Esty Quesada y el agosto subtitulado
El éxito no ha cambiado especialmente a ‘la Pringada’, pero sí le ha permitido trasvasar sus obsesiones de la pantalla a su vida, también durante las vacaciones.

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Si el lector o lectora ha pasado por momentos de especial confusión en las últimas semanas, Esty Quesada tiene la respuesta. "Hemos estado en Mercurio retrógrado, estábamos todas locas". Cree la astrología que mientras el planeta parece dar marcha atrás en el cielo –apariencia de retroceso que se da por la diferencia de velocidad respecto a la Tierra– es tiempo de caos, y más si pilla en verano. Pero la pringada, apelativo que nunca abandonará esta mujer de éxito, tiene el remedio: encerrarse en casa "con el aire acondicionado puesto, viendo películas sin parar. Voy a estar como una persona desaparecida".
Líder de opinión digital, personalidad de internet y compañera de la gata más famosa de España (Virutas, eh, uh), Quesada considera este mes un tiempo perdido. "Para mí agosto no debería existir, es un mes que pa qué. Calor, todo el mundo insoportable, paso". Armada de una ingente colección de cine en VHS y con la app Tiktok siempre a punto, la de Barakaldo planea encerrarse hasta nuevo aviso. "Además el 30 de julio fue mi cumpleaños, y no me hace gracia porque ya soy un viejo". Ha cumplido 31 años.
Pero algo consuela a la que es quizás la única persona verdaderamente incancelable del país, algo que como la mayoría de sus referencias viene de Estados Unidos: "Carrie Bradshaw en la primera temporada de Sexo en Nueva York tenía 33, menos mal". Porque Quesada es vasca pero no desentonaría en los suburbios de algún estado sureño. "Me he criado viendo pelis y series americanas, toda la cultura que he consumido desde pequeña es de allí, y me fascina. Lo veía como un sitio que no era ni real, era el sitio de las películas".
Desde que las cosas le van bien, Estados Unidos es además el destino de sus vacaciones, que deja para septiembre. Eso sí, que nadie espere ver fotos suyas en las típicas atracciones turísticas; su fantasía es sentirse una más. "En el próximo viaje me voy a ver el Mid-West, voy a ir por Ohio, Wisconsin… Quiero ver shows como de emo, de gente que toca en sus garajes y cosas así". ¿Su sitio favorito hasta ahora? "South of the Border, una especie de parada en medio de las dos Carolinas, la del norte y la del sur, donde hay un mexicano gigantesco de ocho metros y una macrosuperficie dedicada en exclusiva a la venta de gorros divertidos. Hay para mascotas, para humanos…".
Su profundo conocimiento de la cultura estadounidense es fruto de una vida entera de dedicación. "Me sabía las cadenas, los acentos, las tiendas y las costumbres antes de ir por las pelis y las series, porque además los americanos no dicen ‘voy a la hamburguesería’, dicen ‘voy al In&Out’. Así que cuando llegué me di cuenta: esto lo conozco como la palma de mi mano”, recuerda. Aunque visitar en persona ese paraíso soñado era algo con lo que casi ni se atrevía a fantasear durante los largos veranos de su infancia, donde ya practicaba el exilio en su cuarto.
"Yo no tuve amigos de niña, pero en la adolescencia ya me eché un grupo, no sé qué. Recuerdo un verano en que lo típico: vamos aquí a ver la ría, vamos no sé dónde. Yo me inventé que venía mi tía a casa para poder irme a jugar al videojuego de Harry Potter y la cámara de los Secretos". Como la pandilla era de su barrio y sabía donde vivía, "para que no me vieran por la ventana me encerré con la persiana hasta abajo como en una cueva. Dije: mira cariño, paso". Eso fue justo antes de que llegara su gran aliado, el ordenador de mesa, aunque tampoco eso le garantizaba la conexión con el mundo.
"Mi relación con internet ha sido muy traumática y muy trigger warning", explica, "porque mi madre lo instaló pero no lo pagaba, entonces tenía conexión un mes pero luego me podía pasar un año sin internet". El tiempo del que disponía era preciado: "Yo intentaba consumir todo lo que pudiera. Me acuerdo de un día que tuvimos de nuevo línea, y me levanté a las siete de la mañana para aprovechar todo el día. Me puse la película de las Bratz, la live action, que es con personas normales".
Tan agradecida estaba con que el manantial de ceros y uno fluyera, que un buen día decidió devolver un poco de la felicidad que internet le proporcionaba. "Yo era de esos héroes que durante la época de series.ly subía los links de las cosas y traducía los subtítulos", rememora de la época en la que no existían las plataformas, y dar con películas y series pasaba necesariamente por un pirateo al que había que dedicar esfuerzo. "Había webs en las que gente normal se organizaba para repartirse cosas que no tenían subtítulos, yo era una de las que colaboraba. Me encargaba de subir los links de pelis que no había forma de encontrar, y luego por ejemplo subí My mad fat diary subtitulada entera a YouTube".
En la ficción televisiva británica a la que hace referencia, la protagonista es una adolescente gorda que se echa novio. Algo que por primera vez sucedía como trama principal de una historia y no como breve complemento circunstancial. "Recuerdo el verano que me pasé entero viendo Rebelde, la serie mexicana, porque una de las tramas es que la gorda ligaba con un uno. ¡Por las gordas!". Quesada "vivía pegada a la tele para ver si en un capítulo de dos horas salía la gorda con el novio durante un minuto. Estaba obsesionada. Otro verano posterior, ya con internet, recopilé todos los vídeos de la gorda con el novio y lo subí a YouTube".
Queda claro que en su gusto cultural priman las historias de inadaptados y rebeldes. ¿No tiene ningún recuerdo estival que se parezca más a Verano azul? "Con ocho años fuimos a Villarcayo. Mi padre, que después falleció, escogió ese pueblo random, no es que tuviéramos familia ni nada. Nos alquiló unas bicis pero yo no sabía montar bien, así que me caí y me clavé una piedra en la mano, que se me metió dentro". Si alguien esperaba a Chanquete, nos hemos topado con Michael Haneke. "Me recuerdo gritando en la cocina de esa casa alquilada, con mi madre y mis hermanas diciendo que se me iba a infectar y que teníamos que ir al médico, y yo que no, que no, que no. Al final apreté y me saqué la piedra a la fuerza, se cayó al suelo. Y les dije: ya está. Lo recuerdo como un sueño febril, como un liminal space. De ese único verano con viaje solo me acuerdo de la puta piedra".
Entre la niña de entonces y el icono cultural de hoy, entre quien era una pringada más y quien ha conquistado el título de la pringada, median unos cuantos veranos y el milagro de haber generado un mundo propio en vez de plegarse al de los demás. El mejor ejemplo de esa metamorfosis es que la piedra que define el verano de 2025 de Esty Quesada es un pedazo de muro de Berlín que perteneció a David Lynch y por el que ha pagado "buena cantidad de monea" en una subasta. Porque hoy quedarse encerrada en su cuarto no es un acto de supervivencia; es una señal de su victoria.

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