recomendables, porque obligan a nuestras neuronas a hacer ejercicio, imaginando lo que se cuenta, entendiendo el lenguaje literario, siguiendo la trama...".

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