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Los terremotos sirven para detectar el calentamiento de los océanos

Un gran análisis de datos sobre el océano Índico indica una subida mayor de la temperatura en 10 años que la estimada hasta ahora.

Localización de terremotos en el océano Índico oriental y el anillo de fuego del Pacífico.
Localización de terremotos en el océano Índico oriental y el anillo de fuego del Pacífico./SCIENCE

MALEN RUIZ DE ELVIRA

Meter un termómetro en el agua no es el mejor modo de medir la temperatura de los océanos, un tema candente ante el calentamiento previsto debido a la crisis climática. De hecho, las medidas obtenidas hasta ahora, primero con barcos y luego con sondas, son un retrato bastante imperfecto de lo que está pasando en zonas tan grandes y tan profundas. Llega la termometría océanica sísmica, un método cuya base científica no es estrictamente nueva pero que demuestra que puede aprovechar los fenómenos naturales y aplicarse a gran escala. Se trata de utilizar la información que proporcionan las perturbaciones causadas por los terremotos que se producen en el suelo marino, deduciendo la temperatura del agua del tiempo que tardan las ondas acústicas en atravesarla y llegar hasta los detectores sísmicos.

Sismólogos y oceanógrafos han utilizado las bases de datos para analizar el tiempo de llegada al sismógrafo de la remota isla de Diego García de ondas acústicas de baja frecuencia de más de 2.000 pares de terremotos submarinos (lo que llaman terremotos repetidos, en el mismo lugar pero en distintos tiempos, que es un fenómeno común en las zonas de fractura lenta) que tuvieron lugar entre 2004 y 2016 en el oceano Índico oriental. Cuando sucede un terremoto en el fondo del mar parte de la energía se propaga por el interior de la Tierra y parte se convierte en sonido y se propaga por el agua con una velocidad que varía con la temperatura y la densidad de esta. En el agua océanica puede viajar horizontalmente durante miles de kilómetros. Cuando llega a tierra vuelve a convertirse en onda sísmica y se registra en los sismógrafos. De la comparación entre la llegada de los dos tipos de onda y de dos terremotos similares en su origen se puede inferir el patrón térmico del agua y su variación en el tiempo.

En el estudio, cuyos resultados ahora publican en la revista Science, se constata una tendencia sostenida al calentamiento en esa zona, de 3.000 kilómetros de ancho, superior al estimado hasta la fecha.

La noticia ha sido recibida con entusiasmo por los científicos interesados en saber lo que está pasando en los océanos, que absorben más del 90% de la energía atrapada en la atmósfera por el efecto invernadero, porque consideran que es una técnica muy prometedora. Hasta ahora los datos se basaban en las medidas puntuales de la red de sondas robóticas Argos, que se empezó a desplegar hace dos décadas y ha aumentado mucho en los últimos años pero solo alcanza los 2.000 metros de profundidad.

"La imposibilidad de saber lo que está pasando en aguas profundas sigue siendo un gran obstáculo para conocer los océanos y el clima", explica Carl Wunsch, un sismólogo que en los años setenta tuvo la misma idea pero utilizando fuentes artificiales de sonido. Las implicaciones medioambientales e incluso militares (los receptores eran hidrófonos fijos de la Armada estadounidense, para detectar submarinos) hicieron que se abandonara su aplicación. "El estudio publicado en Science demuestra cómo una curiosa mezcla de oceanografía física y técnicas clásicas de sismología abre una vía potencial para un nuevo sistema de observación global y completamente nuevo", escribe este científico jubilado en la misma revista.

El calentamiento detectado en 10 años en esa zona del océano Índico con la nueva técnica es de 0,044 grados centígrados, comunican los autores estadounidenses y chinos del estudio, liderado por Wenbo Wu, de Caltech (California). Esto es casi el doble del detectado por Argo. Susan Wijffels, que gestiona con otros colegas esta red de 4.000 sondas y no ha participado en el análisis, cree que la nueva técnica es muy prometedora, y que servirá para validar sus datos, incluidos los de las nuevas sondas que se están añadiendo para medir la temperatura del agua a más de 2.000 metros de profundidad, según publica la misma revista. También se puede ir hacia atrás en el tiempo y analizar lo que ha pasado en las últimas décadas para establecer mejor las tendencias.

Además, los científicos creen que sus datos mejorarían si utilizasen hidrófonos en vez de sismógrafos como receptores para establecer el tiempo de recorrido de las ondas acústicas. Piensan en los desplegados bajo el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), que les permitirían analizar todos los océanos, incluidos los cubiertos por hielo, ahora inaccesibles. Así se llegaría a una red global de datos sobre la temperatura del agua en los océanos de bajo coste. Terremotos no faltarían, desde luego, porque se estima que cada año se producen más de 10.000 de magnitud superior a 4 y a poca profundidad en la corteza terrestre, dispersos por todas las grandes cuencas oceánicas.

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