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“Durante mucho tiempo se pensó que en los cómics solo se trataba de lanzar pasteles o de supervillanos, ahora se ven como un género y no sólo como un medio”, confesaba el historietista Art Spiegelman hace apenas un año a propósito de la exposición Krazy Kat es Krazy Kat es Krazy Kat, retrospectiva de George Herriman (Nueva Orleans, 1880 - Los Ángeles, 1944). La autonomía del cómic como género dejó de estar en disputa de un tiempo a esta parte, pero lo cierto es que su flirteo con la pintura, más allá de disquisiciones formales, siempre ha estado muy presente a través de sus creadores.
Dalí, Balthus, Picasso, Kahlo, El Bosco, Velázquez, entre otros, legaron obras que todavía hoy nos interpelan desde el pasado. Sus biografías, tan apasionantes como erráticas, son las notas al pie de un arte que pasó a la posteridad. Pues bien, el noveno arte parece querer rendir tributo a algunos de aquellos genios a través de las viñetas y los pinceles. Lo hace husmeando en sus vidas, en ese otro lienzo hecho de fracasos y heridas, pero también años confusos en los que rumiaron sus mejores obras. Son múltiples las publicaciones que se sumergen en la vida y milagros de los maestros, en Público recuperamos algunas de ellas.
Por Las Meninas de Santiago García (guión) y Javier Olivares (dibujos) desfilan genios de la pintura como Dalí, Picasso o El Greco. Una oportunidad para establecer un diálogo con ese jurado implacable que es el tiempo, pero también con los que fueron sus mejores alumnos. Las Meninas (Astiberri) indaga en ese gran misterio que esconde el lienzo de Velázquez y en las claves que lo han llevado a convertirse en símbolo de nuestra cultura. Una lucha desigual en la que el género más humilde y joven se las ve con la cumbre del barroco español.
La vida de Monet fue, según se mire, la vida de una obsesión. En sus últimos años, con la vista maltrecha por afecciones y cataratas, no cejó en su empeño de captar a través de sus lienzos realidades cada vez más oníricas con paletas inéditas. Monet. Nómada de la luz nos habla de ese periplo biográfico que llevó a un joven artista muerto de hambre a liderar un movimiento que cambió la forma de entender la pintura en el siglo XIX. El arte de Ricard Efa y el guión Salva Rubio nos traen de nuevo la mirada del genio, una mirada obsesionada con esa búsqueda insaciable de la luz.
1936 fue año de profunda agitación artística y política para Dalí. Hasta el punto de que sus vecinos en el pequeño pueblo pesquero en el que se hospeda –Cadaqués (Girona)– andan atemorizados por el ímpetu creador del genio surrealista. Con la Guerra Civil a las puertas y la sombra del fascismo recorriendo el país, un joven llamado Jonás al que da vida Paco Roca –Premio Nacional del Cómic 2008 con Arrugas– va a su encuentro en El juego lúgubre (Astiberri), testimoniando esa fina línea que separa lo real de lo imaginado, un viaje de ida y vuelta a la mente del genio de Figueras.
El humor desarma y Max lo sabe. El pionero de las viñetas contraculturales en nuestro país se aproxima a El Bosco con sorna. Una comicidad que desvela los misterios de un pintor cuya obra todavía hoy genera perplejidad. Desde la Extracción de la piedra de locura hasta El jardín de las delicias pasando por Las tentaciones de San Antonio Abad, la obra del holandés es un festival de tormentos y criaturas indómitas difícilmente catalogable. Editado por el Museo Nacional del Prado, El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana) rebusca en el imaginario bosquiano y nos trae algunos descubrimientos, a saber; que fantasear nos puede acercar al delirio y que lo insólito tiene su parte de belleza.
Genia y figura hasta la sepultura. La vida de Frida, reverenciada por su libertad y arrojo, es también la lucha desigual frente a la enfermedad y la muerte. Un ejemplo de valentía que trasladó a su obra y que la ilustradora María Hesse revisita en Frida Kahlo. Una biografía (Lumen). La sufriente hizo del color y la fiesta su modus vivendi, también de la pintura, una disciplina en la que volcó sus miedos y pesares pero también la intensidad de una vida que merece ser vivida.
Con motivo de la exposición retrospectiva del legendario artista Balthasar Kłossowski de Rola, que el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza organiza conjuntamente con la Fundación Beyeler de Riehen (Basilea), Tyto Alba recorre en Balthus y el conde de Rola el camino del pintor francés, un trayecto único en el que tuvo a bien manejar material sensible como el erotismo y la inocencia. Difícil binomio que aún hoy escandaliza pero cuya personalidad innegociable –se mantuvo ajeno a las vanguardias– a la hora de pintar le valió elogios de grandes como Picasso.
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