Este artículo se publicó hace 4 años.
'Feminista tenías que ser': las cifras del machismo convertidas en arte
La exposición, organizada por la Dirección General de Difusión de la Generalitat, reivindica la lucha feminista y denuncia las violencias machistas por medio del arte y el diseño.
Madrid-Actualizado a
Los datos, por sí mismos, nos permiten acotar la ignominia. Lástima que también, en cierto modo, nos distancien del problema. Como si la asepsia de lo analítico terminara por ahogar entre cifras y datos el grito inerme que produce el machismo. Una exposición, organizada por la Dirección General de Difusión de la Generalitat y comisariada por Natza Farré, se ha propuesto ponerle cara a la fría estadística. Y qué mejor que el arte para humanizar ese puñado de números que esconden vidas y rostros de mujeres asesinadas, vejadas, humilladas...
El proyecto expositivo se llama Feminista havies de ser (Feminista tenías que ser) y busca despertarnos del letargo. Inmunizados por el ruido de fondo del telediario, con todas esas cifras que dibujan los contornos de la tragedia, necesitamos un arte que conceptualice el horror de lo cotidiano. Esta muestra lo hace con rótulos e ironía, con intensos cromatismos y alguna que otra alegoría. Un recorrido que convierte en arte lo que nos duele como sociedad, un viaje que empodera y duele a partes iguales.
Feminista havies de ser mapea el entorno actual y saca a relucir el sexismo cotidiano que, lamentablemente, el patriarcado aún logra imponer. Un historial de afrentas recopiladas con el objetivo de tomar perspectiva y rearmarnos de sentido.
La narración comienza con una pieza alegórica sobre el Pecado Original, representado por una enorme manzana, fruto prohibido del Paraíso. "Una buena muestra del peso que tiene el patriarcado en el relato que ha prevalecido", apunta Marta Handenawer, integrante del colectivo Domestic Data Streamers, que ha colaborado en el diseño gráfico de la exposición. "De ahí pasamos a una sala en la que el visitante recibe de forma indiscriminada cantidad de mensajes y lugares comunes sobre la mujer, un batallón de comentarios al que todas, en algún momento, hemos tenido que hacer frente".
Hablamos, cómo no, de ese ramillete de cuñadismos a la orden del día y que van del "se te va a pasar el arroz", al "¿a dónde vas vestida así?", pasando por el "yo ayudo en casa". La rabia crece. La impunidad progresa adecuadamente conforme se avanza en el itinerario expositivo. Y así hasta llegar a un imponente 'Feminazi' pintado en negro sobre fondo amarillo que no hace sino encrespar aún más los ánimos (imagen que abre esta información).
"Se siente la rabia y la impunidad del machismo, ese era un poco el objetivo, pero también señalar que las feministas no son locas que quieren enseñar las tetas y quemar iglesias, sino que son mujeres que entienden que hay muchas cosas en la sociedad que no funcionan y que conviene cambiar cuanto antes", explica Handenawer.
Una experiencia, la de la lucha compartida por un horizonte común y más justo para todas, simbolizada a través de una sala de espera en la que el visitante puede constatar, no sin cierto estupor, cuánto tiempo han esperado las mujeres para conseguir los mismos derechos que los hombres. En la sala suena un tic-tac que evidencia el valor del progreso si eres mujer.
"Queríamos representar lo que nos cuesta conseguir lo mismo que los hombres, lo que tuvimos que esperar para poder votar, para poder conducir e incluso para poder abrir una cuenta corriente", añade la directora creativa. Pero no todo van a ser lamentos, Feminista havies de ser reserva un lugar para los grandes logros, un espacio en el que sacar pecho por las victorias del feminismo y la lucha indomable de las mujeres por sus derechos.
Por último, pero no menos importante, la exposición ha contado con una experiencia interactiva en la que las interesadas han podido compartir, de manera anónima, sus historias sobre el sexismo construyendo una narrativa colectiva a través de un breve formulario en su página web. Una ristra de impresoras colganderas del techo han obrado el milagro, vertiendo rollos y rollos de papel con testimonios reales de violencia contra la mujer.
"Nos hemos encontrado con mensajes sobrecogedores como el de una chica que narraba lo que un día le sucedió a su abuela, que tuvo que recoger del suelo a su hermana asesinada a manos de su marido". Historias trágicas evocadas por mujeres que no están dispuesta a pasar por lo mismo. Aires de cambio por parte de una generación que no olvida ni pretende hacerlo, consciente de que el futuro del feminismo debe erigirse sobre un cementerio demasiado grande al que honrar.
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