Este artículo se publicó hace 4 años.
Iniciativa Sexual Femenina: "La rabia es una herramienta transformadora"
La escritora Cristina Morales presenta junto a Élise Moreau y Elisa Keisanen 'Catalina', una obra que confronta a la danza contemporánea desde una perspectiva "feminista, libertaria y antiacademicista".
Madrid-Actualizado a
Cuenta la escritora Cristina Morales que en un arrebato poético, con poco más de 20 años, escribió unos versos redentores que tituló Catalina. Nana para acunarse a una misma. De aquellas líneas nacidas del desamparo emergió una tipa que se ha ido colando de forma recurrente en su obra, primero en la novela Terroristas modernos (Candaya, 2017) y más tarde en Catalina, artefacto dancístico que encarna junto a la francesa Élise Moreau y la finlandesa Elisa Keisanen.
"Catalina es nuestra diosa pagana del placer y sus consecuencias...", apunta misteriosa Élise. "Para mí es como un animal", ataja Elisa. "Yo la siento como una parte de mí necesitada de consuelos y de afectos, también de cierto ardor", completa Cristina. Sea como fuere, sólo unos pocos privilegiados –las entradas llevan semanas agotadas en el Teatro del Barrio– podrán tomarle el pulso a la dichosa Catalina y saber de qué pie calza.
"Catalina es nuestra diosa pagana del placer y sus consecuencias..."
Vaya por delante que es esquiva y difícil de acotar. Quizá porque en su esencia está el limite. Un límite sobre el que las tres se refriegan lascivas bajo los focos, conscientes de que es ahí donde se juega todo lo que realmente importa. "Si algo nos une y si algo explica esta obra es el querer ir siempre más allá, siempre hasta el final, asumiendo los conflictos que esto supone y siendo comprensivas a la hora de ejecutar ciertas bizarrías", explica Cristina.
"Queremos experimentar la danza al margen de algunas normas imperantes, ver qué sucede", remata Élise. Catalina se revuelve frente al modo en que se enseña la danza contemporánea, también frente a lo que se considera digno de ser llamado bello o de ser representado. Pero basta de palabrería; llegado a este punto urge preguntarse a qué bizarrías se refieren, dónde sitúan los dichosos márgenes, de qué hablan cuando hablan de experimentar...
Pues hablan, por ejemplo, de follarse al pico de una mesa (literal), comerse la cabellera, los dedos del pie, los codos, las barbillas, los antebrazos, las lorzas que asoman ufanas por la cintura; comérselo todo y no dejarse nada en el plato. Hablan de acrobacias imposibles, de pogos en bragas y de cuerpos pendulares sujetos por el coño. Supongo que entienden ahora lo del límite. También lo del riesgo. Se hacen una idea.
"Seguimos una metodología basada en el sí radical"
"Seguimos una metodología basada en el sí radical", reivindica Morales. Y en el marco de dicha metodología, cada nueva ocurrencia, por extravagante que parezca, se prueba e incorpora. Sólo así se trabaja desde el riesgo constante, un limbo escénico innegociable para un tridente danzante cuyo idilio con el conflicto viene patrocinado por la Iniciativa Sexual Femenina, comando que les da nombre y al que se refieren como "un colectivo que huele a coño".
Urdido en el centro social autogestionado Can Vies, en Barcelona, este colectivo busca aproximarse a la danza contemporánea desde "una perspectiva feminista, libertaria y antiacademicista". Una herramienta emancipadora que se aleja de planteamientos generosos en corazoncitos morados, y se decanta por la confrontación. "No esperamos que la gente salga del teatro con todo resuelto y dispuesto a gozar, sino asumiendo sus fantasmas y limitaciones", explica Élise.
Así pues, no esperen que Catalina les lleve la razón, no es su intención acunarle con palabras dulces, su baile nace de la ira y el deseo. El deseo de romper con el estar hegemónico sobre un escenario, el estar consentido y cómodo ante una determinada audiencia. La ira de querer acabar con todo eso para construir desde cero. "A veces olvidamos que la rabia es una herramienta muy buena", apunta Élise. "La rabia es transformadora", apostilla Cristina.
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