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"Yo empecé a bailar en el exilio"

Santiago Carrillo: Superhéroe político. Soñó con ser ingeniero para construir un país bonito, pero se dio cuenta de que las ideas eran más efectivas que el cemento

JESÚS MIGUEL MARCOS

Santiago Carrillo (Gijón, 1915) debería venir con prospecto. Hablar con él puede provocar mareos, sobre todo cuando dice cosas como: 'No pude hacer el bachillerato porque las matrículas eran muy caras, seis duros cada una. Sería alrededor de 1926'. Acaricia un cigarrillo, coge un mechero de botón y, pulsando con los dos índices, comienza a echar humo. ¿Ha pensado alguna vez que igual es inmortal? 'No, qué va. Soy mortal, cualquier día no me despierto'.

A Santiago probablemente le llamaban Santi en Avilés. Era un golfo. Hacía novillos y se iba a coger mejillones a la ría, exploraba las canteras de las afueras, se batía en duelos con espadas de madera Lo que se viene diciendo un pieza. 'Un día a la semana veías a todas las madres despiojando a los niños en la puerta de casa. Piojos los había a montones', recuerda.

'No soy inmortal. Soy mortal, cualquier día no me despierto'

Y uno piensa que se refiere a Primo de Rivera, pero en realidad menciona a una pioja grande y gorda: su profesora. 'En Avilés yo iba a una escuela en la calle del Rivero, en un piso bajo, con una maestra que apenas recuerdo, una señora muy gruesa. Era una escuela católica y nos hacían cantar una canción en la que se hablaba de la verónica mujer'. Yo no sabía qué era eso y un día se me ocurrió hacer un juramento sobre la tal verónica mujer' que no le gustó a la maestra y me castigó de rodillas con un Quijote en cada mano. Le cogí una antipatía enorme, a ella y al libro'. Cuando lo contó en casa, sus padres decidieron que Santi no volvería a esa escuela. Tenía 5 años.

Da la impresión de que lo dice por decir algo: 'De pequeño quería ser ingeniero de Caminos. Quería hacer un país bonito'. Quizás lo que soñaba era construir un puente que le alejara de la moral retrógrada y el pensamiento anquilosado. Con 9 años su familia se trasladó a Madrid y, fiel a su naturaleza guerrera, lo primero que se encontró fue una batalla: 'Uno me llamó gallego. Todavía tengo por aquí la señal de la pelea. La calle estaba en obras, uno me tiró una piedra y acabé sangrando por la cabeza'.

Curtido en las batallas de piedras del paseo de las Delicias, Santiago se hizo un tipo duro. Habla de la cárcel como quién recuerda los años de universidad. 'En la República estuve año y medio encerrado. En aquella época, la cárcel no era algo tan terrible para un hombre joven. Es verdad que no veías a tu novia más que en las visitas al locutorio, pero leí muchísimo, para mí fue un periodo de formación política muy serio'. Quizás Rubalcaba debería replantearse su política con los jóvenes borrokas: en lugar de encerrarlos, mandarlos de vacaciones a Ibiza con las copas pagadas.

'Hay cardenales y obispos que en el fondo son tan ateos como yo'

Para él, el miedo es una cuestión de reflejos. Lo aprendió cuando era comisario de un batallón, en la Guerra Civil, y tenía que estar de pie para dar ejemplo a los soldados. 'Pues era desagradable define, pero me he acostumbrado a la idea de que puedo estar en una situación donde la muerte esté cerca. En ese momento, tienes que tener reflejos rápidos para no dejarte hundir por el miedo'.

Es posible que el tembleque le entrara cuando dejaba el fusil y llegaba la hora de desfogarse un poco. 'En aquella época, los jóvenes revolucionarios no nos desmelenábamos mucho: ni íbamos a bailes ni a los toros. Yo empecé a bailar en el exilio, en Buenos Aires, el año y pico que estuve allí. Y luego en Francia, cuando en el momento de la liberación había bailes por las calles. Pero nunca he sido un gran bailarín', reconoce.

A sus enemigos no les odia, sólo piensa que 'están equivocados'. Como su mundo es, sobre todo, un mundo de ideas, para que un día sea un buen día tiene que leer algo que le enriquezca. 'A mi edad camina uno hacia el fin y ya no piensas tanto si los días son buenos o malos, piensas en lo que puedes hacer todavía'.

Santiago, ¿y si va Dios y existe? 'Seguro que no. ¿Tú crees que si existiera Dios pasaría lo que pasa en el mundo? Mucha gente se considera religiosa por conservadurismo, pero en realidad no creen. Hay multitud de cardenales y obispos que en el fondo son tan ateos como yo'. Y él, a los 95, sólo cree en una cosa: 'En lo que puedo ver y tocar'. Y coge el mechero.

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