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La opción de borrar archivo en el cerebro

Una técnica logra eliminar recuerdos traumáticos de forma selectiva en ratones

JAVIER YANES

Manipular la memoria humana como el disco de un ordenador es un clásico en el fondo de armario de la ciencia ficción.

Más allá de lo recreativo, la posibilidad de olvidar recuerdos dañinos como si se extirpara un quiste es el anhelo de quienes sufren el peso de una experiencia traumática.

Aunque este escenario es aún lejano, está un paso más cerca gracias al hallazgo que científicos de EEUU y China publican en la revista Neuron.

En 1999, los nombres del científico Joe Z. Tsien, de la Universidad de Princeton (EEUU), y de su ratón Doogie saltaron desde las páginas de Nature a los titulares en medios de todo el mundo.

Simplemente introduciendo un gen extra en el cerebro de los animales, el investigador de origen chino, discípulo del Nobel Susumu Tonegawa, había obtenido ratones “más listos”, que superaban a los ordinarios en capacidad de aprendizaje y de resolver laberintos. La clave no estaba en la inteligencia, sino en la memoria.

En el Instituto de Descubrimientos del Cerebro y el Comportamiento de la Facultad de Medicina de Georgia (EEUU), Tsien continúa investigando los principios de organización de la memoria y su relación con los mecanismos de computación, con la aspiración de “decodificar el cerebro”, algo que califica como “un gran reto”. “Pero la vida sin retos es demasiado aburrida”, agrega.

En este desafío, Tsien ha conquistado otra victoria: actuar con nitidez quirúrgica, pero con bisturí molecular, sobre el almacén de los recuerdos. Sus nuevos ratones transgénicos producen dosis extra de una enzima cerebral llamada proteína quinasa II dependiente de calcio-calmodulina (CaMKII), un componente de la maquinaria de la memoria.

El modelo tiene la ventaja, de cara al control del experimento, de que la hiperactividad de CaMKII se puede aplacar con el pinchazo de un fármaco.

Tsien y sus colaboradores, de la Universidad Normal del Este de China, en Shanghai, sometieron a los animales a experimentos de reconocimiento de objetos y de miedo condicionado por un sonido que los ratones habían aprendido a asociar con una descarga eléctrica, ensayando tanto el recuerdo reciente –una hora– como el lejano –un mes–.

Extraviar el pasado

Según Tsien, los ratones pierden recuerdos de manera selectiva cuando tratan de rememorarlos.

El exceso de CaMKII no afecta a la adquisición del recuerdo, a su consolidación ni a su almacenamiento, y los controles muestran que tampoco se bloquea el mecanismo de recuperación, de sacar el recuerdo del cajón. Simplemente es como si, al extraerlo de su caja, desapareciese para siempre.

Tsien aún desconoce el mecanismo fisiológico y, dice: “Que nadie espere pronto una pastilla que haga lo mismo en humanos; estamos al pie de una montaña muy alta”. Pero confía en haber definido un “paradigma molecular” que algún día ayude a las personas atormentadas por traumas del pasado.

 

En la edición de hoy de ‘Nature’, otro grupo de científicos de la Universidad de Duke (EEUU) describe el empleo de un novedoso sistema de imagen que detecta cambios en niveles de calcio –indicadores de la actividad eléctrica de las neuronas– para seguir en directo la maduración del cerebro en un cachorro de hurón.

Los investigadores captaron así la primera vez que el animal abría los ojos y cómo la visión de objetos en movimiento estimulaba su aprendizaje visual, la organización de su cerebro y la formación de circuitos neuronales.

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