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Entrevista a David Torres "Si Cristo viera lo que Europa está haciendo, le escupiría en la cara"

El escritor y columnista madrileño presenta 'Horizonte de sucesos', un poemario en el que se enfrenta a un tiempo que ya no es y en el que reflexiona sobre la pérdida constante que implica vivir.  

El escritor y columnista David Torres.- JAIRO VARGAS

El columnista de Público David Torres vuelve pero no con una novela. Esta vez trae bajo el brazo un poemario en el que vuelca sus preocupaciones más íntimas. En Horizonte de sucesos (Ars Poética) recopila versos que indagan sobre la memoria y ese "fin de las historias posibles" que, de algún modo, conlleva la madurez. Un ejercicio de valentía y lirismo cocinado en esa tierra de nadie que es el pasado. 

Empieza su poemario con una 'breve historia de España', un recuerdo familiar que condensa lo peor de nuestra historia...

Ese poema viene a ser un epítome no sólo de nuestra guerra civil sino de nuestras incontables guerras civiles, de la brutalidad y de la infamia de la que somos capaces. También de la impunidad con la que sigue subsistiendo. Las guerras fraticidas se han dado en muchas sociedades, no en vano todos los países se han forjado a base de luchas, y en la mayoría se intentan cerrar las heridas. Salvo en España, país en el que no se quiere reabrir el pasado...

Bajo el pretexto de no reabrir viejas heridas...

Sí, aunque yo creo que es justo al revés, porque si pudiéramos abrir el pasado, conseguiríamos sanarlo, es una cuestión de medicina elemental. Me parece importante no ya sólo para buscar justicia y reparación, sino simplemente para poder perdonar. España sigue con las heridas abiertas, supurando, porque el ejercicio de la memoria no se ha hecho en ningún caso.

El poder del pasado y de lo vivido está muy presente en esta obra. ¿Hasta qué punto somos rehenes de los recuerdos?

Es que somos lo que hacemos y lo que recordamos. Si a un hombre le quitas el pasado, se queda sin nada. A fin de cuentas la memoria se modifica a través de los recuerdos, y estos no hacen más que tamizar toda nuestra experiencia y jugar con ella. Se podría decir que la memoria es nuestra ventaja, nuestro cielo y nuestra condena. Yo veo a mi perra que está más feliz que un cubo porque vive en un presente continuo, es completamente zen, disfruta del momento cuando duerme, cuando corre por el parque, cuando come... Nosotros, en cambio, siempre tenemos la cabeza en otro sitio; recordando a algún amigo perdido o planeando algún desembarco futuro. 

¿Rebuscamos en el pasado para entendernos?

Es que no podemos escapar de lo que fuimos. En algunos versos recupero los sonidos de la infancia y los comparo con el primer sonido de la creación, ese instante en el que todo brota por primera vez. Faulkner decía que el pasado todavía está sucediendo y yo estoy muy de acuerdo con esa sentencia. De alguna forma la poesía y la literatura son un artificio para mantener vivo algo que ya ha pasado, que está muerto. Nuestro destino va camino de la extinción y la nada, para asumir algo así echamos mano de lo que podemos para hacer que cada instante dure un poco más.

Sobrevuela un destino trágico en muchos de estos versos...

Recuerdo que un amigo poeta dijo una frase que a mí me chocó mucho. Vino a decir, durante una presentación, que solo podemos ganar. Creo que es justo al revés, sólo podemos perder. Somos seres destinados a la imperfección y a la derrota. Vivimos además en un país en el que, como dijo Camus, la esperanza puede ser destruida y el mal salir triunfante... Por otra parte, creo –como Machado– que se canta lo que se pierde. No escribo cuando estoy eufórico o colmado de alegría, sino cuando busco restañar una herida, para contar o cantar una pérdida.

David Torres.- JAIRO VARGAS

David Torres.- JAIRO VARGAS

Hábleme de ese 'manifiesto consumista', un poema en el que carga contra la vorágine del turbocapitalismo.

Sí, surge de la preocupación por nuestro destino como sociedad. Creo que el fantasma que recorre Europa ahora es un gordo que se ha llenado la panza de grasa y que cualquier día va a reventar. Es curioso que vivamos en el mejor de los mundos posibles y que nos hayamos convertido en un museo temático, una isla a la que muchos desgraciados intentan acceder y les hemos cortado las amarras. Yacen ahí, en esa tumba que es el Mediterráneo. Creo que es de un fariseísmo absoluto lo de toda esa gente que se dice liberal y cristiana; si Cristo viera lo que Europa está haciendo le escupiría en la cara. 

Quizá sean más partidarios de limosnas como las de Amancio Ortega...

Amancio me recuerda a Pablo Escobar. A este último también lo ponían en un altar porque era el que donaba dinero para construir hospitales, pero a qué precio. Escobar era un criminal, y Ortega otro tipo de delincuente que permite el trabajo esclavo, infantil y la ingeniería fiscal... Es una estrategia muy vieja; defraudar impuestos y luego regalar algo para que el pueblo me adore.

¿Cómo convive con la presteza de la columna diaria y la labor más artesanal de la novela o el poemario?

Es curioso, cuando empecé a escribir minusvaloraba un poco el artículo de opinión y la crónica, pero con el tiempo me he ido dando cuenta de que el género es lo de menos, salvo en el caso de la poesía, que son palabras mayores. Faulkner tenía mucha razón cuando decía que casi todos los grandes novelistas habían tratado de escribir poesía y viendo que no lo conseguían se pasaban al cuento. Cuando fracasaban también con los relatos, se dedicaban a la novela e intentaban decir en 500 páginas lo que un poeta te dice en un soneto. 

Por otra parte, la poesía no es simplemente rimar. Ahora hay muchos poetas de esta nueva poesía que está tan de moda que no son más que ocurrencias y frases más o menos ingeniosas, versos que se te caen de los ojos nada más leerlos y que, por cierto, se pueden leer en muchas fachadas de Madrid. Uno puede, en cambio, encontrarse con muy buena poesía en muchos artículos de opinión, son como iluminaciones que, cuando las lees, algo se te enciende en el interior y descubres algo que no sabías que sabías; eso es exactamente la poesía.

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