De 'The Crown' a 'Ena' o cómo la ficción envuelta en solemnidad puede moldear la opinión pública
El debut de 'Ena' y la publicación de 'Reconciliación' vuelven a situar a la Corona en el centro del debate.

Lara García Rodríguez
-Actualizado a
La Casa Real vive unas semanas de impulso mediático. En apenas unos días, han coincidido dos hitos: el exitoso estreno de Ena, una serie de TVE sobre la reina Victoria Eugenia, y la llegada a España de las memorias del rey emérito, Juan Carlos I.
El pasado lunes, 24 de noviembre, una media de 1,3 millones de espectadores siguieron el debut de la ficción que interpreta la vida de la reina Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg, bisabuela del actual rey de España. El estreno se coronó como el mejor de una serie histórica en España, alcanzó el 17% de cuota de pantalla y llegó a casi 3,5 millones de personas.
A este interés de la audiencia por la figura de esta reina casi desconocida se suma la expectación generada por la publicación de las memorias del rey emérito -este miércoles llegó a las librerías españolas la edición en castellano-, cuyo contenido ya se ha conocido en buena parte gracias a su edición original en francés, completado por una polémica entrevista con Stéphane Bern. El libro se titula Reconciliación y, según Juan Carlos de Borbón, ofrece una interpretación de la Transición "sin distorsiones interesadas". Así lo afirma en un vídeo difundido recientemente en redes sociales, cuya aparición no ha sido bien recibida en Zarzuela.
En conjunto, ficción y biografía, envueltas en un aura de autoridad cultural, reabren un debate incómodo: ¿hasta qué punto estos relatos están moldeando una lectura amable del pasado de la Corona?
Cuando la ficción reescribe la historia
Las series de televisión potencian la visibilidad social de su contenido, tal y como ha ocurrido con la figura de la reina Isabel II y The Crown. La monarca inglesa es la protagonista principal de un viaje biográfico que mezcla historia, política y ficción: el personaje se humaniza, se aproxima al público general y acaba envuelto en una nueva narrativa que reinterpreta su vida.
Algo similar ocurre con Ena, que adopta muchos de esos códigos. La serie reconstruye la figura de Victoria Eugenia desde una óptica emocional y empática, seleccionando episodios que favorecen un relato de superación personal que deja en segundo plano los conflictos estructurales de la época. Por ejemplo, en algunas comunicaciones promocionales se recurre a fórmulas más heroicas que históricas —"Jamás se rindió"— que pretenden exaltar su carácter pero que, en realidad, omiten que en aquel contexto no existía margen real para que una mujer se rindiese. La crítica académica sobre The Crown lleva años alertando de estos mecanismos. Beyond fact and fiction: Cultural memory and transmedia ethics in Netflix’s The Crown demuestra cómo la ficción difumina la frontera entre entretenimiento e historia, dando lugar a versiones que compiten con los hechos objetivos. The Crown’s Majestic Untruths lo resume con una frase inicial contundente: “The Crown no es un documental”, una aclaración que solo es necesaria porque la serie invita a creer lo contrario.
Lo que realmente preocupa a estos autores es el riesgo de que la ficción, envuelta en solemnidad y prestigio, se infiltre en la opinión pública disfrazada de crónica fidedigna. Un riesgo que Ena, con su aparente voluntad de reparación histórica y su despliegue estético impecable, no consigue eludir.
Entre la ficción y el blanqueamiento
No es un debate nuevo. Teóricos como Bill Nichols llevan décadas cuestionando la existencia de una frontera nítida entre documental y ficción, ya que cualquier documental es un acto de representación y no un espejo de la realidad. Además, las narrativas audiovisuales producen un tipo de "verdad" que funciona más en el plano estético que en el factual: lo importante no es tanto que los hechos sean reales, como que parezcan rigurosos y coherentes dentro del relato.
Esto es exactamente lo que hace que series como The Crown o Ena puedan funcionar como herramientas de blanqueamiento o relectura emocional del pasado. Por ejemplo, The Crown, un masaje para la reina de Inglaterra es una reseña que acusa a la serie de vender un relato suave de la monarquía que perpetúa un discurso ultra conservador. Porque dramatizar conflictos íntimos, humanizar personajes controvertidos y construir biografías emocionales puede difuminar la dimensión política y estructural que tiene la institución monárquica. Por ejemplo, en Netflix’s The Crown: impact on the British Royal Family, una parte significativa de la audiencia reconoció haber modificado su opinión sobre algunos miembros de la familia real británica después de ver la serie, generalmente en sentido más favorable.
Es el efecto de desplazar la política hacia lo íntimo: cuando un escándalo histórico se convierte en un conflicto emocional, la institución sale reforzada.
La serie edulcora especialmente a ciertas figuras históricas que difícilmente encajan en el molde amable que se propone para ellas, empezando por Alfonso XIII. En los comunicados de promoción de la serie, el rey aparece retratado como "carismático", "con personalidad", "víctima de la influencia materna" y marcado por tres “debilidades” —coches, caza y mujeres—. La infidelidad sistemática del monarca, lejos de problematizarse, se rebaja a una fórmula casi cómica: "su amor por Ena era sincero, pero coqueteaba con todas". Una frase pensada para restar drama a lo que fue, en realidad, un patrón de comportamiento profundamente dañino para la corona, para el país y para su esposa.
También se proyecta sobre Ena un ideal femenino disciplinado y silencioso. La narrativa de lanzamiento de la serie refuerza la idea de que María Cristina valoraba de Ena dos cualidades: su "discreción" y su "capacidad de ocultar sus sentimientos". En pleno siglo XXI, es difícil encontrar un elogio más problemático, pero también más adecuado para demostrar que este tipo de descripciones se sirven de una narrativa que prioriza la empatía del espectador sobre la complejidad del pasado.
Lo que se gana en drama, se pierde en verdad
No tiene por qué tratarse de un blanqueamiento interesado, sino más bien del resultado de intentar exprimir al máximo el potencial dramático de la historia; pero cuando el pasado se presenta envuelto en el brillo de la producción audiovisual, la línea entre reconstrucción crítica y rehabilitación mitificada se vuelve peligrosamente fina.
El periodismo como protagonista esencial en la trama de la serie The Crown estudia cómo los medios de comunicación se convierten en actores clave en la narrativa de la serie. En la promoción de Ena, se utilizan términos contundentes para relatar situaciones que realmente son desconocidas a ojos de la historia. Por ejemplo, sobre la relación amorosa de los reyes, se dice: “El inicio de su matrimonio fue feliz”, una frase que ejemplifica a la perfección un juicio de valor difícilmente contrastable que se emite como certeza.
Las advertencias de la crítica son claras con The Crown: Las licencias poéticas de The Crown son tan peligrosas como la desinformación. Este artículo recopila críticas de historiadores que señalan múltiples escenas ficticias que son representadas de forma tan creíble que la ficción se convierte en desinformación.
Y es que entregar la interpretación del pasado a producciones hechas para emocionar más que para pensar es un lujo que quizá no debería estar permitido, especialmente en un país donde la memoria histórica ya es terreno minado.


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