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Actualizado:Kathryn Bigelow ha hecho, probablemente, la película más urgente para EE.UU., Detroit, la recuperación de un capítulo de feroz maltrato policial, con asesinatos, a unos jóvenes negros en medio de los disturbios raciales del verano de 1967 en Detroit. Y, probablemente, pocas historias de hace medio siglo hablen tan claramente de lo inmediato, de la amenaza y consecuencias de una política de hoy reaccionaria y furiosamente racista.
“Me gustaría que Donald Trump viera la película, me encantaría ver su reacción”, ha dicho la cineasta que, en presentaciones del filme en Virginia y en Londres, ha subrayado la “responsabilidad política” del arte y el obligado compromiso de la comunidad blanca para luchar contra el racismo creciente en EE.UU. “Personalmente, para mí, no hacer nada contra el racismo no es una opción”, sentenció la cineasta en Inglaterra.
Episodio brutal
Mientras Bigelow preparaba y rodaba la película, varios ciudadanos americanos negros murieron a manos de policías y supremacistas blancos. Philando Castile conducía con su novia y la hija de ésta de cuatro años cuando Jeronimo Yanez, un oficial de policía de St. Anthony (Minnesota), le detuvo y tras preguntarle por su licencia le disparó cuatro o cinco veces. Murió. El joven Michael Brown fue asesinado por el agente de policía Darren Wilson en Ferguson. Trayvon Martin, un estudiante de 17 años, caminaba hacia su casa, cuando George Zimmerman, coordinador de vigilancia de la comunidad, le disparó y le mató. Eric Garner, un hombre con algunos problemas de salud, murió estrangulado en plena calle por Daniel Pantaleo, del departamento de policía de Nueva York. Y la lista, una relación siniestra de crímenes racistas, sigue.
La memoria de cada una de estas personas reforzaba la convicción de Kathryn Bigelow. La historia de lo sucedido en Detroit en 1967, en concreto de lo que ocurrió en el motel Algiers dos días después de que se iniciaran los disturbios, tenía que contarse. Aquella noche, se alertó de unos disparos supuestamente ocurridos cerca del lugar en el que la Guardia Nacional se preparaba. Ésta, la Policía de Detroit y la Policía Estatal de Michigan llegaron muy poco después, igual que un guardia privado de seguridad que trabajaba en un local próximo. Lo que sucedió las siguientes horas, silenciado fuera de esa ciudad durante 50 años, fue un episodio brutal de golpes, torturas y asesinatos.
"Gente suplicando por sus vidas"
Dentro del motel había un grupo de hombres negros y dos mujeres blancas. Una de ellas, Julie Hysell, recuerda cómo las acusaron de prostitución y las arrastraron hasta un pasillo del primer piso. “Y durante las dos o tres horas siguientes se dedicaron a pegarnos y a matar gente. Podía oír a gente suplicando por sus vidas. Esas personas fueron asesinadas. A sangre fría. Fueron asesinadas y los policías fueron absueltos”.
Detroit, un ejercicio portentoso de realización, rodado con cámaras en constante movimiento, mantiene una tensión difícil de soportar por momentos, pero tan extraordinariamente medida que no te permite apartar la mirada. “En esta ocasión, quería meter al espectador en el motel Algiers, de modo que viviera los acontecimientos casi en tiempo real”, explica Bigelow, que junto con el guionista Mark Boal, investigó a conciencia lo ocurrido allí, hablando con supervivientes, con el congresista de Detroit John Conyers, con miembros de la policía, residentes afroamericanos de la comunidad, militares…
"Fue una atrocidad"
“Fue una atrocidad”, afirmó recientemente la cineasta en una entrevista concedida al diario The Guardian. “No sé a dónde vamos desde aquí. Pero sí sé que el miedo no es una opción. Así que me siento obligada a hacer lo que pueda en respuesta. Y mi manera de hacerlo es usando el medio que tengo disponible y que domino, el cine. El arte no está destinado a ser decorativo”, dice Bigelow, que ha declarado varias veces su gran deseo de que se inicie un diálogo civilizado que contribuya a terminar con el racismo. Los actores John Boyega, Will Poulter, Algee Smith y Jacob Latimore, que encabezan el reparto, son cómplices de Bigelow y Boal en este propósito.
“Si la película puede generar una discusión sobre el racismo, será positiva, y significará mucho. Ojalá pueda hacer que algo cambie, esa es mi mayor aspiración. La hemos proyectado con gente que estuvo en los sucesos de Detroit y ellos creen que la película lo logrará. Cualquier oportunidad de enfrentarse a este racismo que nos domina es realmente importante”, señaló tras la presentación de la película en Detroit.
"50 años enterrada"
Kathryn Bigelow, que comienza su película con imágenes de archivo que revisan un pasado de barbarie racista, pone el punto final a la historia con el juicio donde se absolvió a los culpables. Es un añadido que rompe con el ritmo y la tensión de la película. La precisión en el rodaje de la violencia se va diluyendo y pierde parte de su impacto. Tal vez unos textos informativos hubieran hecho idéntica labor y hubieran favorecido la película, pero seguramente la cineasta no hubiera quedado satisfecha. Al fin y al cabo, desde que inició la preparación de Detroit se han sucedido las voces críticas de la comunidad afroamericana censurando la participación de una persona blanca en este proyecto.
La ensayista Angelica Jade Bastien escribió: “La película la han hecho creativos blancos que no entienden el peso de las imágenes”. A opiniones como ésta, la cineasta ha respondido que “seguramente, yo no era la persona más adecuada para contar esta historia, pero lo importante, después de 50 años enterrada, es que se contara”.
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