Eran Riklis celebra el poder de la cultura contra la represión en 'Leer Lolita en Teherán'
El cineasta israelí firma la adaptación al cine del libro autobiográfico de Azar Nafisi, que fue un éxito inmediato y se extendió por medio mundo.

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Cada jueves por la mañana, Azar Nafisi se reunía con siete de sus alumnas de la Universidad y estudiaban libros prohibidos por el Gobierno iraní. Había abandonado las clases de Literatura Inglesa en 1995 obligada ante el acoso que sufrió por parte de las autoridades islámicas. Dos años después abandonó su país y se fue a EEUU donde escribió este episodio de su vida, Leer ‘Lolita’ en Teherán. Éxito inmediato en América, el libro se extendió por el mundo entero y ahora el cineasta israelí Eran Riklis lo ha llevado al cine.
Golshifteh Farahani es la protagonista de esta historia, en la que a través de clásicos como El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald), Daisy Miller (Henry James), Orgullo y prejuicio (Jane Austen) y el que da nombre al título, Lolita (Nabokov), repasa la situación del país y de las mujeres en momentos clave de su historia reciente, desde la revolución islámica hasta hoy.
Presente en el BCN Film Festival, la película es una celebración de la cultura, una advertencia a movimientos represores del poder del arte, una denuncia del infierno en el que viven millones de mujeres en el mundo y una revelación de su fortaleza y resistencia.
Más allá de la historia real, ¿tiene intención con esta película de hacer una crónica del tiempo en el que estamos viviendo, de contar la historia de lo que está ocurriendo?
La respuesta es sí, pero es una respuesta complicada, porque por un lado yo tenía que respetar la historia, y es una historia que trata de las mujeres en los años 80 y 90 en Irán, y habla de la revolución. Pero también estamos hablando de una historia universal que podía ocurrir en cualquier lado, que es aplicable a Estados Unidos, España, cualquier lugar, y no solo estamos hablando de mujeres, estamos hablando de relaciones, estamos hablando de religiones, estamos hablando de política, y eso es algo que a mí me gusta y es algo que también he reflejado en películas anteriores, como por ejemplo Los limoneros o La novia siria. Es decir, es una película que trata de las personas en general, que son historias sobre personas, pero que en realidad hablan de una situación local y global.
Además de los libros, hay referencia también al cine, con una proyección de una película censurada de Tarkovsky. ¿Quería hablar del hecho de que la cultura es uno de los grandes enemigos de los movimientos neofascistas que están creciendo en el mundo?
Sí. La cultura es un peligro para esos regímenes, ¿por qué?, porque la cultura habla de pensar, de dar libertad, de dar imaginación, de hecho lo que yo creo es que estos regímenes tienen miedo del poder de la imaginación e intentan matar la cultura. Justamente esto es la esencia de esta historia y además nos muestra que la cultura es importante. A veces se puede pensar, “bueno, estamos en guerra, pues la cultura no es importante”, pero sí, la cultura es muy importante y forma parte de nuestro ADN, si no seríamos como animales… pero tampoco voy a decir eso, porque los animales también tienen su complejidad.
Una mujer dice en la película: "Sé que esto no es Somalia o Afganistán, sé que podría ser mucho peor". Un apunte de lo terrible de la situación de la mujer en el mundo. ¿Un libro como el de Azar Nafisi o una película como ésta puede provocar cambios?
Bueno, esta es la pregunta del millón de dólares. Yo no soy naif, pero sí que creo en el poder de la literatura, del cine, del teatro, de la poesía. Si las personas pueden leer y ver películas, entonces pueden aprender algo. Y esto provoca el pensamiento, provoca su imaginación. Y esto es justamente lo que saben estos regímenes. Siempre ha habido un conflicto entre libertad y tiranía en todos los países. Y al final, yo pienso que la cultura casi siempre acaba ganando. Yo siempre intento mantenerme optimista.
El acento se pone, justamente, en la situación de las mujeres en el mundo. ¿Le preocupa de forma especial?
Yo amo a las mujeres, por supuesto. No es que las mujeres sean importantes y los hombres no, todos son importantes, cada persona en la Tierra es importante, pero la vida se está convirtiendo en algo en que se escucha una noticia de que han muerto diez personas por una bomba y a nadie le importa. Se ha perdido muchísimo el respeto por la vida. Y en muchos lugares del mundo vemos que hay una pérdida de respeto por las mujeres. En EEUU vemos que se prohíbe, por ejemplo, en algunos estados, el aborto, porque está en contra de la religión. Y las mujeres se ven especialmente afectadas por esas ideas puritanas. Es una locura, porque estamos en 2025, vivimos en un mundo sofisticado, en un mundo inteligente, con mucha información y, sin embargo, hay demasiados lugares que están sufriendo este fascismo. Y cuando hablo del fascismo, estoy hablando de todas las variaciones del fascismo. El fascismo está fuerte y parece que la lucha contra el fascismo nunca acaba.
Usted vive en Israel, ¿cómo es la situación de la clase intelectual, artística, cultural en el país respecto al genocidio de Gaza?
Estamos obligados a decir algo, y no solo a decir, sino a hacer algo. Y estamos enfrentando una situación muy compleja, porque, por un lado, como israelíes, sentimos que fuimos atacados, niños y mujeres fueron asesinados… todos los rehenes, que no sabemos qué va a pasar con ellos. Por supuesto, la política juega un papel muy fuerte, la política de Israel, de Palestina, de EEUU, de Rusia. Yo pienso, por un lado, en un joven israelí que está encerrado en un túnel en Palestina desde hace año y medio, pero luego también pienso en ese pobre niño palestino de seis años que ha perdido a toda su familia y se ha quedado huérfano. Entonces, en Oriente Medio hemos vivido este ciclo de violencia desde hace muchísimo tiempo. Pero también vemos otros casos de violencia, como pueden ser Ucrania y Rusia. Esa violencia nunca para.
¿Y cuál cree que debe ser el papel de los artistas ante esa violencia brutal?
Los artistas pueden hacer dos cosas. Por un lado, pueden decir: "A mí no me importa, yo me voy a dedicar simplemente a hacer películas de amor en Tel Aviv que sean muy bonitas". O también puedes decir lo que yo quiero decir y lo que yo quiero hacer, que es contar historias que reflejan la realidad en Oriente Medio. Y no es un lujo, quiero decirlo, sino que es algo que tengo que hacer. Y cada vez hay más personas que quieren hacerlo. Lo que pasa es que es muy trágico ahora, por la situación actual, conseguir, por ejemplo, una colaboración artística entre artistas de Israel y artistas de Palestina, pero tenemos que encontrar la manera de que nuestra voz esté por encima de todo esto. Pero no hay que olvidar que esta es una lucha diaria, porque cada noche pasan cosas, te levantas por la mañana y ha pasado algo la noche anterior.


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