Público
Público

Bruno Galindo: "Hablo de la colisión entre el mundo viejo y el nuevo"

El escritor aborda en la novela 'El público' la crisis existencial de un periodista de tendencias –cuarentón, frustrado y ácrata– que se resiste a afrontar la madurez

HENRIQUE MARIÑO

De la palabra hablada a la escrita. Asiduo de los festivales de spoken word y escritor de ensayos musicales, Bruno Galindo (Buenos Aires, 1968) ha debutado en la novela con El público: la odisea urbana que emprende un periodista de tendencias frustrado que, cumplidos los cuarenta, se asoma a la sima de su crisis existencial.

Sin embargo, el también autor de Omega (que ahonda en la gestación del rompedor disco del cantaor Enrique Morente y Lagartija Nick) deja claro que no pretende radiografiar los pulmones encharcados del periodismo y el mundo editorial, sino abordar desde una perspectiva distópica el choque de trenes entre dos mundos.

Uno, ya viejo, que arranca renqueante en la página trece del libro, editado por Lengua de Trapo; y otro, tan contemporáneo y posmoderno, que desde el final de la novela se dirige hacia la primera locomotora a toda velocidad, sin frenos. 

Las referencias a los escritores experimentales de la Oulipo son constantes. ¿Ha aprovechado para reflejar en su debut sus filias literarias?

Sí, aunque de un modo irónico. El protagonista es un tipo culto fascinado por ciertos estilos y estéticas literarias: esos vanguardistas del grupo Oulipo, aquellos otros pioneros de la ciencia ficción rusa del XIX, los poetas afroamericanos de los últimos años 70. ¿Me interesan todos estos? Sin duda, sí. Pero atribuidos al protagonista de la novela –una especie de anarquista frustrado, un periodista de inclinaciones literarias algo esnob–, la cosa adquiere un cariz sarcástico. Lo que tenemos es un tipo fascinado por una cultura alternativa elitista, lo que tiene un lado interesante y otro bastante patético. Sobre esa cuerda floja, camina Nuestro Hombre.

Usted también juega con la estructura literaria. Descarta la narración lineal y presenta una cronología de los hechos deconstruida, trufada de flashbacks y flashforwards. Más que circular, casi en espiral, con vidas e historias cruzadas.

A pesar de que en esa presentación puede parecer algo complejo o alambicado, creo haber escrito algo claro y legible. Hay una determinada narrativa repartida en tres o cuatro escenarios –algo a lo que nos tiene totalmente acostumbrados el cine– en la que todo, mejor o peor, se cierra. Me costaba escribir estas historias de un modo lineal.

¿Cuánto tiene de ensayo formal la novela?

Como a tantos narradores contemporáneos, me parece importante completar la ficción con algo de ensayo. La historia me lo pedía: es un libro sobre el público, un tema difuso que invita a sacar conclusiones subjetivas. El libro se convierte en un ensayo en un capítulo. Luego sigue su desarrollo en una narrativa de ficción más convencional. Ese capítulo encierra la parte en que el libro es, en rigor, un ensayo.

Me refiero, en realidad, a qué importancia le concede al ejercicio estilístico respecto a la historia narrada. La forma frente al contenido.

Creo que tiene algo experimental, no tanto en la introducción de estéticas ajenas a la novela convencional (como las fotos, las estadísticas o algunos juegos tipográficos: elementos que, en todo caso, están a la orden del día) como en el cruce de géneros (ficción-no ficción; ficción-realidad) y ámbitos (off line-on line: la novela tiene aún un posible recorrido aún no escrito).

¿Cree que esa singularidad impulsará la difusión de la misma?

Ni idea.

¿Está todo inventado en literatura o hay espacio para una vuelta de tuerca más?

Ambas cosas no son excluyentes. Todo o casi todo está contado –como decía Fernández Mallo hace unos días en iRedes–. Son esas vueltas de tuerca las que le pueden –¿deben?– dar un carácter único de estos tiempos. Hoy buena parte de nuestro trabajo reside en contar las cosas de un modo novedoso y atractivo. Gracias a eso, la literatura está en un momento de grandes posibilidades. Y en un momento de conflicto entre lo viejo y lo nuevo, por cierto.

Muchos de los escritores citados no son muy conocidos por el gran público (Queneau, Perec, Le Lionnais...), pero usted va más allá: se saca de la manga a un autor, Jozek Briznewicz, que podría pasar por un personaje real.

Muchos lectores han ido a Google para saber más sobre Jozek Briznewicz, lo que debe decir algo en favor de su verosimilitud. El personaje tiene vida por ahí, en la red.

¿Cree que el protagonista, un periodista de tendencias frustrado que ya ha cumplido los cuarenta, retrata a una generación de plumillas?

Sí.

¿Cuánto hay de autobiográfico en él?

Nada. El público es una historia de ficción.

¿Qué pesa más en la novela: la escritura, el amor, la violencia o el choque entre diferentes generaciones y mundos en el que ya estamos inmersos?

Para mí El público no trata, en rigor, el fin de la cultura, la debacle del periodismo, la mentira del amor romántico o esa nueva fascinación popular por el lujo estilo Dubai, aunque todos esos argumentos están presentes. Yo creo que la novela habla más bien de la colisión entre el mundo viejo y el nuevo. Ésa es para mí la constante.

Hay detalles que indican que pudo escribir la novela hace un par de años, pero se anticipa al reciente lanzamiento de un suplemento por parte de un diario nacional. ¿Lo sabía o ha sido simplemente una casualidad?

Terminé de escribir este libro en 2009...

¿Te ha resultado interesante esta noticia?