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En el 'atelier' de Henry Moore

El Museo Rodin de París reproduce el estudio del escultor británico y expone por primera vez sus maquetas de yeso

ÁLEX VICENTE

Como a todos los perfeccionistas, a Henry Moore no le gustaban nada los moldes de yeso que antecedían a la realización de sus obras maestras. Al terminar sus esculturas, desechaba esos estudios previos en un rincón de su taller, como inútiles escayolas tras la soldadura de un hueso roto.

Ausente de los museos franceses desde hace casi treinta años, el escultor británico no hubiera estado demasiado contento de saber que su retorno por la puerta grande adoptaría el aspecto de una exposición centrada en dichos moldes. 'No, seguro que no le hubiera hecho ninguna ilusión', confirma el conservador de la Fundación Henry Moore, James Copper, mientras coloca las últimas piezas de la muestra, que se inauguró ayer en el Museo Rodin de París.

'Moore nunca entendió que estos pedazos de yeso también eran obras de arte', añade el restaurador, que conoció a Moore de niño: su padrino fue el asistente personal del artista.

Copper se ha pasado los últimos dos años trabajando en esta reproducción a escala real del taller del escultor, centrada en los modelos previos para sus esculturas de gran formato, que se exponen juntos por primera vez en todo el mundo. La muestra se inaugura poco después del cierre de una gran retrospectiva londinense en la Tate, que introdujo un nuevo punto de vista para observar la obra de Moore, más oscura y sexual de lo que podría parecer a primera vista. La exposición que se inaugura ahora en París parte de una tesis igual de iconoclasta. 'Los moldes no sólo son obras de arte, sino que incluso pueden considerarse más interesantes que la escultura definitiva. Son más humanos, porque son imperfectos', defiende Copper.

La muestra reúne también objetos que le inspiraron, huesos y moluscos

La muestra permiten redescubrir las obras de Moore, convertidas en figuras frágiles y fragmentadas, escarificadas por punteros y cinceles y recompuestas a partir de pedazos encolados, como en el quirófano de Frankenstein. El visitante descubre que tal vez sean más coherentes con la voluntad del escultor que la superficie fría de la obra final, que el acabado impoluto del bronce o la rugosidad uniforme de la piedra. 'Lo que interesaba a Moore era confrontar los ideales humanistas con el contexto de la guerra y la posguerra, lo que dio como resultado unos cuerpos más tensos y contorsionados que sensuales y seductores', explica la comisaria Anita Feldman, que tras París llevará las obras a Perry Green, localidad de la campiña inglesa donde Moore se instaló tras el bombardeo de su casa en el barrio de Hampstead (Londres).

La muestra recoge cerca de 300 maquetas para algunas de las esculturas más conocidas de Moore, como sus torsos y figuras reclinadas, los retratos de madres e hijos, las cabezas para la célebre King and Queen, la composición abstracta que preside la entrada de la National Gallery de Washington o los moldes utilizados para la fachada del edificio Time-Life en Londres. Además, expone una selección de dibujos de su primera época y una galería de objetos encontrados que inspiraron las formas de su escultura. Por ejemplo, una multitud de huesos, moluscos, pedazos de madera y hasta un cráneo de elefante, obsequio del Zoo de Londres, cuyas misteriosas cavidades anticipa las que desarrollaría más tarde en sus creaciones.

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